lunes, 6 de febrero de 2012

¿Esto es normal?

Esta mañana tenía que ir a los juzgados de lo Contencioso Administrativo de Málaga para recoger una documentación. Como siempre me quedo dormida durante el viaje en autobús (suelo ir en autobús porque así no tengo que preocuparme de dónde dejar el coche, el aparcamiento está fatal con las obras del metro; además de necesitarlo Guille hoy para ir a Dólar, donde aún le colea el replanteo de una urbanización de casitas unifamiliares), como suelo dormirme en el autobús, decía, opté por no acostarme durante la noche y adelantar un trabajo que tenía pendiente para el miércoles -el cálculo de una estructura-. ¿Para qué dormir dos veces? Sólo una cosa me impide dormir en el autobús: el cacareo de las conversaciones en tono demasiado alto, muy por encima de lo necesario para ser escuchados por quienes tienen al lado. Me da la sensación de que muchos hablan para el resto del autobús, para informar de sus pequeñas miserias -que a ellos les parece interesante-. En el autobús, sólo he escuchado una conversación ajena que me pareciera interesante -morbosa, más bien-: Dos señoras de etnia gitana hablaban entre sí. Parecían amigas. Una de ella había ido a Granada, desde Loja, para visitar a su padre y a su hermano. El padre estaba en el hospital con los tendones de un brazo seccionados por dos hachazos (esta señora se quejaba de haber tenido que limpiar la mierda del culo del padre -siento el lenguaje, sólo estoy utilizando las palabras de origen-). También había ido a visitar al hermano, que estaba en la cárcel por haber dado dos hachazos al padre. Lamentablemente las mujeres se bajaron en Loja y yo seguí hasta Málaga -no me enteré cuál fue la razón de la riña entre padre e hijo-. 

Tomé el autobús de las 8:00 -lo prefiero al de las 7:00 porque los asientos son mucho más cómodos, de cuero, con más separación entre ellos y tienen Internet gratis con el que te puedes conectar -aunque yo los autobuses los concibo como dormitorios-. A las 10 menos cuarto estaba en Málaga y a las 10:00 en la Ciudad de la Justicia -en la calle Fiscal Luis Portero García-. Cogí un taxi para llegar hasta allí -es un paseo feo para ir caminando, y está un poco lejos si se tiene prisa-. El negociado con el que tenía que hablar, acababa de salir a desayunar. ¿Es normal que una persona que entra a trabajar a las 8:00 de la mañana, tenga que salir a las 10:00 a desayunar? ¿Por qué no van desayunados desde casa?

Imité al funcionario y fui a desayunar a una cafetería que hay a las espaldas del enorme edificio de los juzgados. Me lo tomé con tranquilidad sospechando que mi parsimonia, por falta de práctica, jamás superaría a la del funcionario. Efectivamente, cuando volví, aún no había aparecido. De las seis mesas del despacho, sólo una estaba ocupada por una señora. El resto fueron regresando poco a poco, en unos 15 minutos, todos estaban de vuelta, menos la persona con la que tenía que hablar (creo que en estas circunstancia, siempre estoy gafada, como cuando hay dos colas en el supermercado y suelo escoger la que por alguna razón se retrasa más). El hombre apareció por fin a las 11:05. Por supuesto no se disculpó -era su hora (literal) de desayunar-. 

No tengo instinto asesinos, soy una persona muy tranquila, pero cuando este señor sacó del expediente una única y simple hoja -que se podría haber mandado por fax-, me dieron ganas de hacérsela tragar. Me había hecho ir sólo para informarme en persona, para asegurarse de que lo entendía, que la señora jueza no había aceptado a trámite una de las siete preguntas con la que la parte demandada había querido que se completara la pericial. (Manda huevos!)

10 comentarios:

  1. No, no es normal. Y conste que yo he sido funcionaria 29 años. Hay varias cosas que no son normales en tu historia. Independientemente de que en una jornada laboral es necesario tener algún descanso (que puede ser para desayunar o para cualquier otra cosa: fumar, ir al baño, etc.), esos descansos no pueden ser de una hora. Además, todos los empleados de un departamento no pueden irse al mismo tiempo y dejarlo sin atención. En la administración, cuando se habla de permisos y descansos, siempre se menciona "cuando las necesidades del servicio lo permitan". Por otra parte, esos funcionarios tienen un jefe que, evidentemente, tampoco está cumpliendo con su obligación que es, entre otras cosaas, asegurarse de que su departamento funciona y da el servicio requerido. Por último, no sé si sabes que en todas las dependencias de la administración pública debe haber un libro de reclamaciones a disposición de los usuarios. A veces no se tiene tiempo ni ganas, pero es necesario escribir en el libro de reclamaciones siempre que se tenga una queja.

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    1. No sabía lo de los libros de reclamaciones en las instituciones públicas. No te lo advierten con carteles pegados a las paredes, como ocurre en las tiendas o en los hoteles. De haberlo sabido, ya habría llenado hojas y hojas. NO es la primera vez que tengo problemas con ellos(que te hagan perder toda una mañana por un documento que podrían haber mandado con carta certificada, impidiéndote hacer otras cosas en esas horas que malgastas, es un problema). En otra ocasión, esta vez en los juzgados de Granada, me tiré toda una mañana buscando a un señor que al final resultó que ese día no había ido a trabajar, pero sus compañeros lo estaban ayudando con el "escaqueo".

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  2. Pues ahora ya lo sabes. Cuando tengas alguna queja, pide el libro de reclamaciones. No hace falta ni siquiera discutir ni llevarse un sofoco, solo hace falta pedir el libro de reclamaciones. Lo normal es que intenten disuadirte, pero tú, sin perder la compostura, insiste en que quieres el libro de reclamaciones. Y escribe lo que tengas que escribir.
    Cuando alguien escribe una queja en el libro de reclamaciones, la oficina está obligada a enviar una copia a los servicios correspondientes, o sea, que la cosa no se queda allí. Por eso intentarán disuadirte. Y además, luego tienen que enviarte una carta de contestación.
    Esto es como lo de los malos tratos: hay que denunciar. Si no se denuncia, el problema nunca sale a la luz y no se resuelve.

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    1. Muchas gracias por el consejo. Me viene muy bien, porque en los juzgados casi siempre hay problemas de este tipo (te hacen esperar innecesariamente o tienen despistes que te hacen perder mucho tiempo). Además, ahora con la crisis y la mala construcción, cada vez hay más periciales. He rellenado un par de hojas de reclamaciones: en los de telefónica, porque di tres veces de baja un teléfono y me seguían mandando las facturas. Me devolvieron el dinero que habían cobrado de más. Y en una tienda donde compré un reloj, no funcionaba, me lo mandaron a reparar y lo devolvieron con la esfera rayada. Me repararon también la esfera.

      Y tienes toda la razón: los malos tratos hay que denunciarlos, incluso -o sobre todo- cuando somos meros observadores de esos malos tratos.

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  3. Siento ser un frívolo y fijarme en temas tangenciales, pero no he podido dejar de sentir cierta solidaridad contigo al contar tus problemas para dormir en el autobús por culpa de "las conversaciones" de los otros pasajeros. Creo que más de una vez lo he contado pero a mi me pasa lo mismo en el AVE, lo suelo coger a las seis y pico de la mañana, más o menos una vez por semana para ir a Madrid. Pues bien, ni a esas horas la gente se calla. Normalmente suelen ser pijo-empresarios-sevillanos, una raza inferior que merecería una noche de los cristales rotos sin ninguna compasión. Esta subespecie tiene a bien mantener conversaciones telefónicas con, se supone, interlocutores que en el mejor de los casos están en el mismo tren o en el peor yo me temo que no existen, que hablan a un teléfono desconectado.
    No puedo entender qué necesidad hay de hablar con nadie a esas horas. Todavía si dijeras: bueno, están hablando con Tokio que allí ya es de día, en un inglés aprendido en Oxford, pero no, hablan en correctísimo sevillano sobre los temas más anodinos de sus superimportantes empresas, usando una jerigonza indescifrable para la gente normal.
    Pues bien, al principio trataba de combatir esa plaga con unos modestos cascos de botón escuchando música que fuera compatible con el sueño... pero imposible, no había manera, con lo que al final opté por ahorrarme dos viajes de AVE e invertir los beneficios de dicha ausencia a la oficina en unos flamantes auriculares Sennheiser con el mejor invento que ha salido de la mente del hombre: la cancelación de ruido. Ahora puedo dormir más o menos bien, eso sí, el apoyarse en el reposacabezas de lado, con el auricular clavándose alrededor de tu oreja todavía no he conseguido que me guste, pero cualquier tortura es mejor que volver a escuchar: "Mira, me abres el archivo del IVA, le borras las facturas de Paco y esas las metes en la contabilidad que tú ya sabes"...

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    1. Bueno, igual me he pasado con lo de la noche de los cristales rotos... con meterles el bote de gomina por ahí sería suficiente :-)

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    2. Jajaja vaya, tienes toda la razón en quejarte. A mí me parece que son personas con complejo de inferioridad que necesitan pavonearse ante extraños. No se dan cuenta de lo lamentables que son ante los ojos (y oídos) extraños.

      Para castigo... lo del bote de gomina está bien, pero yo lo sustituiría por quitarles el teléfono en cuanto pisan un andén (seguro que sufrirían mucho más).

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    3. Calla, calla, que luego me quedé preocupado con lo que había dicho... "mira que si me procesan por inducir al genocidio". Lo único que me consolaba era pensar que no tendrías tantos lectores y ningún pijo-empresario-sevillano me pondría una querella. En fin, esto me pasa por dejar por escrito cosas que solo debería decirlas de palabra y en un contexto en que la gente supiera sin dudas que lo decía de broma.
      Respecto al castigo, ya puestos podría quitarles el teléfono antes, así me dejaban dormir.

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    4. Era evidente que se trataba de una broma -una exageración que yo achacaría a estar viviendo en Andalucía, que aquí todo se pega-.

      Y no hay problema con los lectores de este blog (seguro que no hay ninguno pijo-empresario-sevillano). En la actualidad tengo cuatro lectores y medio (medio es mi marido, que de vez en cuando se asoma para ver qué chorrada he escrito -y por lo general, para reprochármelo-). Si tuviera más, seguro que cohibiría y tendría mucho más cuidado con las tontería (e intimidades) que suelto.

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    5. Suerte la tuya, que tu marido entra de vez en cuando. Raquel solo ve algo que haya escrito yo cuando le enseño yo explícitamente algo de mis blogs de fotografía o de poesía, si no, nada :-)

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