domingo, 26 de febrero de 2012

En el filo de la navaja

"Los copos volaban en masa hacia la cara de Hans Castorp y allí se fundían. La cara se le helaba. Volaban dentro de su boca donde se le derretían con un débil sabor a agua. Chocaban con sus párpados que se cerraban convulsivamente. Inundaban sus ojos e impedían toda visión. Era la nada, el torbellino blanco de la nada lo que veía. Andaba errante. No encontraba el camino. El cobertizo desierto era inaccesible. Pero Hans Castorp decidió permanecer allí por el momento."

Este bello fragmento pertenece a La Montaña Mágica de Thomas Mann. Lo he pillado de un documental que me trajo Guille esta tarde para que me entretuviera mientras él se iba a ver el fútbol a un bar cercano (ha tenido que beberse la cerveza con una pajita y dejar intacta la tapa de ensaladilla rusa -aún dolorido por culpa de los puntos que le han dado en el labio-). Me gustaría estar en la casa de Barcelona para coger de la estantería mi ejemplar de La Montaña Mágica, hojearlo e intentar encontrar ese fragmento. Soy capaz de visualizarlo: entre Los Buddenbrock y La Muerte en Venecia. Es un ejemplar de bolsillo (comprado cuando no tenía dinero para cosas que no fueran artículos de primera necesidad, y los libros lo eran, por supuesto, siempre lo han sido, desde que supe que entre sus páginas podía encontrar las historias que habían dejado de contarme los adultos porque ya me consideraban demasiado mayor para los cuentos). 

El documental que se titula Los Mann, La novela de un siglo, no me está gustando mucho. Consta de tres capítulos, y de momento sólo he visto el primero: Heinrich Mann se despide en una estación de tren de la prostituta de la que está enamorado cuando se marcha al exilio. 

El documental hace demasiado hincapié en los asuntos más escabrosos de la familia Mann: incesto entre hermanos, homosexualidad, lesbianismo, matrimonios falsos, ... Se parece demasiado a uno de esos programas que ve mi madre en la TV, uno interminable que parece empezar al medio día y terminar después del amanecer, donde, exclusivamente, se dedican a acuchillar la intimidad de algún personaje de fama efímera. Lo seguiré viendo, pero como si se tratara de una película de ficción.

Leer la biografía de un escritor o ver un documental sobre él, es como caminar por el filo de una navaja. Quieres saber, por que es casi una necesidad física conocer de dónde nacieron las ideas que le hicieron escribir tal o cual párrafo; pero a la vez temes enterarte de demasiadas cosas, de algo que te decepcione y mengüe la admiración que sientes por ese mismo autor. Aunque siempre habrá un grupito de escritores que, hagan lo que hagan, nunca me podrán decepcionar: como Pere Gimferrer (qué complicado es encontrar libros de este autor en Granada), Justo Navarro, José Saramago (ya sé que ha fallecido, pero es cuando algunos esperan para sacar lo más oscuro y recóndito de sus almas)...

2 comentarios:

  1. Cuando era adolescente, existía la leyenda de que si bebías cerveza con pajita te emborrachabas antes. Nunca lo probé. Podrías preguntarle a Guille si notó alguna diferencia. ;-)

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  2. Habría sido un milagro que se hubiera emborrachado con esa cerveza, aún tomándosela con pajita: era sin alcohol.

    Sólo por curiosidad he hecho la prueba este medio día y me he tomado una Heiniken. No he notado diferencia ninguna. Supongo que se tratará de una leyenda urbana más (como la de la Coca-Cola y las aspirinas).

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