domingo, 19 de febrero de 2012

Válvula antirretorno

De verdad que me esfuerzo por estar deprimida. El médico me dijo que lo estaría durante unas semanas, y yo, que siempre he sido muy cumplidora con lo que me exigen y aconsejan los médicos, me esfuerzo por estarlo. Hasta me mandó unos antidepresivos que dormitan intactos en  el botiquín, al informarle de los antecedentes de mi madre.

El viernes por la tarde estuvimos con mi suegro biológico en un supermercado, en Alcampo, haciendo algunas compras para agasajarlo durante los días que ha estado con nosotros (Guille dice que ha visto a su padre biológico más veces desde que estamos casados que durante su infancia). Guille lo trata con mucho respeto y seriedad (con tanto respeto y seriedad que a veces parece estar ante un desconocido). Me da la sensación que el hombre se siente más cercano a mí (y eso que yo soy del tipo arisco). Pero sospecho que con algunas visitas más, la cosa se resolverá. 

Cuando llegamos al supermercado, por megafonía estaban pidiendo que fueran a recoger a la oficina de consigna a una niña pequeña de cinco años que se llamaba Alicia y se había extraviado. Eran las seis. Compramos charcutería, comida precocinada, productos de limpieza, algunas toallas nuevas porque las que teníamos estaban bastante desgastadas, cubiertos -de los que no son de usar y tirar-... cada cinco minutos repetían el aviso de la niña perdida. Los productos sanos (carne, verdura, fruta, pescado...) los solemos comprar en las tiendas que hay cerca de casa. A las seis y media Guille y mi suegro biológico se quisieron comprar un chándal, los dos el mismo modelo. Les costó trabajo encontrarlo, porque Guille tiene talla 40-42 y mi suegro una 48-50 (¿por qué no existirán tallas impares?). También quisieron comprarse zapatillas iguales -ambos tienen una 43 de pie, pero la dificultad estuvo en el gusto de cada uno: negras las quería Guille, de colorines mi suegro -al final optaron por unas negras con la franja de Nike en rojo-. Las siete menos cuarto y aún se escuchaba el aviso de la niña perdida por megafonía. Estamos cortados por el mismo patrón (frase robada a mi madre) y la curiosidad nos pudo. Fuimos hasta la consigna para echar una ojeada. Era una niña preciosa, con el pelo largo y rizado, vestida como una adolescente pija con short, leotardos y botines. Tenía la cara congestionada por el llanto y los hombros se le convulsionaban por los sollozos. Alguien le había dado un juguete para intentar consolarla, lo tenía agarrado, pero no le prestaba mucha atención, tampoco a la dependienta que la tenía sentada en sus rodillas, con expresión de estar aburrida de aquella situación. Hasta las 7 menos diez no apareció la madre.

Tengo una válvula antirretorno. Por supuesto que tiene otra explicación más científica y médica y menos "bruta", pero es la forma que tengo de aclararme lo a mí misma. El ovario baja por donde debe bajar, pero el esperma (pobre, con lo pequeñito que es en comparación) no puede subir debido a una especie de pelillos (esa es la razón que me debería tener deprimida). Todo lo demás funciona perfectamente.

Me di cuenta que ninguno habíamos mencionado a la niña hasta que lo hicimos, ya en el coche. ¿Cómo puede perder un padre a un hijo tan pequeño durante casi una hora? -puede que más, porque ya daban el aviso en el supermercado cuando nosotros llegamos-. Seguro que existe una razón suficientemente poderosa por la que resulte perdonable ese despiste. Pero, ahora que estamos más cerca de ser padres -ya conocemos el problema  y nos han dado una serie de posibles soluciones- aterra que situaciones como ésta nos puedan ocurrir.

Y ahora me voy, a ver si corriendo encuentro mi depresión extraviada.

2 comentarios:

  1. Vamos bien con las depresiones.

    Yo llevo varios meses tocado. Cuesta bastante no estarlo cuando por más que peleas te encuentras encerrado dando vueltas en la polea de una jaula de hamster, y a tu alrededor el entorno se va derrumbando lentamente, sin que dependa de ti ni puedas hacer nada para evitarlo.

    Hace algo más de un mes se me ocurrió comentárselo a mi médico de cabecera, y sin muchas comprobaciones ni analítica me recetó un antidepresivo de nombre impronunciable y un relajante para dormir mejor. He logrado recuperar el sueño sin las pastillas, y el antidepresivo... leí el prospecto y decidí en el momento que ni empezaría la caja.

    Tal vez no sirva de mucho, pero aprovecho para darte ánimo. Por lo que sé de ti en las semanas que llevo leyéndote, tienes a Guille, tienes trabajo, y una vida por la que parece que merece la pena luchar. Supongo que al final todo pasa, así que apóyate en quienes tengas cerca y no te dejes arrastrar al fango. Que salir de aquí se las trae.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  2. Muchas gracias por tus ánimos, aunque, en realidad, no estoy deprimida. El ginecólogo dijo que me iba a deprimir (sin más fundamento que una generalización algo burda y nada científica). Sospechábamos que existía un problema. Ahora que lo conocemos y que no es difícil de solucionar, muy a pesar mío por contradecir al médico, no veo razón para deprimirme. Al contrario, estoy eufórica.

    Es muy agradable leer comentarios de ánimos como el tuyo. Gracias

    ResponderEliminar