domingo, 26 de febrero de 2012

¿Qué es tan rojo y caliente como la sangre y sabe tan dulce como el azúcar?

La boca de Guille sonríe incluso cuando está dormido. Tiene unos labios perfectos que me hipnotizan cuando se mueven. Son un vocabulario sin palabras. Delatan todo lo que se calla. Cuando es muy feliz, tiene una sonrisa algo bobalicona. La misma que tuvo durante una época después de conocernos en la intimidad del dormitorio de mi apartamento (y en la cocina, y en el sofá del comedor, y en la ducha... era un apartamento pequeño), y para la que tengo que recurrir a las fotografías que nos hicimos juntos aquellos primeros días para reconocer, después de traicionarlo su hermana (La cara de pavito que se le puso a mi hermano después de conocerte, cuñada). Cuando se calla algo, sus labios, en lugar de abrirse, se aprietan uno contra el otro, forzándose por no dejar salir las palabras que parte de él sí quiere soltar. Un labio se le monta en el otro, en un gesto sensual del que no es consciente. Es cuando más ganas me entran de besarlo. Sus labios siempre están suaves. Utiliza una barra de cacao, con un gesto de clandestinidad de toxicómano. La saca del bolsillo escondida en la palma de la mano, se da dos pasadas rápidas y la vuelve a esconder con idéntico secretismo. Cuando tiene dudas, se muerde el labio inferior, entonces aparecen las puntas de sus dientes perfectos, consecuencia de una ortodoncia de adolescente, de niño mimado por un padre que no era el suyo, pero que se esforzaba innecesariamente por serlo. Cuando está concentrado, un trocito de lengua asoma entre sus labios. Cuando está pensando en algo pícaro, no puede contener la risa. Empieza apenas con una sonrisa que se acentúa cuando le devuelvo la mirada, hasta que termina transformada en carcajadas contagiosas.

Ayer le dieron un pelotazo jugando al futbito. Qué miedo al ver su camiseta manchada de sangre. Ha necesitado tres puntos de sutura en el interior de la boca. Aún así, con los labios inflamados, cortados por falta de hidratación, ennegrecidos por la sangre retenida; su boca sigue siendo sensual. 

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