jueves, 2 de febrero de 2012

Querencias

Guille apareció entre la hora de la ducha y el desayuno. Ahora dormita tirado en el sofá, bajo el nórdico y una manta porque vino casi todo el camino sin calefacción para evitar quedarse dormido y el frío se le ha metido en los huesos. Le he regañado. Condujo durante toda la noche para poder acompañarme esta tarde al ginecólogo. Creo que es la primera vez que reprocho a un adulto que  haga lo que su albedrío le dicta. Me aterra que algo malo le pueda suceder.

Cuando no está suelo ponerme la rebeca de lana gruesa que utiliza en casa.

Mi madre guarda en su casa los juguetes preferidos de mis hermanos, los que exigían cuando estaban enfermos o tenían alguna pesadilla. Mío no guarda ninguno porque no tuve una muñeca preferida o la típica mantita. Es increíble (y puede que algo lamentable) que ahora, siendo ya adulta, comience a tener querencias típicas de la infancia (necesitar arroparme en la rebeca de Guille para sentirme protegida cuando él no está). 

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