martes, 6 de diciembre de 2011

Silencio: un paso hacia la oscuridad

Suicidas:

1º.- Gema, hermana mayor de Maica, mi compañera de clase en el instituto. Se tiró desde un 7º piso. Quería castigar a sus padres porque se negaban a pagarle una operación de cirugía estética: su nariz era picuda en el puente, pero como siempre utilizaba gafas, lo disimulaba bastante.

2º.- Mi compañera de piso Inés, durante la carrera. Suicidio frustrado. Le iba muy mal en los estudios y estaba enamorada de uno de sus compañeros de clase que se burlaba de ella. Realmente no quería suicidarse. Se tomó una caja de aspirinas por la mañana. Nos avisó de inmediato. Una compañera de piso que estudiaba enfermería la tranquilizó. "Las aspirinas no hacen nada. En dos días no te dolerá nada". En mitad de la noche se levantó con las sábanas empapadas en sangre. La había excretado. Tenía una úlcera en el estómago y la ingesta masiva de aspirinas, hizo que la sangre no le coagulara. La operaron de urgencia. Casi muere esa noche. 

3º.- El jefe de mi hermano más pequeño, el que ahora vive en Londres. Esto fue una muerte esperada y anunciada (y nadie hizo nada por evitarlo). Era dueño de una tienda de motos en Madrid, de la marca Yamaha. Mi hermano era el encargado de los recambios. Durante un tiempo la tienda fue muy bien. Incluso patrocinaba a un chaval que corría en motocross y que era su amante. Le gustaba rodearse de chavales jóvenes y guapos. Cinco o seis. Los llevaba a jugar al bingo, les compraba a todos el mismo traje, les obligaba a ponerse pendientes de  oro en las orejas y los pezones... incluso si no hubiera empezado a ir mal las ventas de motos, le hubiera sido muy difícil seguir con el tren de vida que llevaba. Cuando comenzó a asfixiarle las deudas, anunció a diestro y siniestro que se iba a suicidar. Incluso le regalaron una cuerda para que lo hiciera (alguien con un humor bastante macabro). Muchos sabían que era la alternativa más cómoda que le quedaba. Hizo un agujero en el dintel de la puerta del salón, se cortó las venas, se tomó un paquete completo de somníferos y media botella de tequila mezclada con sal. Pasó la cuerda por el agujero, la anudó al dintel y luego se la pasó por el cuello. Lo encontró mi hermano, cuando aún estaba caliente.

4º.- Mi tío. Hermano de mi madre. Uno de los pocos de la familia a los que la dislexia le hizo ser un analfabeto funcional. Pero había encontrado un trabajo que le gustaba mucho. Cuidaba una finca de una escritora alemana en la provincia de Málaga -el detalle de que "la señora" fuera escritora, me enteré hace muy poco, aún no me he enterado del nombre, pero lo estoy investigando-.  La escritora, por estar mal de salud y querer estar junto a su familia, volvió a Alemania. Los nuevos dueños de la finca no necesitaban de los servicios de mi tío, pero él había cotizado desde muy joven y ya podía disponer de una pensión. Además, en la finca, con comida, transporte, casa... no había tenido gastos apenas y había ahorrado mucho. Se compró un piso en un pueblo de la provincia de Sevilla. En Constatina. Se deprimió. No servía para llevar una vida ociosa ni para estar encerrado entre cuatro paredes durante la mayor parte del día. El día 7 de diciembre del año pasado cogió una bufanda, descolgó la lámpara de su cuarto, ató la bufanda al gancho de la lámpara y se ahorcó. 

Conclusión: Todas esas muertes podrían haberse evitado si sólo hubieran tenido quien los escuchara.

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