martes, 13 de diciembre de 2011

Historia de la puta mili... primera parte (la asquerosa)

Desde que nací hasta cumplir los 16 años viví en diferentes pabellones militares, bases aéreas y destacamentos. Un destacamento o base aérea no es muy diferente a un internado, con sus reglas, sus horarios inflexibles, sus obligaciones y casi nulos derechos... (como una cárcel). Los internados están llenos de alumnos y los destacamentos estaban llenos (cuando la mili era obligatoria) de adolescentes tardíos armados. Cien, mil, dos mil soldados de reemplazo. Y donde hay tanta gente, constantemente están pasando cosas (puede que por eso recuerdo mi infancia como una época muy activa). 

Los soldados por dinero o por mantener su honor, hacían cosas extravagantes, majaras, locas o asquerosas (o todas ellas juntas). 

Asquerosas: En Tablada, un soldado se apostó con otro que era capaz de correr por toda la base desnudo sin ser pillado. Esperó a la noche para hacerlo. El soldado de la garita no estaba avisado, se asustó al ver a una persona desnuda corriendo en mitad de la noche -que para colmo era muy fría- y le disparó -por fortuna con muy mala puntería- y el corredor se defecó del miedo. Los disparos alertaron a todos. El soldado fue arrestado. Lo obligaron a estar manchado y desnudo hasta el amanecer en el calabozo. 
En la Base Aérea de Armilla, por una apuesta, un soldado se comió el excremento de otro. Todos los que lo vieron vomitaron (como en The Body, de Stephen King). Tanto soldado vomitando alertó a las autoridades y arrestaron al soldado, le quitaron el dinero de la apuesta y le "cayó un puro".
En el Destacamento cercano a Bobadilla Estación. Por cabreo o venganza. Dos soldados que fueron pillados siendo mutuamente muy cariñoso el uno con el otro, los obligaron a quedarse el fin de semana (los fines de semana los soldado solían librar, se podían marchar a casa). Ambos estaban destinados a las cocinas. Ese fin de semana se dedicaron a coger gusanos y lombrices del campo. El lunes los echaron a las perolas (puede que de ahí saliera la leyenda urbana de los gusanos en el rancho). Para cuando se dieron cuenta del nutritivo pero asqueroso manjar, más de uno había metido la cuchara en el plato y tragado. 

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