jueves, 8 de diciembre de 2011

Presunción de culpabilidad

Mi primer novio de la facultad fue detenido. Según los periódicos, por habérsele encontrado un alijo de 60 kg de hachís, en la realidad: por tener una maceta en el balcón con una planta macho de cannabis (las cuales ni siquiera sirven para obtener droga). Durante 36 horas estuvo incomunicado. (Te pueden encerrar aunque seas inocente). Los 60 kg salieron de pesar la plantita (minúscula, unos 200 gr), la tierra de la maceta y el tiesto; y sospecho que incluso al policía (canijo y menudo) que se la llevó embrazos. 

Los supuestos hechos de una de mis últimas periciales: un anciano vive en un edificio en una de las calles más famosas de Málaga. Es un edificio de renta antigua. El anciano recibe una pensión mísera y no se puede trasladar. El dueño del edificio no hace las reparaciones necesarias y un día el falso techo del baño se le cae encima, produciéndole una brecha en la cabeza y varias heridas en la cara (sobre todo en la nariz). Durante el juicio se demostró que el anciano tenía la costumbre de golpear el techo con el palo del cepillo de barrer y que el dueño del edificio se había gastado en reparaciones cinco veces más la cantidad que sacaba de beneficio. (Una de inmediato se ponía de parte del anciano, porque tenía cara bonachona, simpática, como de Papá Noel). 

El último jefe que tuve en Granada. Él y su socio fueron contratados por una cooperativa. Un puñado de personas se habían asociado para construir sus viviendas, para las que se habían tirado ahorrando media vida. La cosa comenzó funcionando bastante bien. Compraron el terreno, lo dividieron en parcelas, a cada familia se les hizo un proyecto acorde a sus necesidades y gustos... Cada familia ingresaba todos los meses en una cuenta que estaba al nombre de mi jefe y su socio, una cantidad más o menos cuantiosa. Para retirar cualquier cantidad de esa cuenta, por pequeña que fuera, los cheques debían estar firmados por ambos socios. Cuando fueron a pagar la estructura de las viviendas, se dieron cuenta que la cuenta estaba casi vacía. Acusaron del desfalco a ambos socios. Durante el juicio se descubrió que el socio de mi jefe había falsificado su firma. 

Acusan a Iñaki Urdangarin de haber cobrado cantidades desproporcionadas por trabajos no realizados o por emitir informes ridículos. Parece ser que son hechos probados, pero... dada mi experiencia, prefiero esperar antes de considerar culpable a quien, puede, tal vez (remotamente, según los datos que están proporcionando la prensa) es inocente. No creo que este sujeto tenga más derechos por disponer de un titulo nobiliario, pero tampoco creo que tenga menos. 

(Dejo para el siguiente post el hablar de la injusticia de tener que pagar una monarquía).

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