sábado, 12 de noviembre de 2016

Todo lo malo puede empeorar.

Las manos de mi cuñada son muy elegantes: finas, delgadas, de dedos largos y uñas cortas, cuidadas; de palmas casi blancas y color chocolate puro en su reverso. Esas manos han sostenido decenas de corazones humanos palpitantes. Dice que es como sostener a un animal vivo y autónomo. 

Mi cuñada se compenetra muy bien en mi familia porque, como nosotros, es un poco pavisosa, poco dada a la jarana y las exageraciones. Pero cambia por completo cuando ha tenido un buen día en el trabajo, sus ojos brillan como si tuviera el cerebro lleno de bombillas y su voz se vuelve cantarina. 

Hace unos seis meses que no ocurre eso. Consiguió una beca para estudiar un procedimiento pionero de trasplantes de válvulas de bobino en Los Ángeles. Ahora cuenta el tiempo que le queda de contrato como si fuera una condena. El procedimiento, que al final no era tan novedoso como aseguraban, lo conoce a la perfección en la teoría, pero aún no ha podido entrar en un quirófano para ayudar a llevarlo a cabo. La mayoría de los días su trabajo podría hacerlo un celador sin cualificación. 

Es el color de su piel lo que la mantiene apartada de los quirófanos y los pacientes. Con la premisa de que el cliente siempre tiene la razón, aceptan que los enfermos no quieran que ella los asista amparados en que los negros tienen peor preparación que los blancos por ir a peores colegios y universidades.

Pensábamos que mi cuñada exageraba, que simplemente no se había adaptado aún a su nuevo hospital y que echaba en falta que en el otro, el de Londres, fuera una eminencia para sus compañeras: cualquier duda que tenían se lo preguntaban a ella. Comprendimos que no exageraba cuando en el periódico apareció la noticia de que una azafata había rechazado la ayuda de una doctora porque creía que no lo era por ser negra. 

Ingenua de mí. Conociendo el racismo que en la actualidad existe en EEUU, pensaba que no podía aumentar, pero me equivocaba. Desde las elecciones se han dando brotes racistas hacia algunas minorías. Como si no sobrara con el que ya existe.

3 comentarios:

  1. Me preocupa lo que puede aumentar el odiado racismo con esa elección de presidente "USA".
    De momento quiere una barrera con México. Desconozco el problema real con las emigraciones masivas a EE.UU. para juzgarlo, pero, en caso necesario, me pregunto en que límite debían ponerla, toda vez que hasta bien entrado en siglo XIX gran parte de territorio mejicano fue rebasado y ocupado a la fuerza por los que ahora abogan por la tal barrera.

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    1. También hay que tener en cuenta que Norteamérica es un país de colonizadores y emigrantes.

      Aunque sea injusto, es comprensible que un país quiera defenderse de la inmigración desordenada y masiva. Debemos recordar que nosotros tenemos la valla de la vergüenza en Melilla. Lo que resulta doloroso es que el racismo vaya contra ciudadanos de su propio país, sólo por razones de raza, sexo o religión.

      Esperemos que la cosa termine siendo mucho ruido y pocas nueces.

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  2. Son dos cosas distintas el racismo y la inmigración.

    La inmigración es un gran problema sobre todo cuando se vuelve incontrolable y que en efecto los inmigrantes sólo traigan más problemas que soluciones. Eso pasó y sigue pasando en Venezuela. Lógicamente en países desarrollados, se pretende que quien inmigre, no represente un problema a futuro para ellos.

    El racismo, por el contrario, es un problema que hay que luchar por estirpar. Una cosa es que no nos sintamos a gustos con ciertas personas con determinado genotipo, pero eso no significa que tengamos que discriminarlos.

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