viernes, 25 de noviembre de 2016

Género a saldo

¡Menudo cabreo tiene mi amiga Julia! El ascenso que le correspondía a ella se lo han regalado a un chaval por su linda cara, literalmente, por ser guapo. 

Mi amiga trabaja en una fábrica de ropa. El chaval entró hace cuatro o cinco años con un título universitario de diseñador, con muchas fantasías en la cabeza y pocos conocimientos. Mi amiga le tuvo que cerrar en más de una ocasión la boca porque siempre andaba alardeando de saber de qué diseñador era tal o cual prenda. 

Desde el principio la jefa lo tuvo debajo de su ala. Se nota que le gustaba porque si iba un poco arreglado, con unos vaqueros que le marcaran los glúteos o una camiseta que le dibujara la tabletilla de chocolate, lo mandaba con cualquier excusa a la jefa de personal para que ella también disfrutara de la visión. 

Y es que su jefa se desvive por los tíos. Así, mi amiga Julia tiene nulas posibilidades de ascender. El anterior ayudante que tuvo su jefa, al que también ascendió, se quedaba a deshoras, cuando todos se habían ido ya, con el pretexto de terminar un trabajo. Era un poco escuchimizado, poquita cosa, flaco y excesivamente tímido. Mi amiga Julia y yo nos echamos unas buenas risas imaginando qué le hacía a la jefa en la intimidad de la fábrica, porque a ese no lo ascendió porque estuviera bueno. Alguna compensación debía de proporcionarle.

¡Qué asco de tíos! Sólo con estar buenos, o con prestarse a hacerle algunos favores a las jefas, ya consiguen lo que se propongan.

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Tengo una amiga Julia, pero es ingeniera de caminos. El día que la ascendieron en la empresa de micropilotes en la trabaja, sus ojos terminaron como los de una brótola por el llanto. Uno de sus compañeros aseguró que la habían ascendido sólo por ser guapa. 

Antes de conocer a Guille tuve un novio aparejador. En varias ocasiones me hizo callar delante de nuestros amigos, ridiculizando mis conocimientos sobre arquitectura, aunque él no había terminado su carrera y yo sí la mía.

A mi amiga Manoli, delineante, durante su etapa de becaria, su jefe le hacía ir de un despachos a otro con una nota. Las risitas tontas de los destinatarios de la nota le hizo sospechar y la leyó. Su jefe pedía que le miraran el culo. 

En el primer trabajo que tuve me quedaba más tiempo que mis compañeros porque pagaban las horas extras y necesitaba dinero para no depender de mi madre. A las pocas semanas me cedieron uno de los pocos despachos individuales que había y me dieron las llaves del estudio. Un compañero aseguró que me lo había ganado haciéndole felaciones al jefe y que él nos había pillado. 

Los anteriores ejemplos, ¿se pueden considerar violencia de género? Hacen daño y derramar lágrimas, pero la mayoría de nosotras respondería que no a la pregunta. 

Es curioso, con sólo el intercambio de sexo de los personajes, las injusticias se hacen más evidentes.

2 comentarios:

  1. Discriminación por género: un problema tan antiguo, y tan actual, que por lo pronto no veremos resolver, por más empeño que le pongamos. Mientras haya gente que le saque provecho a sus "atributos fisicos", gente que pague por ello, y gente que juzgue sin saber, seguirá pasando.

    De tu amiga Julia, no tengo mucho que decir, pues según su entrada, mientras su jefa no se vuelva "lesbiana", no tendrá su ascenso. En todo caso, tiene dos opciones: si le gusta lo que está haciendo, realmente el ascenso no importa mucho; pero si le molesta la situación, creo que sería conveniente que buscara un nuevo lugar donde se pueda sentir a gusto.

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    1. En la primera parte, antes de los asteriscos, había extrapolado los géneros de los personajes. En realidad mi amiga Julia, que es ingeniera de caminos, sí consiguió el ascenso, pero un compañero hizo correr el bulo en su empresa de que lo había ganado por ser guapa, no por méritos propios. Por supuesto, eso la cabreó mucho.

      Tienes toda la razón: para conseguir la igualdad real entre los géneros aún queda mucho, a pesar de que socialmente se sabe que es una injusticia.

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