jueves, 8 de mayo de 2014

¡Paradlo!

Aún quedan en el armario algunas prendas con las bolsas de la tintorería del final de la última primavera. El año pasado hizo frío hasta el 10 de junio, lo recuerdo porque me resultó gracioso que por primera vez desde que tengo consciencia, se hiciera real el refrán: Hasta el cuarenta de mayo no te quites el sayo. No hemos utilizado las prendas de mucho frío: plumones con las fundas de tela; gorros, bufandas, guantes... todo ha quedado relegado al fondo de los cajones. Ha sido un invierno muy suave. Es increíble que ya estemos de nuevo en verano (verano para los sentidos, por el calor; aún no por el calendario). Si hago balance de este tiempo transcurrido -gastado, tal vez desperdiciado- me doy cuenta que he pasado muchas horas delante del ordenador; la mayoría por trabajo, pero también muchas por diversión: husmeando en blogs ajenos o en el propio, viendo series, películas, escribiendo e-mails porque casi todos mis amigos están lejos de aquí. La pereza, la monotonía y la comodidad se han impuesto. Haría la promesa de enmendarme (salir más, buscar amigos aquí, asistir a todos los eventos posibles...), si supiera que tengo alguna posibilidad de cumplirla. 

4 comentarios:

  1. Ese refrán, que a pesar de reciente calor, puede llegar a cumplirse, yo lo conocía añadiendo: Y si vuelve a llover, te lo vuelves a poner.

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    1. Huy, espero que no ocurra: lo de volver a hacer frío, que ya me he aclimatado a este tiempo y llevado todas las prendas de abrigo a la tintorería.

      No sabía la segunda parte del refrán (y eso que mi abuela, y por herencia, mi madre, era, es, muy aficionadas a ellos).

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  2. No sé como es en donde vives, al menos en mi ciudad, con la inseguridad reinante, no hay muchos lugares ir o eventos a los que asistir, y al igual que tú, no soy de los que dice: "hoy mi meta será conseguir un amigo más". Aunque tengo un método de entretenimiento un poco extravagante, y es consecuencia de la escasez generalizada: hacer colas de de una a dos horas para comprar comida o artículos de primera necesidad, mientras deleito mi vista con las preciosidades que me rodean (de eso no me puedo quejar), e imaginar los pensamientos de los demás a través de sus expresiones.

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    1. Me cuesta trabajo imaginar lo que es vivir en un lugar inseguro. Leo constantemente las noticias que salen en el periódico e inevitablemente me aterran. Hoy mismo, en El País, una de sus noticias es: Cientos de jóvenes detenidos tras la escalada represiva en Venezuela. Viene ilustrada con la fotografía de un chaval que tiene un gesto de dolor y pena, rodeado de policías con trajes anti disturbios.

      Cuando viene alguna noticia en los periódicos internacionales referente a Granada, mi hermano que vive en Londres y que parece que la distancia le ha hecho olvidar qué era vivir por aquí, nos suele llamar para saber cómo estamos. Este es un lugar tan tranquilo que cuando suena una sirena a lo lejos, las ventanas y balcones se llenan de gente curiosa. Y al supermercado al que suelo ir todos los días, si en la cola para pagar hay más de tres personas, abren otra caja. Las esperas más largas se reducen a cinco minutos.

      Ya he visto que muy a menudo ganan las venezolanas los premios de las mises. Al menos tienes un buen entretenimiento para distraer la vista mientras esperas.

      Eventos, de mi agrado, suele haber pocos. Hoy se acaba de inaugurar la Feria del Libro, y seguramente habrá conferencias interesantes. Al menos, esta semana sí estaré entretenida.

      Compartimos el juego de imaginar qué pensarán los demás; aunque mi imaginación es escasa y a demasiados les supongo problemas de gases.

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