lunes, 12 de mayo de 2014

Las etiquetas del sexo

Es más fácil pulular por este mundo y no terminar sabiendo quién es Gabriel García Márquez, que creer vivir aislada de los medios de comunicación convencionales y, a pesar de todo, lograr que efímeros personajillos mediáticos la agoten. Mi suegra y mi madre son quienes me educan en lo que ocurre en el mundo de la farándula. Por lo general me resulta bastante indiferente quién se acuesta con quién, quién ha entrado en la cárcel por algún delito, o el hijo de quién ha lapidado la fortuna heredada. Pero estos dos últimos días sí han conseguido atraer mi atención al contarme que un chico-chica ha ganado el concurso de Eurovisión. Inmediatamente me puse a investigar. ¿Quién era ese chico-chica de quien hablaban mi madre y mi suegra? 


En cuanto lo vi, recordé que no era la primera vez que me topaba con esta señora. La había visto días antes en el periódico, uno de esos días muy ocupados que sólo leo algunos titulares y miro las fotografías. Tiene la belleza artificial de las modelos y mi imaginación atribuyó su look a la extravagancia de algún diseñador de moda. 

Mi madre está más contenta que haya ganado que mi suegra, a quien la ambigüedad siempre la ha puesto nerviosa. Creo que mi madre está pensando en una de mis tías. Su hijo pequeño es homosexual. Todos lo sabemos, ninguno le da importancia, pero todos lo ocultamos para no herirla. Debe de ser agotador tener que vivir ocultando lo que se es. 

En un mundo donde aún hoy existen países capaces de lapidar y encarcelar a los homosexuales, y que hordas de energúmenos en supuestos países civilizados los golpean hasta la muerte; es una alegría encontrar personajes tan valientes como Conchita Wurst, y más aún que tantas miles de personas aplaudan su valentía dándole su apoyo. 

2 comentarios:

  1. Ese tema tabú... el machismo intolerante, la iglesia ignorante, los políticos inconsecuentes y la sociedad los resiente. En mi ciudad, son vistos como bichos raros, pues en una sociedad católica, hipócrita quise decir, son vistos como violadores de las leyes divinas, como si los que critican fueran santos. Tuve la dicha de haber tenido compañeros de clase y de trabajo del "otro bando", y son tan personas, tan humanos como nosotros. Sienten, ríen, lloran, son respetuosos y ni que fuera un virus lo que tienen para que uno se contagie. No entiendo como es que simplemente los aíslan. Quizás sea porque en el fondo la gente que los critican son como ellos, pero no tienen el valor suficiente para admitirlo.

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  2. Si no soy yo quien comparto sábanas (o arena, o tapicería de sofá, o manto de hierba...) me resulta completamente indiferente la sexualidad de los demás. No comprendo por qué se le da tanta importancia quién se acuesta con quién, y, sobre todo, por qué esas preferencias pueden significar el daño físico o psicológico de una persona. Como comentas, la homosexualidad no es algo que se contagie como un virus. No sé por qué le tienen tanto miedo.

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