miércoles, 21 de mayo de 2014

La imprudencia de levitar

Toc, toc, toc... ¿Por qué no haré caso a los refranes? Esta mañana llovía a mares y ha vuelto a hacer frío. Ya había guardado la ropa de invierno. Los últimos días, siempre que no iba a la obra, solía ponerme unas sabrinas (es como caminar descalza). Pero hoy, con la lluvia torrencial encharcando aceras y atragantando imbornales, habría sido muy imprudente utilizarlas. Los planes que tenía eran ir a medir un piso al Realejo, a la zona noble, a uno de esos edificios relativamente modernos pero lleno de antiguallas, en el que te puede vedar el paso un señor disfrazado de dictador, con gorra de plato y galones dorados en los hombros. Las botas de la obra me tentaban, pero sabía que en un mundo donde importan más las apariencias que la realidad, podría tener problemas si no me disfrazaba. Terminé poniéndome los tacones, que, para ser unos zapatos tan altos, resultan relativamente cómodos. Toc, toc, toc.... Lo malo es que son del tipo anunciación: ¡Eh, abrid paso, que voooy! (parecen decir con por culpa del ruido que hacen). Toc, toc, toc... 

Siempre me ha dado mucho pudor entrar en los pisos sin sus dueños, caminar por habitaciones donde un hijo dejó los apuntes esparcidos por el suelo o a otro se le olvidó llevar la ropa sucia al cesto del lavadero, o percibir todos esos olores que han intentado esconder con ambientadores. Los muebles del piso de esta mañana parecían sacados, a partes iguales, de una iglesia barroca y una revista de decoración minimalista. No llevaba ni cinco minutos cuando llegó el señor de la gorra de plato exigiéndome que dejara de dar martillazos en el suelo porque la vecina de abajo se había quejado. ¿Eing? ¿Martillazos? Toc, toc, toc... caí en la cuenta que eran mis zapatos. Me disculpé y me los quité para dejar de molestar (aunque para entonces eran las nueve y media... ¿pero quién soy yo para imponerle a nadie cuándo levantarse y cuándo dormir?). 

El mármol estaba gélido, el parket parecía ser un pavimento radiante. Si es necesario, puedo ser como una bailarina, caminando de puntillas, ingrávida, etérea, como si levitara. Aún así, cinco minutos más tarde, tenía ante la puerta, de nuevo,  al señor de la gorra de plato: seguía haciendo mucho ruido y la vecina de abajo amenazaba con llamar a la policía (¡¿?!). Ahora me arrepiento de no haberle pedido que lo hiciera. ¿Qué estaba haciendo mal? Eran más de las 10 de la mañana y el ruido que hacía no podría haber sido detectado ni por un sonómetro. Pero no fue todo negativo: estaba midiendo con cinta y como el señor de la gorra de plato se obstinó en observarme para juzgar él mismo, lo utilicé como ayudante. 

6 comentarios:

  1. San Isidro Labrador: Adiós al frío y hola al calor.

    (Pero esta vez se equivocó:

    No hay regla sin excepción -ni siquiera ésta-.)

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    1. Ese refrán no lo conocía. Otro que también se ha equivocado este año: En febrero, busca la sombra el perro. El caso es que los refranes suelen ser muy orientativos, y este año el de Hasta el cuarenta de mayo, no te quites el sayo, está dando en el clavo.

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  2. Creo recordar que no ha mucho tiempo, comentando sobre refranes, aunque no sea muy crédulo, cuando se refería a ese de; Hasta en cuarenta de mayo no te quites el sayo, yo añadía: Y si vuelve a llover te lo vuelves a poner.
    No es conveniente cambiar el vestuario nada mas sentir los primeros calores, La experiencia me ha demostrado que son frecuentes estos cambios de clima. No hace muchos años, asistíamos a una boda de un familiar muy cercano. Estaba prevista la celebración en una hacienda cercana a Sevilla y, como no, disfrutar de la velada al aire libre., pues bien, el frío obligó a resguardarnos en el interior y era un ¡28 de junio!
    Lo que yo digo, a pesar de nuestra fama de calores insoportables, que tanto escuchaba en el norte, si lo pensamos bien, no son mas de 30 a 40 días al año, un diez por ciento aproximadamente. Ay, los tópicos, los tópicos.
    Sí, siempre me han llamado la atención, esos conserjes, porteros, guardas o como se les quiera llamar, que colocan en las viviendas de alto nivel social, que les ponen la gorra de plato y mas charreteras que un almirante, como para intimidar a todo quien se aproxime por el entorno. ¡Cuanta absurda parafernalia!

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    1. Efectivamente, a ese refrán me refería. Debería haber hecho caso y esperar un poco más para cambiar en el armario la ropa de invierno por la de verano. Pero es que en Granada no hay término medio: un día te hielas y al siguiente sudas como un pollo en un asadero.

      Las bodas y la ropa: ¡qué gran agonía! Como suelen ser por esta época del año (poca gente se quiere casar en diciembre o enero) es muy complicado acertar con el vestuario. Compras un vestido muy sexy unas semanas antes del evento y pocos días antes te das cuenta que no te servirá porque el tiempo ha cambiado y terminarás sudando a mares, o al contrario. Los hombres lo tienen más fácil: un traje y asfixiarse con el nudo de la corbata. Aunque yo sudo a mares sólo de pensar que en pleno mes de agosto -por ejemplo- una persona debe ir ataviado durante horas con dos mangas largas (la camisa y la chaqueta ¡qué caló!).

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  3. Bueno, aquí los porteros o vigilantes sólo tienen su camisita que parece de liceista. del resto, o son ancianos, o son guajiros (una etnia indígena a quienes se les atribuye poca educación e instrucción, pero que son intocables ya que te caen como avispas si llegas a propasarte con alguno de ellos). Aquí son, en cierto modo, una necesidad debido a la inseguridad. Aún en apartamentos cerrados, son capaces de robarse los carros dentro del garaje. Lo único que sí no entiendo, es que no portan armas, pero siquiera un garrote, pues según no se quién me dijo, ellos simplemente son vigilantes y como tal sólo ven y avisan.

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    1. En mi bloque, el único portero que tenemos, es el automático. Sólo los bloques que pretenden tener solera, suelen contratar a un portero, cuya función principal es la de reparar todo lo que se estropee en las zonas comunes del edificio. Pocos acostumbran a ir disfrazados (cosa que, además, queda muy ridícula). Servirán, al menos, imagino, para evitar que personas extrañas se cuelen (desde falsos encargados del gas, a mormones que pretenden hacerte llegar la palabra de Dios).

      Aquí también hay inseguridad ciudadana. Hace unos años nos robaron del balcón -vivíamos en un segundo- ropa de deporte, incluyendo unas zapatillas. Era ropa exclusiva -no por ser cara, si no por estar personalizada- y fue muy fácil pillar al ladrón. Cuando mis hermanos -la ropa era de ellos- se enfrentaron a él, les dio tanta pena que terminaron regalándole algunas prendas más. (Mis hermanos siempre han sido muy extraños).

      Por fortuna la inseguridad aquí es muy rara, no es algo con lo que nos encontremos todos los días, incluso ahora, que la gente comienza a estar desesperada por llevar mucho tiempo sin trabajo.

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