lunes, 27 de junio de 2011

De oca a oca... y tiro porque me toca (carambolas)

Me he aficionado a la música pop coreana porque hace un par de años me intentaron atracar junto al puerto de Málaga y uno de los chavales, el que no tenía navaja, llevaba una camiseta que ponía "BigBang Asia Best" letras brillantes, iridiscentes, como de escamas de pez, sobre fondo negro. No recuerdo las facciones del chaval, pero sí el detalle de la camiseta. Investigué (es fácil encontrar hasta lo más complicado en internet). De BigBang pasé a SS501, Shinee, JYJ, TVXQ... y ahora CN Blue



Hay que tomarlos a sorbitos, saturan de inmediato si se escuchan constantemente.


A mi marido lo conocí en la primera empresa para la que trabajé en Barcelona. Me contrataron como estructurista, expresamente, aunque acabé haciendo un poco de todo, y tenía el número 144 de mesa (lo que significaba que en ese momento, en la empresa, trabajábamos 144 personas más los altos cargos, que no tenían número adjudicado porque ellos disponían de despacho propio). Guillermo llevaba trabajando allí 4 meses, de topógrafo y tenía el número 141; deberíamos haber compartido despacho, porque cada sala tenía 10 mesas; pero antes de ocupar la que me adjudicaron, una chica me pidió que le cambiara el sitio alegando que el color rosa la ponía de los nervios (cada sala estaba pintada de un color, la que debería haber ocupado yo, de azul). Acepté. Durante al menos seis semanas Guille y yo no coincidimos, o no reparamos en el otro. Hasta que solicité utilizar más ordenadores porque el CYPE de la empresa era muy lento y me tiraba medio día con los brazos cruzados. Me dieron las llaves de la sala 15 (10 pc para mí sola). Puse las mesas en semicírculo, dejando un enorme espacio libre en el centro de la sala (esta era de color pistacho). El segundo día Guille se coló en mi "paraíso terrenal" sin pedir permiso y empapeló el suelo con enormes planos topográficos... y siguió haciéndolo en los días sucesivos. Al principio pensé que era un señor mayor porque siempre aparecía vestido con traje (no sabía que le tocaba ir a los juzgados casi todos los días), también creía que estaba casado y que tenía dos hijas (lo vi en una ocasión con dos niñas pequeñas cogidas de la mano, luego supe que eran sus sobrinas). Y él pensaba que yo era la hija adolescente de la jefa (Ja!). Hasta que un viernes Guille no me invitó al Jazz-Room, no reparé en su presencia. 

Algo no funciona correctamente en el cerebro de mi familia, en la rama materna: todos tenemos dislexia, en mayor o menor medida. En los primogénitos apenas se nota, los benjamines de todas las familias somos casi analfabetos funcionales. Las familias normales tienen médico de cabecera, nosotros tenemos psicopedagogo de cabecera. Para colmo de males, yo, cuando era niña, también sufría de dislalia (incapacidad para pronunciar el sonido R)... y me llamo Rebeca (la de bromas pesadas que tuve que soportar). Si podemos más o menos manejarnos con el lenguaje escrito (aunque cometemos muchos errores, tenemos poco vocabulario y confundimos el sentido de muchas palabras) ha sido gracias a un método que ideó mi tío Fermín. Paradójicamente su hijo, mi primo Paco, ha sido el único de toda la familia incapaz de utilizarlo. Ahora es cocinero y su recetario está contenido en su cabeza. 

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