lunes, 15 de julio de 2013

Sin perdón

El día de ayer empezó muy, muy, muy temprano. A las seis y media de la madrugada (de un domingo) mi cuñada me llamó por teléfono. A esas horas imaginas lo peor. Los pocos segundos que tardé en espabilarme y responder, dan para imaginar mucha catástrofes personales. Estaba histérica (pero no es necesario que ocurra algo grave para que ella se ponga a gritar como una poseída). Mi cuñada estaba pasando la noche en el piso que su padre tiene en el Zaidín porque mi sobrina está de campamento, mi hermano de viaje de negocios y a ella le da miedo quedarse sola en la casa que tienen en Cullar (cosa que a mi sobrina no le ocurre). El padre dormía en la casa de la novia. Me contó que a las seis y pico de la madrugada llamaron al portero automático. Se despertó y pensó que era un grupo de gamberros y/o borrachos y no les hizo caso. Volvieron a llamar, esta vez con más insistencia y se asomó a la ventana, con la intención de echarle un bullón (palabra propia de mi cuñada que significa echar una bronca muy grande) pero se dio cuenta que eran dos guardias civiles. Bajó en pijama (el Zaidín, un barrio de Granada, es casi como un pueblo, es muy normal ver bajar la basura o pasear al perro en pijama). Preguntaban por su padre, como no estaba, no quisieron informarle de por qué habían ido a buscarlo. En cuanto se fueron los guardias civiles, le entró la histeria (la imaginación sin razonamiento, es muy mala). En lugar de llamar a su padre, como hubiera sido lo sensato, me llamó a mí. Al cuarto de hora estaba con ella, y con una docena de vecinas que se habían congregado a su alrededor. Una punzada de celos. Le habían llevado tila para tranquilizarla, le abanicaban, le hacían mil sugerencias para quitarle de la cabeza la idea de que su padre estaba tirado en una cuneta después de haber sufrido un accidente...

Accidente lo hubo. Nos enteramos una hora más tarde. Pero lo tuvo el hijo de la novia del padre de mi cuñada, y no él. Le dejó el coche. El hijo de la novia bajó a la playa con un grupo de amigos, se emborrachó y cuando volvían, estrelló el coche contra un camión que estaba aparcado. Por fortuna, nadie salió herido. Pero, en lugar de asumir las consecuencias, se dieron a la fuga.

Fue curioso ver la reacción de mi cuñada cuando se reunió con su padre a la hora de comer: le golpeaba porque le había hecho pasar un gran susto y le reprochaba que le hubiera dejado el coche al hijo de la novia y nunca se lo deje a ella porque la cree una inconsciente conduciendo; lloraba con desconsuelo y, a la vez, lo abrazaba y daba besos porque estaba en perfecto estado cuando lo había imaginado muerto pocas horas antes. 

2 comentarios:

  1. Si es lo que yo digo: En esta vida moderna de separaciones y "arrejuntamientos", en la cual me incluyo, los sustos se multiplican. Pero no la critico, ¡ni muchisimo menos!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. El padre de mi cuñada, acostumbrado a tener plena libertad desde hace mucho tiempo, no se da cuenta que los hijos se pueden preocupar por él. Aunque ellos ya están curados de espantos. En una ocasión el hombre se fue de vacaciones a Francia sin decírselo a nadie. Los hijos se enteraron por el movimiento de sus cuentas y después de denunciar su desaparición.

      Eliminar