jueves, 25 de julio de 2013

Casas de ensueño

Guille dice que uno de los días más felices de su infancia fue cuando se mudaron de casa y su padre (no biológico) y él montaron el Scalextric en la cocina y el salón, aprovechando que se comunicaba con dos puertas, y estuvieron jugando toda la tarde. Luego ya no pudieron hacer lo mismo porque la casa estaba ocupada por los muebles y, sobre todo, por una madre que exigía un estricto orden. Cuenta que durante muchos años su principal sueño fue tener edad para poder independizarse y comprar un piso enorme donde poder colocar un Scalextric semejante al que montaron su padre y él. Asegura que esa etapa de vida ya pasó hace mucho, pero estoy convencida que aún hoy sería feliz si pudiera colocar el Scalextric en toda la casa y jugar como un niño (aún lo conserva y fue un regalo muy socorrido -un coche o unas cuantas piezas- en las primeras ocasiones que necesité regalarle algo, cuando aún no lo conocía bien). 

Mis libros están desperdigados. Tengo en casa de mi madre, en la casa de Barcelona y aquí, en Granada, donde vivo actualmente. Sería imposible juntarlos todos por falta de espacio, aunque parte del salón de Barcelona está destinado exclusivamente a ellos (la biblioteca, llamamos pomposamente a ese rincón de la casa).  Se amontonan en estanterías metálicas y de madera, como si se tratara del almacén de una tienda o un economato -palabra robada a mi madre-. A veces, mientras dibujo, se me va la bola y diseño en las casas que estoy proyectando, una biblioteca. Me la imagino tipo antigua, pero cómoda. Las paredes, desde el techo al suelo, forradas de libros, dos alturas, con pasillos a los que se accede con escaleras de barco. Todos los libros a la vista y accesibles. 



En el siglo XIX, H.H. Holmes consiguió construirse su casa de ensueño en Chicago. La convirtió en un hotel donde fueron a parar, desafortunadamente, muchos de los visitantes a la Exposición de 1.893. Una de las habitaciones para los huéspedes era una cámara de gas con varias mirillas desde las que Holmes podía observar qué ocurría en el interior. Desde esa misma habitación se tenía acceso a diferentes trampillas y toboganes que permitía descender al huésped difunto o simplemente mareado por el gas, hasta el sótano del hotel donde existían cubas llenas de ácido o cal y una habitación destinada a la tortura. Se sospecha que el Dr. Holmes asesinó a más de 200 personas. 






4 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Sí, yo también aluciné con el documental con el que me topé hace poco. No sabía nada de este asesino en serie.

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  2. Bueno, bueno... Eso del excalectric ha traido a mi memoria, que cuando, dentro de la misma empresa, muy importante en la producción de aceros especiales, mi puesto laboral estaba en Bilbao, en la Bienal de la Máquina Herramienta teníamos un pabellón donde exponer parte de nuestros productos, o bien manufacturados por otras empresas. En una ocasión se exponía un coche rojo, como un bólido, precioso (Contenía imanes de nuestra fabricación), era para un escalextric de grandes dimensiones, casi una montaña rusa. Estoy seguro que a su marido le hubiera encantado. Yo determiné "requisarlo" como era habitual al final del certamen entre los que interveniamos en el pabellón. Procuré no ser visto y lo escondí al fondo de un almacén. Cuando salí por la tarde de la oficina y fuí a recogerlo encontré "solo el sitio". Había desaparecido. Un misterio que aún hoy me persigue. ¡Que astucia empleó mi seguidor!. ¿Quien fue?. Aunque no era ningún delito, tampoco era cosa de "airear" el asunto.
    En cuanto a los libros: Es tal la falta de espacio, que hace poco doné unos 50. Claro, aquellos que se que no leeré de nuevo. Me parece genial la idea puesta en práctica en Alemania y que expongo en el blog, de unas bibliotecas urbanas, una especie de armarios rojos y acristalados situados en la via publica que contienen libros a libre disposición de cualquier ciudadano y también se pueden aportar. Así yo dejaría allí muchos más sin tener luego ese "requemor".

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    1. Brillante la idea de las bibliotecas urbanas, pero aquí seguro que terminarían convertidas en yesca para algún grupo marginal, los que suelen tener más miedo a la palabra escrita que a las armas (los neonazis, por ejemplo). En Barcelona hace algunos años (seis o siete) pusieron paneles en algunas paradas de autobús con el inicio de algunos libros (creo que fue durante la feria del libro).

      Yo también me propongo deshacerse de algunos libros de vez en cuando, pero, a no ser que los tenga repetidos, me cuesta mucho deshacerse de ellos. Siempre creo que voy a volver a leerlos (como si mi vida fuera eterna).

      Seguro que a mi Guille le hubiera gustado mucho el bólido rojo. En Navidad, cuando algunas jugueterías montan como exposición algunos Scalextric, se queda mirándolos como si fuera un crío chico.

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