martes, 8 de octubre de 2013

Las fronteras del buitre

Las calles amplias, anchas, con mucho tráfico, de esas que obligan a semáforos capaces de destruir la mayor de las paciencias; son como ríos infranqueables para algunas personas. Le ocurría a un vecino que ha fallecido recientemente. El hombre era bastante creyente y muchos domingos por la mañana lo veía caminar apoyado en su andador, hacia la iglesia de San Emilio. La Iglesia de las Angustias, físicamente, la tenía más cerca y es mucho más bonita, pero se interponía en su camino la Acera del Darro. 

Pocos días antes de morir, cuando ya se encontraba bastante enfermo, pidió que fuera un sacerdote, el de la Iglesia san Emilio, en concreto, porque lo conocía bien, eran amigos y en muchas ocasiones había ido a visitarlo. Más de una vez me lo encontré en las escaleras. Chocaba que su aspecto fuera tan cuidado y dejara los pasillos impregnados de un olor extraño, muy químico. Guille lo reconoció y me dijo que era un after shave antiguo: Floïd. 



Se quedaron esperándolo tres días. Habían dejado recado a una de las feligresas y cuando volvieron, se llevaron la desagradable sorpresa de que el sacerdote no podía ir hasta donde vivía para tener un rato de charla porque estaba fuera de su jurisdicción. Cuando murió el hombre, las hijas no quisieron que la misa de funeral se celebrara en la Iglesia a la que siempre iba. Aunque esto no les sirvió de consuelo. 

6 comentarios:

  1. Siempre me he preguntado por qué Floïd lleva diéreseis en la i.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Misterios de marketing, seguramente. Otro misterio: ¿cómo pueden utilizar los hombres un producto que huele tan mal?

      Gracias por tu comentario. Me alegra verte también por aquí.

      Eliminar
  2. Nunca había escuchado una falta de humanidad más absurda. Ponerle también fronteras al mundo espiritual, ya es hasta esperpéntico.
    Apenas he usado alguna vez una loción para después del afeitado, pero esa marca es ya casi de museo. La tiene mi peluquero en una estantería, pero creo que más que nada como exposición. También el Acqua Velba.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hoy coincidí con una vecina que conoce mejor el caso, y cuanto más me informan, más rabia me da: el sacerdote recibió generosos donativos de mi vecino (y en esos casos, no existían fronteras).

      La marca Floïd es de 1936, y continúa existiendo. Acqua Velba, ésta sí que no la he olido nunca, es aún más vieja, de 1929.

      Por fortuna mi marido no utiliza lociones de este tipo, tienen un olor demasiado extraño para resultar agradable.

      Eliminar
  3. .
    Precisamente por recuperar un olor antiguo es por lo que hace ya unos años me hice adicto del Floïd, BeKá. Es el olor de las barberías apolilladas, de legionario vestido de limpio, de proxeneta de barrio chino, de galán trasnochado. De muerte.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Tengo una teoría: el olor de Floïd es un sistema de seguridad antirrobo. El olfato suele acostumbrarse a los olores y al cabo de un rato se deja de percibirlos. La mujer propia no lo olerá, pero las extrañas serán repelidas por el hedor. Además, somos las mujeres las que solemos comprar los afeites y potingues masculinos. Si una mujer te regala un bote de Floïd te estará diciendo: Tú eres mío y a la perra que se te acerque, le arranco los ojos. (Bueno, un poco exagerado, pero el mensaje más o menos suave o violento, será ese).

      Eliminar