sábado, 15 de octubre de 2016

Somos los tontos

Ni siquiera de noche me libro de los ruidos de la obra: cuando eran las cinco menos veinte de la noche, fuera pintaban las líneas de la calle. La máquina era como un tractor minúsculo, pero hacía el jaleo de un helicóptero volando rasante. Con las dos primeras pasadas temí que hubiera un incendio en las cercanías; hasta que salí a la azotea y miré al cielo. Había ruido, pero no aparato. Tuve que buscar entre las sombras de la calle para resolver el enigma. Los operarios parecen muy hábiles, con esa agilidad que se gana con la experiencia. 

Ayer por la mañana mosqueé al electricista que metía cables en una rehabilitación que tenemos en calle Elvira. Sólo metía cables por los tubos corrugados que quedan escondidos en la pared, pero lo hacía con tanta rapidez, que resultaba imposible apartar la vista de él. Me miraba de reojo, supongo que a la espera que le hiciera alguna observación. En realidad tenía una pregunta que hacerle, pero temí molestarle y me quedé con las ganas de conocer su respuesta. Tú que eres electricista, ¿tienes alguna trampa en el contador de tu casa? 

Poco antes de llegar a la obra, en la caótica mañana de ayer, había estado en el piso del contable de Guille, que a la vez es uno de sus amigos del futbito. Tenían puesta ya la bomba de calor y el ambiente dentro de la vivienda era sofocante. Bromeando le pregunté si no tenía miedo a la factura de la luz, y antes de responderme, se partió de risa. Él y todos sus vecinos tienen hechas trampas en los contadores y sólo pagan una décima parte de lo que consumen. El bloque está en la zona norte de la ciudad, pero no a la zona deprimida donde se juntan criaderos de marihuana y químicos de las drogas de diseño. En el bloque viven personas normales, con un sueldo fijo mensual: contables, profesores, abogados, dependientes, funcionarios...

El amigo de Guille asegura que hay que ser tonto para pagar los recibos astronómicos de la luz. No se percata que esa luz que consume y no paga, se la pagamos entre todos, por eso la cantidad es astronómica.

Qué poca solidaridad. 

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