miércoles, 8 de junio de 2016

El cuento de la lechera

Shhhhhh, silencio. A veces las palabras susurradas son más fáciles de comprender que las espetadas a gritos porque se tiene mayor cuidado al articular las sílabas. Ayer, avanzada la madrugada casi hasta el amanecer, mientras esperaba a que se me secara el pelo tumbada en una hamaca en la terraza, había salido a correr y luego duchado, escuché la conversación que dos hombres jóvenes tenían bajo mi ventana. Compartían una litrona y uno de los bancos de la plazoleta. Uno de ellos se quejaba de haber encontrada esa mañana en el buzón el recibo del IBI. Le iban a desplumar más de 250 euros por una mierda de casa que tenía en el Realejo; el otro se reía en lugar de consolarlo. 
- Eso te pasa por ser un puto proletario, tío. Métele yesca y que te pague el seguro. 
- Con la mala suerte que tengo, seguro que me pillan. ¿Sabes qué estaría de puta madre?
-¿Qué?
- Te vas detrás del tío que reparte los recibos del IBI, los sacas de los buzones, das el cambiazo a la cuenta del Ayuntamiento por la tuya y te forras en ná de tiempo. 
- Te pillarían por la cuenta.
- Cojo la de mi yayo que tiene más de 70 años. Con 70 años no te enchironan. Lo mandaría a sacar la pasta todos los días. Seguro que picaba más de un pardillo.
- Y más de dos.
- Qué vacaciones más de puta madre nos podríamos tirar. Y sólo necesitas un escáner, una impresora y mucho papel.

Cuando entré en casa para dormir, los dos sujetos seguían imaginando qué podrían hacer con el dinero. Lástima que no utilizaran su imaginación para conseguir un negocio legal.

No hay comentarios:

Publicar un comentario