miércoles, 5 de marzo de 2014

Sobre fratricidio

Tengo en la memoria un recuerdo que  a la fuerza debe ser falso porque en él mi tío Pere y mi tía Lola están juntos bajo el mismo techo y jamás se soportaron, hasta el extremo de repelerse como imanes de igual polo. En el recuerdo me duele el estómago, y mi tía, que es sietemesina, (supuestamente tiene el don de curar los problemas estomacales) me masajea el estómago. Conmigo ese don sólo funcionó una vez (tenía gases). En esta ocasión hubiera preferido que me dejara sufrir en soledad. Mi tío está en el extremo del sofá donde tengo apoyada la cabeza. De vez en cuando me toca la frente, como hacía con mi padre, y parecía preocupado. Tal vez el recuerdo fue un sueño, una forma cobarde de protestar porque después de la muerte de mi padre todos me atosigaban y yo sólo quería estar sola.

En ese recuerdo, como en muchos otros donde no participa la imaginación y comparto con mis hermanos, mi tío Pere interrumpe lo que está haciendo para poner toda su atención en la TV porque dan una noticia sobre Antonio Tejero (el del golpe de estado del 23-F de 1.981). Mi tío lo consideraba un héroe. No comprendía por qué lo había encarcelado. A fin de cuentas -decía- ese tío sólo ha hecho que los chupasangres de los políticos se caguen o se meen en los pantalones. Algunos le reían la supuesta gracia, y hasta había quien se la copiaba. Yo lo creía. Era una niña, no comprendía aún qué era una dictadura o una guerra civil. 

La Guerra Civil Española es de color sepia y huele a alcanfor. En los libros de historia del colegio se reducía a un párrafo, mucho más corto que el temario que se ocupaba de al-Andalus, como si fuera algo vergonzoso que hay que esconder y mostrar sólo de soslayo. Tal vez por esa sensación de ser algo que no merece la pena, todo lo que trataba de la Guerra Civil me repelía. Entre ello, Max Aub, escritor que me había aconsejado hasta la saciedad mi madrina. Ella conoce mis gustos (porque suelen ser los suyos). Incluso me regaló un par de sus libros: los dos primeros tomos del Laberinto Mágico -no sabía que era una serie de seis novelas-. He empezado por Campo Abierto; pero al parecer no importa mucho el orden. Me ha gustado mucho. Sólo el trabajo ha impedido que lo lea de un tirón. No es una literatura del tipo desnuda (Y se quitó la túnica, /y apareció desnuda toda. /Oh, pasión de mi vida, poesía / desnuda, mía para siempre!). A veces, demasiado empalagosa para mi gusto; pero tiene mucho humor, sobre todo en las descripciones de los personajes y es muy interesante lo que cuenta. 

Si mi tío Pere aún siguiera admirando a Tejero, le haría tragar, página a página, este libro, para que comprendiera de qué pasta, hedionda y marrón, está hecho su héroe.  

6 comentarios:

  1. Vida apasionante donde las haya la de Max Aub.
    Me apasiona la Guerra Civil Española, desde un cercano punto histórico de referencia. Poseo amplia bibliografía y filmografía. Por supuesto no la viví, pero la escuchaba embelesado desde niño por sus protagonistas de ambos bandos y jugué con restos de armas de la época. Después comprendí que aquello fue una salvajada que, incluso, ha hecho correr más o tantos ríos de tinta, que la mismísima Segunda Guerra Mundial. ¡A que atrocidades puede llegar el ser humano, que parecen inherentes a él!

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    1. Yo es ahora cuando comienzo a interesarme por la Guerra Civil. Apenas había leído nada. Por quién doblan las campanas? de Hemingway, creo que nada más.

      De Max Aub penas sé nada. Lo poco que viene en la contraportada del libro. Tendré que hacerme con su biografía.

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  2. .
    Otra de las ventajas que encontré en Max Aub y su Laberinto Mágico es que te obligaba a leer con un diccionario al lado.
    Saludos.
    :-)

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    1. Cocaquimio, balumba, filípica, balumbona, pataqueta, restallante... sí, a mí me ha pasado lo mismo.

      (Bonito cambio de look)

      :-)

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  3. Sobre las guerras, llámese civiles, mundiales, invasiones golpes de estado, de lo único que estoy seguro es que lo escrito difiere bastante de lo vivido. Tengo la dicha de no estar frente a un fusil disparando, ni haber sufrido las atrocidades que acompañan a la guerra. Los libros, por lo general siempre explican estrategias, bandos, razones, cantidad de muertes, pérdidas y atrocidades cometidas, pero no pueden plasmar la angustia, la desesperación del momento, aún cuando el autor lo haya vivido, pues el hecho es que no se sabe hasta que no se vive, Cuando uno ve a quien si vivió una guerra, se le puede ver en los ojos esa agonía, esa desesperación, perceptible, mas no descriptible. Aún recuerdo cuando los viejos me contaban sobre la invasión de japón a china cuando era un niño. No recuerdo sus rostros, pero sí su expresión, sus ojos, su desesperación.

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    1. Tienes razón, sobre todo las películas, la mayoría son muy impolutas, asépticas. No hay cobardes, no hay miedo, no hay sufrimiento. Algunas pretenden ser tan limpias que los uniformes de los soldados, después de pasar toda una noche en una trinchera, parece recién planchado.

      Tu comentario me ha hecho recordar la película Black Hawn Down. Estoy escuchando la banda sonora en estos momento. En esta película, tal vez por estar basada en hechos reales recientes, sí aparece en parte ese miedo y las meteduras de pata de algunos estrategas militares, que existen en la realidad.

      Hace algún tiempo vi un documental sobre las bombas de Hiroshima y Nagasaki. Algunos supervivientes contaban barbaridades. Una madre que había tenido que escuchar cómo se quemaban sus hijas sin poder hacer nada, un cartero al que le caía la piel a tiras mientras intentaba buscar supervivientes que lo ayudaran y sólo veía muerte... Lo más raro de ese documental era la expresión de quienes relataban sus experiencias, pero no porque reflejaran sufrimiento, si no, al contrario, por la indiferencia con que parecían recordarlo todo. Como si la bomba también los hubiera vaciado de sentimientos.

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