Me suele gustar el cine que hace Luc Besson; pero la mayoría de las películas de este director francés son como casi todo el cine comercial norteamericano: hay que verlo y no cuestionarse nada de lo ocurre en la trama. Hoy he vuelto a ver León, el profesional.
Cuando la estrenaron, mis hermanos me la llevaron a ver. Un asesino a sueldo se hace protector de una niña a la que un grupo de policías corruptos asesinan a toda su familia por problemas de drogas. Me gustó y me gusta aún, pero, ¿qué ocurre si extrapolamos los hechos de esa película a la realidad? El héroe es un tío que se gana la vida asesinando a los supuestos malos. Acabar con la vida de otra persona que no le ha hecho nada por un puñado de dinero, con premeditación y alevosía. Son los malos. En su simpleza, la película sólo nos muestra la vertiente malvada de estas personas. Nos obligan a dar por sentado que merecen morir sin juicio y sin defensa. Al final, cuando el asesino a sueldo y la niña están a punto de ser atrapados, cargarse a todos los policías posibles parece la única opción. Como en tantas otras películas de este tipo, el poder judicial parece no existir. A El profesional no se le ocurre denunciar a los policías corruptos e intentar evitar una masacre.
Por fortuna casi todos sabemos distinguir ficción de realidad.
Siempre he pensado que la crueldad humana no tiene sexo, posición social, edad, religión y un largo etcétera. Simplemente hay seres humanos crueles a quienes detexto. Pero hay situaciones que ignoramos como actuariamos si nos vieramos en ellas.
ResponderEliminarSupongo que es posible que todos suframos un arrebato al encontrarnos en una situación límite (ejemplo: que le hagan daño a un familiar). Pero la gente, por lo general, no piensan que el poderoso, el héroe es el que termina cargándose a todos (como el falso monje shaolin, el asesino de adolescentes en Noruega o el mismo José Bretón).
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