miércoles, 28 de diciembre de 2016

La noche más larga

¡Vaya mierda!

He tenido amigos en la cárcel (porque se lo merecían, pocos son los inocentes encarcelados), a los que he escrito cartas. Solía poner después de la despedida: Y saludos a los revisores muak muak. Mis amigos me advertían que les entregaban las cartas abiertas para que evitara poner cosas libidinosas, aunque saberme leída por terceros, en una época de mi vida, era más un acicate que un freno para dar rienda suelta a mi imaginación más lujuriosa. 

Las cartas peligrosas, si salen de la cárcel, es para llegar a las manos de un juez. Pero algo funciona mal en nuestro perfecto mundo de derechos y deberes. Un hijo de puta llamado Iñaki Bilbao, un terrorista expulsado de ETA, ha escrito una carta llena de majaderías fantasiosas, más propias de un adolescentes imberbe que de un adulto (frases típicas y manidas con las que rellenábamos los márgenes de los libros y las carpetas en el instituto) y El País puede dar hoy fuelle, necesariamente con el beneplácito del juez, a esas palabras descerebradas que deberían estar encerradas en un cajón. 


martes, 27 de diciembre de 2016

Todos los días de mi vida

Mi amigo Cencio, conocedor de mi admiración por Antonio Muñoz Molina, me ha pasado el artículo que ha escrito, aún no está publicado, como exclusiva.

Texto: I. Clavijo
Imagen: E. Lindo

Muñoz Molina narra las vicisitudes y éxitos de su vida en 2.500 páginas.

El nuevo libro del escritor andaluz, "Todos los días de mi vida", una densa biografía, se publicará a principio de enero, coincidiendo con el día de su cumpleaños.



La idea le sobrevino a Muñoz Molina el día que rechazó escribir la autobiografía de Belén Esteban. Después de llevar una semana persiguiendo al personaje público, sin conseguir elementos reales que no convirtieran el libro en pura ficción, se dio por vencido. Ante él apareció un tiempo infinito que había planeado dedicar a narrar la vida de otros, fue cuando decidió sacar del escondite de su memoria acontecimientos de un pasado reciente y remoto que, está convencido, dejará patidifusos a muchos de sus ávidos lectores. Ante la insistencia por querer conocer un adelanto de lo narrado en su biografía, Muñoz Molina sólo ha querido confesar que hace poco estuvo tentado por Mariano Rajoy para que ocupara la presidencia del Ministerio de Defensa. Rajoy guarda gran respeto y admiración por el escritor jienense desde que leyó su afamada novela Soldados de Salamina. La respuesta de Muñoz Molina fue: Cuando las ranas críen pelo. El presidente del gobierno ha consultado a un biólogo para saber en qué época del año ocurre eso. 

Para conocer más detalles, habrá que esperar a que el nuevo libro de Muñoz Molina llegue a las librerías. 

lunes, 19 de diciembre de 2016

El proceso

Ahora resulta que en este país (España) ser gilipollas está penado con la cárcel. Un sujeto, Manuel Bustamante, lleva en la cárcel desde 2015 sin pruebas por ser, supuestamente, terrorista. 

¿Cómo se forja, para la policía y con el beneplácito de la justicia, un terrorista? Yendo a algunas manifestaciones al borde la legalidad, teniendo ideas algo extrañas, soltando muchas majaderías en las redes sociales, haciendo alguna que otra pintada y guardando en casa unos cuantos productos de limpieza. Una descripción que abarca a la gran mayoría de adolescentes. 

Después de leer el artículo, si no fuera porque un sujeto está privado de libertad, este asunto sería digno de una comedia.  Falta de libertad que temo y espero, porque las injusticias hay que resarcirlas, le costará al Estado, es decir, a nosotros, un pastón.

domingo, 18 de diciembre de 2016

Una bola de nieve

Recuerdo que cuando mi perra de la infancia tenía miedo por culpa de los cohetes, se enroscaba entre mis piernas y mendigaba unas caricias. Era el único momento que requería atención. El resto del tiempo iba a su bola. Si alguien osaba pasarle la mano por el lomo en cualquier otro momento fuera de esos que sentía pánico, giraba la cabeza y miraba altiva, como preguntando: ¿qué diablos haces? Algunos no se daban por enterados y la perra enseñaba los dientes y gruñía. Estoy convencida que mi mascota de la infancia nos entendía mejor ella a nosotros que nosotros a ella. Si alguno de mis hermanos gritaba Vamos a mear, ella corría a su lado. Si alguien decía Baño, se escondía en el patio porque era un poco enemiga del champú y el agua. Si la palabra era Comida, ella salía escopetada y saltaba alrededor de quien tenía su plato hasta que se lo llenaban con las sobras. Hace poco hicieron un estudio asegurando que los perros entienden algunas palabras. Ese estudio es tan innecesario como otro que asegurara que si te das un martillazo en el dedo, duele. 

La semana pasada, durante el puente de la  Constitución, estuvimos en un pueblo de las Alpujarras. Guille acarició a un perro que encontramos en uno de nuestros interminables paseos, y el animal nos siguió a distancia durante kilómetros. Pertenecía a una familia que había estado en nuestra misma cabaña durante el fin de semana. Subieron en dos coches, al bajar, creyeron que el perro iba en el otro. Sólo al llegar a Granada se dieron cuenta que no iba en ninguno. 

Durante prácticamente una semana ha sido un ovillo en uno de los rincones del estudio, sobre una manta vieja. Apenas se ha movido. Aunque la dueña nos aseguró por teléfono que le encantaba el jamón york, sólo lo aceptaba si se lo poníamos en su plato. Era como si el animal comprendiera que estaba de visita y no quisiera molestar. 

En cuanto vio a sus dueños utilizó toda la energía que había estado acumulando durante días. Dio saltos, les lamió las manos, correteó de un lado para otro. Antes de marcharse, cuando estaba delante del ascensor, volvió hasta mí, me olisqueó las manos y regresó con sus dueños. Creo que fue un gracias. Ahora levanto la cabeza y busco el ovillo de pelaje blanco junto al rincón del estudio sin encontrarlo. Qué fácil es encariñarse con los animales. 

sábado, 17 de diciembre de 2016

Un minuto de silencio, por favor

Rafael J. Álvarez, pregunta: ¿Donde esté un minuto de bombas que se quite un minuto de silencio? 

Pérez-Reverte, respuesta: Sin duda. Las bombas despiertan a la gente y hay demasiada gente dormida. 

Aquí iba a poner una de las miles fotografías que circulan por Internet de niños ensangrentados, muertos o heridos como consecuencia de las bombas de cualquier guerra, en brazos de padres con el rostro desencajado por el dolor y el llanto o solos en morgues atestadas, para dejar en ridículo las palabras de Pérez-Reverte y la pregunta de Rafael Álvarez que dio pie a tanta estupidez, pero no creo que sea necesario hacerlo. 

El hombre que vino del pasado

¿Algo peor que una reunión de vecinos de una comunidad? Dos reuniones de vecinos. La del viernes empezó a las seis y media y terminó pasada la medianoche. Se discutían los mismos puntos que la del lunes, pero con un técnico puesto por la comunidad. Yo, supuestamente, no era imparcial. Se llegaron a las mismas conclusiones. La diferencia estuvo en la deferencia con la que el jefe de la comunidad trató al técnico. En ningún momento lo tuteó, ni interrumpió sus explicaciones, ni puso en duda sus palabras.

El jefe de la comunidad es un personajillo enjuto, enclenque, menudo, huesudo, poquita cosa; de voz de pito y pelo canoso engomado. No lo lleva, pero mi memoria le pone constantemente un bigotillo ridículo y fino, como el trazo de un lápiz negro, bajo sus narices.

Aún no sé si debo reírme de la situación o encorajinarme. Mis enfados por alguna injusticia se fermentan con lentitud o estallan de repente: no hay término medio. Uno de los vecinos conoce muy bien al jefe de la comunidad: Ha tenido que venir un hombre a repetirte lo que te dijo la técnico. Antes, en situaciones semejantes, pensaba: Te jodes. Sabiendo que el sujeto en cuestión llevaba las de perder. Pero ahora pienso en mi sobrina y me da mucha rabia que ella también tenga que enfrentarse al machismo de engendros que parece anclados en un pasado muy remoto.


lunes, 12 de diciembre de 2016

El peso de lo insustancial

En una de sus últimas entradas, Antonio Muñoz Molina define: Pueblerino, provinciano y cateto es el que no sabe mirar con generosidad y atención el mundo, sea en su pueblo, o en su ciudad de muchos millones de habitantes: el que no ve más allá de sus narices

A la par que leía esa entrada en el blog de AMM me topaba con la entrevista que le hicieron a Juan Manuel de Prada para promocionar su nuevo libro. La anterior definición de cateto le venía como anillo al dedo al señor que escribió Coños. Pensé en escribir un comentario en el blog de AMM: la palabra cateto que enlazara directamente con la entrevista. Pero me duró poco la tentación. Temí que mi opinión personal fuera atribuida a AMM si no me censuraban -y en ese blog tienen voz hasta los trolls-. No es que me crea el ombligo del mundo, es que estamos en la era de la desinformación y el escándalo. Cualquier encontronazo entre personajes conocidos, aunque sea artificioso, se convierte en viral. 

A parte de ir de víctima por el mundo, la estrechez mayor de miras de este personaje está en su rechazo al divorcio. ¿Cómo se puede tener tanta falta de empatía? ¿Cómo se puede desear para tu semejante que sufra y se asfixie en una relación donde ya no existe amor? Porque la gente no se divorcia sin razones. ¿O él sí lo hizo? 

La entrevista se titula: Hay quien me quiere ver muerto.

El gran Jabba

Teniendo en cuenta las desproporcionadas dimensiones que está tomando su cuerpo, si realmente hay alguien que desea su muerte, le debe de estar muy agradecido por los esfuerzos que se está tomando en complacerlo.








Doña niñata, por favor

Cuando me llaman besuga, me siento como pez en el agua. Hoy, además de besuga, me han llamado maleducada e ignorante. Hace mucho tiempo que esas caricias sonoras dejaron de molestarme. ¿La razón de los epítetos? Aún la estoy analizando. 

Fue en una reunión de vecinos, a la que asistí como representante de una propietaria que me había contratado para confirmar que todas las obras de mejora que habían planeado hacer en su inmueble estaban dentro de la legalidad. En realidad, poco escapaba al incumplimiento de la normativa. Algunas eran auténticas burradas, como eliminar vestíbulos previos de acceso al núcleo de escalera-ascensor desde el garaje, y todo para que un par de coches no tuvieran que maniobrar para salir de sus plazas de aparcamiento. 

La verdad es que fui una mosca cojonera para el jefe de la comunidad. Dato erróneo que daba asegurando que estaba dentro del CTE, dato que le corregía. Hasta que estalló y vomitó lo que para otros sonaría a insultos y que para mí sólo era un lamento por toparse ante un muro entre él y la posible comisión del constructor. 

O puede que no exista tal comisión y el hombre, simplemente, tuviera hoy un mal día. Lástima que no me llamara niñata también. En esas ocasiones suelo pedir con mucha educación que me pongan el doña por delante. 

domingo, 11 de diciembre de 2016

Mil maneras de llamar tontos a los usuarios

Hace tiempo me hicieron un test de inteligencia. Ese día, durante unas horas, una profesora en prácticas me miró con asombro y admiración. Mi coeficiente de inteligencia, para ella, era de 165. Por supuesto había trampa. Callé que el test que me había hecho lo conocía de sobra. Durante las interminables horas que permanecía en la sala de espera de la consulta de mi tío Fermín, era psiquiatra, me entretenía con aquellos test que para mí eran divertidos pasatiempos. En realidad mi CI es 99. Tal vez debería ocultar este dato, porque me hace mediocre entre los mediocres, pero me parece que negarlo o acrecentarlo es tan ridículo como hacen algunos con su altura o su juventud. 

Hoy en el periódico venía este reto: 

http://www.ideal.es/sociedad/201612/11/cuantos-triangulos-20161211102450.html

La solución no está disponible en tu región.



¿Qué triángulos sobran? Sospecho que los semejantes, pero de eso no advierte nada el periódico. El enunciado es: ¿Cuántos triángulos ves? No ¿Cuántos triángulos diferentes ves? (el azul de la segunda figura y el rojo de la tercera, por ejemplo, son iguales). 

Si por ahí hay alguien con un CI de 120, por favor, que me eche una mano y desate esta cadena de mis neuronas, o en su defecto, alguien que tenga acceso a la solución del periódico chino.

domingo, 4 de diciembre de 2016

Llueve sobre mojado

Qué incómodo es sentir frío y tener los pies mojados. Aún no he entrado en calor desde esta tarde. 

Un domingo que prometía ser una isla de tranquilidad y sosiego en mitad de la tempestad del trabajo. Ultimar proyectos con mucha urgencia porque, por diferentes razones, tienen que entrar en los ayuntamientos antes del año que viene, no nos ha dejado ni un minuto de descanso. 

El día estaba planeado: mañana de pereza y lectura; paseo hasta el Albaicín y comer en alguno de los miradores que dan a la Alhambra, paseo de vuelta tranquilos, ver a unos amigos de Guille, gastar la tarde en tapeo y charla... Pero todo se estropeó con el silbidito del WhatsApp a las 8:00. Nos avisaba el vecino del estudio de Málaga. Había llovido durante toda la noche. Su oficina, llena de legajos y papeles -es abogado-, estaba anegada por culpa de una bajante mal sellada desde la cubierta. Había funcionado como un sumidero. Nuestro despacho no había sufrido tantos daños. El agua que se había colado bajo la puerta desde su oficina y la lluvia, traicionera, había lamido las paredes bajo la ventana. Es vieja, de aluminio gris y mate, con mal ajuste. 

El problema no estuvo en el despacho, la odisea fue llegar hasta él por culpa del caos de las calles inundadas. Cuando volvimos a casa a media tarde, estaba congelada y mis pies parecían pasas blancas y enfermizas. 

Rotonda junto a El Corte Inglés


Algo bueno he sacado de todo esto: el callo que tenía entre las almohadillas delanteras del pie derecho se ha desprendido como si fuera una pegatina. 

Justos por pecadores

Mi madre odia el invierno. Se queja de los días tan cortos y del frío. Durante el verano puedo recibir sus llamadas telefónicas en cualquier momento mientras el sol ilumina el cielo, siempre que no ocurra nada malo en la familia, en ese caso puede llamar incluso a las horas más inesperadas de la madrugada. Es como una norma social para ella. No molestar después de la puesta del sol, está convencida que las personas somos como las gallinas de un corral, regidas por la luz solar. En invierno se aventura a molestar a los durmientes porque duerme poco y se aburre mucho. Para llamarme a mí no necesita ninguna razón fija. Desde advertirme que me tiene guardada en la nevera (así llama mi madre al frigorífico) una tortilla de cebolla con patatas, a sus pálpitos. De repente siente que me ocurre algo malo y llama. Por supuesto el azar hace que alguna de sus corazonadas coincida con un accidente o problema. Esas son las únicas que subsisten en su memoria. 

La semana pasada me llamó para preguntarme por mi prima Mariángeles. Murió en 2009 de un cáncer de páncreas. Quería que le recordara el tiempo que estuvo enferma: año y medio. Mi madre se queja de que últimamente todos los recuerdos se apelotonan en su memoria y que un hecho antiguo le parece reciente y viceversa. ¿La razón de la pregunta de mi madre? El grupo de amigas de WhatsApp de mi madre compartían un artículo de El Mundo en el que salía un hombre con cáncer de páncreas desde hacía tres años, con un envidiable aspecto de salud. Mi madre recordaba el color amarillento del rostro de mi prima, la lentitud de sus movimientos porque la enfermedad le comía las fuerzas, el pellejo gris y mancilento que le cubría el esqueleto. 

Mi madre tenía razón. Aquel tipo no tenía cáncer. Este domingo, cuando las obligaciones me han dado unos minutos de descanso, lo he descubierto. El hombre que aseguraba estar enfermo sólo es un jeta, un hijo de puta, que aprovecha una enfermedad real de su hija para recaudar dinero inventándose un tratamiento increíble y fuera de la ley. 

Cuando esta noche hablé con mi madre y le conté la historia que acababa de descubrir. Hubo montones de preguntas: ¿es que los oncólogos no leen los periódicos? ¿Es que los periodistas no contrastan lo que escriben? ¿Es que cualquiera puede abrir una cuenta y recaudar dinero con cualquier fin? Si a un progenitor que mendiga por las calles con su hijo le quitan la patria potestad, ¿no deberían hacer lo mismo con este hombre? El timador asegura que devolverá el dinero a quien se lo solicite, pero, ¿cómo devolverá el dinero recogido en las huchas? ¿Se da cuenta este sujeto de la gravedad de su delito? Y sobre todo, y lo más doloroso, ¿pagarán justos por pecadores


El maullido del bebé

Llueve, pero no salgo a correr aunque me gusta mucho hacerlo bajo la lluvia. Guille está aquí y prefiero estar atada a él porque entre semana sólo es unas llamadas y algunos mensajes. 

Pasa el camión de la basura (70 dB).

En la calle comienzan a verse grupos de personas que vuelven de las cenas y fiestas navideñas. Este año empiezan pronto. 

Hace un rato, un hombre bastante perjudicado por el alcohol, cantaba a pleno pulmón La bicicleta de Carlos Vives y Shakira (60 dB). No lo hacía mal. Habrías sido agradable de escuchar si la bebida le hubiera dejado vocalizar bien. 

Mi vecino de al lado ronca como si fuera una motocicleta que no termina de arrancar (40 dB). 

El frío no impide a la mujer que vive frente a nuestra ventana de la cocina, salir a su terraza lavadero para fumar. La llama del mechero ilumina su rostro unos segundos y luego sólo queda levitando la braza del cigarrillo que se aviva con las caladas. Hace unos meses la mujer comenzó a engordar, como si el humo de los cigarrillos se quedara en su interior y no pudiera escapar. Tardé mucho en darme cuenta que la mujer de enfrente simplemente estaba embarazada. Parió hace unas cuatro o cinco semanas a una criatura pequeñaja y rara porque su escaso tamaño y la piel transparente y arrugada la hacía parecer de cualquier otra especie, pero no humana. Pude ver al bebé de cerca en la farmacia. Por supuesto, mentí y dije que era muy hermoso. 

A veces el bebé llora (20 dB). Es como el maullido de un gato requiriendo atención.

¿Es nuestro cerebro selectivo aún durmiendo? Guille se ríe y burla de mí. No me despierta el camión de la basura, ni los borrachos que con asiduidad pasan bajo nuestra ventana cantando ni siquiera el vecino que ronca, pero sí lo hace el leve maullido del bebé.