sábado, 27 de septiembre de 2014

A contrarreloj

Hoy Guille participa en el triatlón para el que ha estado preparándose intensivamente durante todo el verano. No espera terminar entre los primeros, pero sí cruzar la meta. 

Natación: 1.500 metros
MBK: 38 Km
Correr: 11 Km.

Animalico mío: agota sólo de pensarlo. 

viernes, 26 de septiembre de 2014

I have a dream

¡Qué sorpresa! ¡Qué pronto! Antonio Muñoz Molina saca su nueva novela. ¡Qué miedo! Trata sobre el asesino de Martin Luther King. Siempre me ha dado pavor que se preste demasiada atención a los asesinos. Hay quien no tiene otra forma de conseguir sus quince minutos de fama en este mundo antes de la muerte, y, con completa impunidad -como ocurrió con el descerebrado de Oslo- acribilla a quien se le ponga a tiro. Del asesino de Martin Luther King sé poco. Según un documental que pulula por Internet, y basado únicamente en su versión, James Earl Ray fue un cabeza de turco (¿de dónde saldrá esta expresión?); se trató, según el documental, de un asesinato de estado. Hace poco desclasificaron los archivos del FBI y Antonio Muñoz Molina se basa en ellos para escribir su novela (dato recogido en el ABC). Yo nunca he confiado en los documentos oficiales (sería una incauta hacerlo cuando mi propio DNI miente con la fecha de mi nacimiento; y en los certificados de defunción del padre de mi mejor amiga de la infancia, pone accidente laboral, cuando en realidad fue muy voluntario el hecho de meterse una bala en la cabeza, pero falsearon la verdad para que a la viuda le quedara una paga del estado). 



¿Fue un asesinato por racismo? Los escritores se meten en el cerebro de sus personajes y delatan sus pensamientos. ¿Qué piensa un racista? Tal vez me ayude a comprender a mi ex cuñada. 

¡Qué impaciencia! ¡Qué lento transcurre el tiempo!

jueves, 25 de septiembre de 2014

Un piélago de almas

Somos como un río: parecemos los mismos, pero estamos cambiando constantemente. Puede que quien nos conozca hoy no sea capaz de reconocernos al cabo de una década o dentro sólo de unos pocos días, aunque nuestro aspecto físico no haya cambiado ni un ápice. Andrés Neuman cuenta en su blog  que en una de las actividades programadas en el último PEN World Voices Festival, le hicieron a Martin Amis una entrevista con las mismas preguntas que había respondido 25 años antes. El locutor sugiere: Volver atrás, revisarse y corregirse. Andrés Neuman le da unas palmaditas de consuelo a la inocencia, o ignorancia, del dueño de estas palabras con la frase: El locutor parecía creer que somos una sola persona a lo largo de toda nuestra vida.

Cambiamos, casi todo nos cambia. Influyen en nosotros las personas con las que estamos, las películas que vemos, los libros que leemos, todo lo que ocurre a nuestro alrededor y lo que conocemos por terceros. A veces, mientras corro, me gusta imaginar cómo sería mi vida si mi padre no hubiera muerto tan pronto, o si me hubiera casado con mi primer novio, o si no hubiera podido cursar la carrera de arquitectura, o si nunca hubiera ido a Barcelona y conocido a Guille. Ninguna de esas personas que imagino se me parecen. Algunas serían mejores, otras peores, pero ninguna sería mi yo actual, y tampoco el yo que seré dentro de unos años. 

miércoles, 24 de septiembre de 2014

El misterio del libro sin dueño

En el piso que ocupó durante un tiempo la dueña de Mambrú y ahora una familia sudamericana (he decidido que son colombianos porque la única señal de vida que dan es el aroma a café con el que llenan de vez en cuando la escalera del bloque), vivió durante un tiempo un señor mayor que tenía la costumbre de echarme en el buzón algún libro adquirido en la tienda de segunda mano que hay en la calle San Jerónimo o los que conseguía gratis al comprar el periódico los domingos. Al hombre se lo llevaron sus hijas. Tenía por lo menos cinco, y, aunque ya eran mayores, se adivinaba que habían sido guapas. Las medallas, cruces al cuello, costumbre de persignarse antes de pisar la calle, y la piara de criaturas con la que habían contribuido a la maltrecha natalidad de este país, delataban una religiosidad extrema. El anciano murió y las hijas, en el funeral, no respetaron su ateísmo. Tampoco creo que importe mucho porque esos rituales sólo sirven para consolar a quienes siguen en este mundo. 

El jueves por la mañana olvidé durante un minuto que el anciano había muerto: volví a encontrar un libro en mi buzón. Diferente a los que mi vecino solía regalarme. Tan grueso y grande que las tapas se habían raspado al forzarlo a entrar por la estrecha ranura. Magia e Inquisición en el Antiguo Reino de Granada, de Rafael Martín Soto. 

Al principio supuse que había sido un error. El bloque está lleno de estudiantes. Puede que se lo quisieran devolver a su legítimo dueño y se equivocaran de buzón. Lo dejé en la repisa donde se amontonan las cartas con direcciones incompletas o de antiguos vecinos. Cuando volví a pasar por el portal, alguien había arrojado el libro en la papelera. Durante dos días acumuló polvo en el taquillón, cerca de la puerta, a la espera de su dueño. Fue Guille quien lo trajo hasta el sofá, que es nuestra barca en mitad del océano. En las últimas páginas el libro trae un listado bastante completo de procesados por brujería. Guille buscó a sus posibles antepasados, y no encontró ninguno. Yo hice lo mismo. Hay dos Osorio, sólo uno de ellos es mujer. Elvira Osorio de Baeza, procesada por judaizante y castigada con un sambenito y cárcel perpetua. 

Si aparece el dueño, espero que sea dentro de unos días porque la curiosidad me ha vencido y lo estoy leyendo; aunque lo más probable es que nunca me llegue a enterar de la historia de ese libro, de cómo y por qué ha llegado a mi buzón.


Los últimos salvajes

No soy inocente. Hace tiempo pasé una temporada de gili-vegetariana. Lo de gili, porque lo hacía más por considerar que era algo que me hacía mejor a la mayoría de las personas que por convicción. He tenido muchas etapas gili-loquesea de las que me ha costado salir. En esa etapa consideraba que todo animal era sagrado y hasta procuraba evitar la muerte de los más repugnantes de los bicho: las cucarachas. Intentar atrapar una cucaracha con un folio y tirarla por la ventana es una misión imposible (lo comprobé decenas de veces -mi etapa de gili-vegetariana coincidió con los primeros años de carrera y la obligación de compartir pisos de estudiantes que tenía más habitantes de pocos centímetros que de metro y pico).

Ahora tengo otras prioridades y soy capaz de disfrutar hincándole el diente a una pechuga de pollo o permitir que se me deshaga en la boca un trozo de solomillo encebollado. Aunque procuro no hacer daño a ningún animal si puedo evitarlo. Prefiero dejar abierta la ventana para que se escape un moscardón que ha tomado por suya nuestra casa, que recurrir al insecticida. Pero tampoco ando buscando como loca en la sección de perfumería del supermercado, todas las cremas y champús que tengan dibujado un conejito a pesar de afirmar que han sido Testado dermatógicamente. Me pregunto si la alternativa ha sido probarlo sobre la piel endurecida de una mujer de la India o un indigente de cualquiera de nuestras calles. 

La mayoría de nosotros evolucionamos a medida que crecemos; y nuestra sociedad evoluciona a medida que tiene más conocimientos. 

Estos últimos días hemos tenido en toda la prensa la polémica del toro de la vega de Tordesillas (un grupo de energúmenos se dedican a lancear a un toro hasta su muerte). Tenía curiosidad por conocer las razones que tenían quienes están a favor de esa salvaje celebración. El toro no sufre, sin fiestas como esa el toro de lidia no existiría o estaría en peligro de extinción, lo quiere el santo, siempre ha sido así... bla, bla, bla... las mismas excusas y sinrazones que quién intenta defender las corridas de toros (me parece un insulto que se las denomine fiesta nacional). 

Como ya dije, evolucionamos como sociedad. De nada servirán las pataletas (o lanzamiento de piedras) de quienes se divierten con el sufrimiento de los animales. Dentro de poco esas fiestas salvajes pasarán a la historia, al igual que pasaron los sacrificios humanos a los dioses o las peleas hasta la muerte de los gladiadores. Protestar puede que sirva para que la fiesta de Tordesillas derive, entre los participantes, hacia un lanzamiento masivo de merengues (las piedras duelen mucho). 


martes, 23 de septiembre de 2014

¡Que viene el lobo!

Una de las pocas cosas estables en Granada, el tiempo, comenzó a desequilibrarse a mediados de la semana pasada. El primer indicio del cambio fue un viento fuerte que sacudía toldos, mareaba la basura en los patios de luces y ululaba en mitad del silencio nocturno, permitiendo temer, por culpa de la cultura cinéfila, la aparición de un enmascarado empuñando una sierra eléctrica. Luego llegó el cielo encapotado y las temperaturas que obligaban a los madrugadores a buscar las primeras prendas de abrigo (rebecas y camisas de mangas largas). Desde entonces la lluvia amenazaba, pero en muchos días no cayó ni gota, convirtiendo los paraguas, con los que casi todos teníamos la previsión de salir, en engorrosas cargas inútiles.Fueron muchos días seguidos sintiendo las nubes sobres nuestras cabezas sin que la lluvia que presagiaban apareciera. Al final la gente volvió a dejarse los paraguas en casa, o los convirtió en objetos sin dueño, olvidados en el paragüero de una tienda o bajo la barra de un bar. Hasta ayer, que cayó un chaparrón intenso, fuerte, pero tan breve que cuando me permití levantar la vista y echar una segunda ojeada a través de los vidrios de las ventanas, ya había parado. Estos últimos días he estado intentando incrustar (a marcha forzada, sin apartar las pestañas de la pantalla) 24 pisos donde sólo caben 12. Lamenté no haber disfrutado de lo que llevaba tanto tiempo esperando y lo que parece tardará mucho en volver porque el chaparrón consumió las nubes y desde entonces el cielo está casi despejado, con sólo algunas manchas blancas y algodonosas que dan intensidad al color azul. 


Foto robada a Ideal digital

jueves, 18 de septiembre de 2014

La ciudad del silencio

Dicen que hay que tener cuidado con los deseos porque pueden realizarse. Me pregunto que cuántos de los que querían que esta ciudad tuviera noches silenciosas y tranquilas, no estarán arrepentidos por sus deseos. Con la llegada de los estudiantes, Granada se convertía en una fiesta nocturna y constante desde el jueves por la noche al lunes por la mañana. Ocurría hace muy pocos años. Resultaba muy fácil encontrarse en cualquier bar de la zona de Pedro Antonio de Alarcón, a primera hora de la mañana, con el ejecutivo o funcionario que desayunaba tranquilamente, mezclado con el grupo de amigos que volvían de alguna juerga y querían tomarse la última copa antes de caer desplomados sobre la cama. Ahora no ocurre. No importa que los estudiantes que invadirán esta ciudad aún no pase de ser una avanzadilla. El año pasado no ocurrió y este año, se intuye, tampoco ocurrirá. Caminar (o correr) por las calles de Granada después de medianoche, es hacerlo por un escenario vacío, desolado, triste. La tranquilidad y silencio nocturno es sinónimo de ruina. Para quienes vivimos la monotonía de las arcaicas paredes de ladrillo, es casi imperceptible. Para viajeros eventuales, como lo es Guille, resulta dramático y descorazonador, por encontrarse con un Se Alquila, Se Traspasa, Se Vende, en los bares o restaurante que (para él) aún ayer estaban abiertos. Le ha ocurrido con El Bar Sin Nombre (se llamaba así) de la Ribera del Genil, y con la tetería de la calle San Antón (en primavera, tal vez uno de los locales más bellos de toda la ciudad porque la yedra caía en cascada por toda su fachada). 


Tetería de la calle San Antón, con la yedra seca después de su cierre


martes, 16 de septiembre de 2014

Las lágrimas de Tatiana

Dentro de unas semanas nos habremos olvidado de él, pero en este momento el uniforme del equipo femenino de ciclismo de Bogotá es un viral (se puede encontrar hasta en la sopa -o acompañando a la tostada de la mañana, como me ha ocurrido a mí, en el periódico impreso que va de unas mesas a otras en el bar en el que suelo desayunar-). 

Como me suele ocurrir, primero miro la foto, inmediatamente saco conclusiones, luego leo y, simultáneamente, me percato de lo equivocada que he estado minutos antes. 


Al ver a las seis mujeres enlazadas, vestidas con ropa deportiva, pensé: el equipo nacional de tiro femenino debe de estar haciéndolo bien (explico las razones de mi equivocación: los colores del uniforme son los mismos que la bandera española, en Granada se está celebrando el mundial de tiro en estos momentos y no tengo ni puñetera idea de cómo es la equipación de las participantes en esa competición). Poco a poco, reglón a reglón, fui desgranando la polémica existente con el uniforme de las ciclistas. Me habría sido completamente indiferente (las vestimentas ajenas me importan un bledo, siempre que no hayan sido costeadas con mis impuestos), y no habría sentido la necesidad de escribir este post, si el presidente de la UCI (Unión de Ciclistas Internacional), el británico Brian Cookson, no hubiera soltado: Inaceptable bajo cualquier estándar de decencia. ¿Da a entender que las ciclistas son impúdicas o que en su imaginación se antepone la sexualidad a la condición de deportistas de estas mujeres? 

Hay que tener en cuenta que:

- El uniforme cumple las normativas que se exigen en este deporte (habrían sido descalificadas de no ser así). 
- Quienes deben sentirse cómodas con la equipación son las deportistas, y parece que lo están (no hay ninguna cubriéndose la zona de los genitales con las manos para entorpecer imaginaciones ajenas).
- Ha sido una misma de ellas quien ha diseñado el maillot (Tatiana Rojas).
- Sea más o menos bonito el uniforme (eso depende de los ojos de quién lo mira), hay que admitir que es original (de no ser así, no se habría escrito y hablado tanto sobre él). 
- Y, sobre todo, lo más importante: ¡Lo afortunado que son los patrocinadores de estas mujeres al recibir tanta propaganda mundial gratuita! ¡Bien por ellos!

Esperemos que la próxima vez que salgan en los papeles (así llamaba mi abuela al periódico) sea por llevar una medalla al cuello.

La caja de sorpresas

Hay una escena que me gusta mucho de Orgullo y Prejuicio, en la versión de 2005, es una escena insignificante que no aporta nada a la trama, pero nos enseña un instante de la vida de los personajes: la cámara sigue a una criada que va dejando objetos en cada una de las habitaciones donde las hermanas se preparan para una fiesta. Esa escena me recuerda la casa de mi madre cuando está llena de gente, como ocurrió hace dos lunes. Mi padre murió un 8 de septiembre, y los días previos al aniversario de su muerte, procuramos pegarnos como lapas a ella para llenar su mente, en la medida de lo posible, con temas insustanciales y evitar que se ponga triste. En cada habitación había alguien, leyendo una revista de motos, hablando con su novia efímera o consultando el tarot por Internet. Resulta complicado comprender cómo siendo tan diferentes nos llevamos tan bien. Sólo mi madre y sobrina estaban juntas, delante de la televisión, viendo uno de esos programa de Telecinco que parecen no tener ni principio ni fin. Mi sobrina conoce mejor que mi madre mis limitaciones para identificar los personajes extraños de ese programa. A la señora que salía en aquel momento en la pantalla la estaban entrevistando por haberse quedado embarazada, supuestamente, del ex novio de la hija de Isabel Pantoja (manda huevos -algún día la RAE tendrá que reconocer el sentido que solemos dar a esta expresión con esta grafía-). Gracias a su larga experiencia en los programas de televisión de personajes insustanciales, mi sobrina tiene la teoría que esa señora no llegará al cuarto mes de embarazo, sufrirá un aborto y soltará lágrimas de cocodrilo por todos los platós donde quieran dar cobijo a su pena. 

El aburrimiento, el tarot no tiene la capacidad de entretener un tiempo indefinido a mi cuñada, hizo que se reuniera con nosotras cuando la extraña señora de la preñez putativa aún seguía parloteando. Mi cuñada nos aseguró que las niñas de hoy en día quieren ser uno de esos personajes. Escuchó a las amigas de mi sobrina hacer planes para el futuro. Querían casarse con alguien famoso, rico y viejo. Todas dieron por sentado que lo de viejo era para ser una viuda prematura. Ante la idea de que tardara en llegar la obligación del luto, la niña que había expuesto su proyecto, dijo: Pues lo enveneno. (Las amigas de mi sobrina tienen entre 13 y 14 años -aterran-). 

Luego llegaron mis hermanos. La televisión siguió de fondo, con el sonido bajado; un murmullo lejano, como esos perros que ladran sin cesar en mitad de la noche y a los que terminas por no oír en cuanto te acostumbras a ellos. Hace mucho que no se me ocurre demonizar los programas que echan en la tv (exceptuando los que ponen en horario infantil con contenido adulto, como ese interminable que ve mi madre). La televisión puede ser pésima o extraordinaria, todo depende de la voluntad del dueño del dedo que maneja el mando a distancia. 

domingo, 14 de septiembre de 2014

Los niños de cristal

Hoy tocaba despedirse de los baños veraniegos en la piscina de la casa de mi hermano mediano. El agua comienza a tomar matices verduscos porque lleva unos días sin echarle cloro y porque el sicomoro empezó a dejar caer algunas hojas prematuras, anuncio inequívoco, más que la fecha legítima en el calendario, de la muerte del verano.

Faltando a su costumbre, mi cuñada no había invitado a un ejército. Sólo estábamos, además de nosotras, mi hermano, mi sobrina y una niña que se ha convertido en un apéndice intermitente de mi familia, tan cariñosa que es capaz de estamparte un beso en la mejilla porque te has molestado en pelarle una gamba o recuerdas que le gustan los helados de trufa y odia el olor de los kiwis. (Guille anda hoy con sus amigos del fútbol sala y no volverá hasta la noche). A la niña se la llevó su padre cuando apenas habíamos terminado de comer, a pesar de sus protestas porque quería volver a bañarse. La historia de esta niña no podría tacharse de tragedia (según mi sobrina); de llevar una vida irregular, sí. Cuando le toca el fin de semana al padre, no sabe dónde puede acabar. Por lo general, aparcada en la casa de alguna amiga.

Me escandalizo, pero no tanto como cuando habla de su compañera Sonia. Cada vez que a la niña le toca dormir en la casa del padre, debe hacerlo en el sofá del salón porque su dormitorio ha sido tomado por los hijos de su nueva pareja. Con quienes se fue de vacaciones el padre este verano a la playa, mientras a ella la aparcaron (utilización del verbo intencionada: la dejaron para no preocuparse de ella hasta que volvieran a recogerla) en la casa de la abuela, una mujer muy mayor que no sale de la cama.

Dicen que todo lo que no nos mata, nos hace más fuertes. Pero dudo mucho que en el caso de Sonia sea verdad. Un sufrimiento así, saberse una molestia para una de las dos personas que más la deberían querer, sólo puede hacerla más frágil, desconfiada o rencorosa. ¿Se le podría reprochar?

Siento que tal vez mi generación, quienes nacimos después de la dictadura hasta la década de los 90, hemos sido los niños felices de España. En ese periodo, por ser aún bastante extraños los divorcios (en mi clase sólo había una niña de padres separados) a los niños no se les solía aparcar durante días, fines de semana o meses completos y, según mi madre, también nos libramos de la permisividad que tenían padres y profesores para educar a base de golpes durante su generación.

sábado, 13 de septiembre de 2014

Una de los nuestros

Mi hermano mayor, a su manera, es muy silencioso, aunque no para de hablar. Puede comentar lo sorpresiva que le ha resultado la Luna la noche anterior, o lo extraño que es el último modelo de helicóptero que han sacado los franceses o la suerte de que haya bajado la libra porque hace tiempo que quiere tirarse una larga temporada en Inglaterra; pero no suele hablar de él mismo y menos de los detalles de sus relaciones sentimentales. Es como si su cerebro fuera una cubitera y se obstina en mantener aislada el agua de un cubículo de la de los demás. De sus novias cambiantes nos enteramos por intuición: si lo llamamos y solemos encontrarlo en Torre del Mar, deducimos que su novia actual es de ahí o si suelta una enorme parrafada sobre leyes, sospechamos que está con una abogada. Hemos aprendido a no encariñarnos con ninguna de ellas porque sabemos que serán poco duraderas. Mi madre se culpa de la inestabilidad sentimental de mi hermano. Dice que ella le enseñó a que querer mucho a una persona sólo sirve para sufrir. Yo creo que no. Incluso dudo que cambiar tanto de novia sea realmente un problema. Para poder hablar con conocimiento de causa, deberíamos saber, al menos, por qué rompe; pero ese es uno de los temas que se reserva para él mismo. Exceptuando a la última que ha tenido. La mencioné hace unos días: un antiguo inquilino había entrado en el piso que alquiló en Cádiz mientras ella estaba en el baño y se llevó un susto de órdago. Los dos primeros días mi hermano se quedó con ella, pero tuvo que volver al trabajo. Consiguió que mi cuñada (la mujer de mi hermano mediano) y mi sobrina, le hicieran compañía el resto de la semana (se suelen apuntar a un bombardeo). Para esta semana entrante, convenció a mi hermano menor y mi cuñada (vienen de vacaciones al sur este domingo) a que pasaran al menos tres días con ella. La reacción de su novia fue: ¿Estoy cagada de miedo y quieras que meta en mi casa a una negraca?

Esas palabras convirtieron a quien había considerado una pavisosa desde el momento que la conocí, en alguien interesante. Soy capaz de imaginar qué discurre por la neurona del lerdo que asesinó a un montón de adolescentes en Noruega: quería sentirse importante y sólo lo consiguió demostrando no tener más valor que quien pisotea un hormiguero. Pero, ¿qué pensamientos invaden la mente de mi excuñada para que tenga miedo de una persona que no conoce y cuyos estudios y capacidades intelectuales son muy superiores a las suyas?

Reprochó a mi hermano por teléfono que hubiera antepuesto el cariño a una cuñada al que le tenía a ella. Pero se equivoca, aunque la negraca no hubiera sido una de las nuestros, él la habría dejado de querer de todas formas. 

viernes, 12 de septiembre de 2014

martes, 9 de septiembre de 2014

El que ríe el último...

Dicen que los niños son inocentes por naturaleza, pero yo estoy convencida de todo lo contrario: nacemos salvajes y poco a  poco nos vamos civilizando. 

Cuando era pequeña y los adultos pensaban que nada nos podía ocurrir en un lugar atestado de soldados, sin percatarse que, principalmente, eran el mayor peligro que corríamos porque nos permitían participar en sus juegos, siendo ellos adolescentes tardíos y nosotros sólo niños. Pero sabíamos defendernos. Recuerdo , en concreto, una broma que le gastamos a un soldado de acento muy fino y tan tieso que parecía que su esqueleto no tuviera articulaciones. Teníamos que vengarnos porque se rió de uno de nosotros, de El Abuelo, apodo que se ganó por ser el mayor, aunque no llegaba a los 14 años. El soldado le dio a probar un sorbo de whisky y El Abuelo estuvo a punto de echar hasta el hígado por culpa de la tos que le entró.

La broma la estuvimos preparando durante días. Le advertimos de lo peligrosas que eran las culebras grises. Todas las cicatrices que teníamos (que eran bastantes) la achacamos a mordeduras de alguna bicha que había aparecido sorpresivamente entre la ropa del armario o las toallas de la ducha. Cuando supimos que estaba suficientemente advertido, fuimos a buscar media docena de culebras (no encontramos más) entre unas rocas que había junto a la alambrada que nos impedía acercarnos a la cueva donde se guardaba el armamento caducado de otras bases aéreas y destacamentos. 

Sólo nos quedaba esperar, bajo la lluvia incesante de los frutos maduros, blancos y enormes de una morera que había a las puertas de los dormitorios de la tropa. El soldado cubrió todas nuestras expectativas. Fue capaz de salvar 24 escalones de dos saltos, mientras chillaba como si lo acabaran de capar. Reímos, crueles e insensatos. Hoy día ninguno de los que estábamos allí lo habríamos vuelto a hacer por culpa de todo lo que hubiera podido salir mal (desde una mala caída al huir el soldado, a un infarto por el susto), y también porque la vida nos ha ido enseñando que esas pequeñas venganzas no sirven para mucho.

He recordado esta broma cruel porque hoy (o ayer, o anteayer, programo las entradas, pero en realidad no se cuándo salen publicadas) en el periódico Ideal, venía una broma bastante elaborada y que sólo hace gracia si no eres la víctima.

domingo, 7 de septiembre de 2014

Ídolo caído

Mi suegra es una mujer menuda, cariñosa, atenta, que lo único que desea es, según sus propias palabras, acabar sus días sin que las cosas cambien mucho a su alrededor. Creo que, como mi madre, es más supersticiosa que creyente; pero reza para que la independencia catalana sólo llegue después de su fallecimiento. A pesar de que en su mente Cataluña está fuera del Estado Español. Cuando Guille viene al sur, ella asegura que va a España, como si fueran unas tierras lejanas, remotas y extrañas. 

Aún dudo que no le formara un pollo a Guille cuando me llevó a su casa por primera vez. Mi DNI pone Barcelona como lugar de nacimiento, pero mis apellidos no pueden ser más castellanos y mi acento, sin ser de ninguna parte, se ha forjado, durante mi infancia, bandeando de un extremo a otro de Andalucía. Por aquella época, cuando apenas la conocía, ni ella a mí, estaba convencida que le gustaba estar bajo el gobierno español sólo para tener una fuente a la que culpar de todos los males: desde los problemas del agua al pago excesivo de impuestos que, según ella, serían mucho más bajos si en cada autonomía revirtiera lo que ganaba.

En su último artículo, Antonio Muñoz Molina escribe, refiriéndose a Kim Philby: Lo que le seguía salvando no era su astucia suprema de espía, sino el hecho de que perteneciera a una clase social por encima de toda sospecha, que hubiera estado en Eton y en Cabridge, que viniera de una buena familia, que tuviera el acento adecuado y conociera a las personas a las que era preceptivo conocer. De una persona así era indecoro desconfiar. Lo mismo ocurría hasta hace muy poco con Jordi Pujol: se había convertido en un sinónimo de Cataluña, parecía un apéndice más de esta tierra, con el acento preciso, con los apellidos adecuados, con un aparente respeto y amor por todo lo catalán, que era indecoroso desconfiar de él (y quien lo hacía, era tachado de españolista).


Caganer Jordi Pujol


Ahora para muchas personas, como mi suegra, Jodi Pujol se ha convertido en un ídolo caído, aunque para muchas otras -para demasiadas, dado que a cualquier adulto se le supone un mínimo de inteligencia- lo ocurrido al ex president sólo es una trampa más, un ataque directo para desviar la atención de la consulta que puede proporcionar la independencia a Cataluña.

El placer

Creo que me ocurre como a la mayoría de mortales: cualquier placer, después de una larga abstinencia, vuelve más intenso, orgásmico (con el sexo, esta palabra, sería una redundancia). Si el placer es cotidiano y accesible, la monotonía consigue esconder el verdadero valor que tiene. Me ocurría con las entradas que casi a diario hacía Antonio Muñoz Molina en su blog. Temía su final, pero pensaba que estaría lejano. Las leía con interés y curiosidad, pero sin darle el verdadero valor que aún tienen. La desaparición de ese pequeño regalo diarios se vio agravado por el obligado letargo del verano, periodo en el que sólo se mueven las alas de las moscas: en el periódico tampoco publicaban sus artículos semanales.  

Por fortuna (o por desgracia) el tiempo transcurre y con septiembre ha llegado su nuevo artículo. Lo leí con avidez, por la noche, poco antes de salir a correr. Hasta entonces no me había percatado que en mi cerebro, cada uno de ellos, es como un árbol: la idea principal que relata (en este caso nos da a conocer a un inglés que fue espía soviético) y multitud de ramificaciones que se derivan de alguna de sus frases. Como soy incapaz de un pensamiento múltiple y simultáneo, fue una suerte que comenzara a trotar por las calles solitarias de Granada, cuando sus ideas aún viajaban por mis neuronas porque por primera vez en mucho tiempo, he conseguido regresar a casa sin ser consciente de los nuevos carteles de Se Alquila o Se Vente, que aparecen constantemente pegados a los escaparates de las tiendas que hasta hace muy poco frecuentaba.

viernes, 5 de septiembre de 2014

El alma en los pies

Cometí el error de comprar en papel los libros que se publicaron con la salida del Código Técnico de la Edificación. Me gusta llenar las normativas de post-it, indicando las páginas que voy a utilizar más, como las que atañe a las viviendas unifamiliares. Ahora esos libros, en los que supuestamente no me gasté mucho porque los ofertaba un colegio de arquitectos -en este momento se pueden, y deben, conseguirlos completamente gratis en la red- sólo servirían para engordar la panza del contenedor de papel reciclado. Desde origen el código técnico era tan malo que han tenido que hacer mil rectificaciones e incluso completar los artículos con explicaciones y comentarios, por lo ambiguas y abiertas que eran. No he visto normativa más pésima: lenguaje árido que obliga a tener los cinco sentidos al leerla -y aún así, hay párrafos que resultan incoherentes y farragosos-; normativa tan  incompleta que los propios bomberos nos remiten a las normativas francesas para evitar la propagación de incendios por el exterior de las fachadas; normativa tan incompetente, que nos obliga a consultarla estando frente al pc para poder averiguar qué dice algunas de las UNE, EN o ISO a las que constantemente hace referencia. La confianza en mis compañeros de profesión me hace sospechar que ninguno de ellos ha intervenido de forma directa en su redacción (para nosotros, pero sin nosotros -los arquitectos-). 

Me estoy leyendo por enésima vez la normativa porque nos han pedido que seamos asesores en un proyecto de actividad: quieren cambiar el uso de una nave industrial en un salón de eventos tipo comuniones y bautizos (para bodas resultaría muy pequeño porque el aforo no supera las 200 personas). Nosotros sólo asesoraremos la parte técnica. Para la parte estética, han contratado a una diseñadora de interiores que, después de la primera reunión, obliga a preguntarse si con algunas profesiones no proporcionarán cantidades ingentes de obcecación: menosprecia las necesidades y gustos del cliente, no repara que está diseñando un salón para eventos en un pueblo, y no en una gran ciudad, considera sólo válido su punto de vista estético (todos consideramos de gran belleza un olivo que hay en el patio de la nave, y que sería muy bonito si se abriera un hueco en el muro que lo enmarcara, como si fuera un cuadro a tamaño real; ella piensa que el olivo es un árbol muy cateto). 

Es curioso cómo vemos el resultado cada uno de nosotros. La hija del promotor, como un tanatorio; el socio del promotor, como un búnker; el propio promotor, como una ruina (fue quien dijo que se le caía el alma a los pies cuando vio la presentación); yo, como una ratonera (la diseñadora se obstina en no poner más salidas para evacuación -como si importara más la estética de un edificio que su seguridad-; las que ahora existen, están justo a la cocina, posible origen de los incendios-). 

Menos mal que este fin de semana vuelve Guille, si no, estaría muy frustrada, e incluso cabreada. 

jueves, 4 de septiembre de 2014

Aviso a navegantes

Me gusta mi vida. No me suelen ocurrir cosas emocionantes, pero, en compensación, tampoco malas. Lo más reseñable que me ha acontecido hoy: he visto a parte de la selección francesa de baloncesto por el centro  -seguro que en Sevilla encuentran algún paralelismo entre la Giralda y esos señores que miden más de dos metros- (en Granada juega el grupo A de los mundiales de baloncesto que se está celebrando en España -hay policía hasta en las alcantarillas y un helicóptero de vuelo muy bajo que impide la siesta). 

Esta vida tan anodina que llevo, la que cualquiera detestaría, es envidiada por una de mis cuñadas. La novia de mi hermano mayor, con la que ya lleva más de seis semanas (todo un récord). Su vida es como una tragedia griega contada con voz pausada y monótona, desganada, tranquila. Trabaja como administrativa en una empresa de pescado congelado. Debe hacer un curso de seis meses para ascender a gerente. El curso sólo lo imparten en Cádiz.

Le da miedo vivir sola. Hasta el pasado martes, injustificadamente porque no le había ocurrido nada. Alquiló un apartamento a poca distancia del trabajo. Comedor-estar, cocina, baño, un dormitorio y una terraza enorme desde la que se ve el mar. Cuando acababa de regresar del trabajo, a eso de las ocho y media de la tarde, y estaba en el baño duchándose, escuchó que alguien entraba en el apartamento. Por fortuna, es adicta al whatsapp y tenía el teléfono con ella, pero el miedo la paralizó y durante un rato fue incapaz de recordar qué número debía marcar para que acudiera la policía. Asegura que su memoria estuvo en blanco y sus pies anclados al suelo. El intruso seguía en el piso cuando apareció la autoridad. Era el inquilino anterior, que conservaba las llaves y pretendía cobrarse en especie la fianza que había entregado al administrador y no le habían devuelto alegando haber causado unos daños, aparentemente, inexistentes. Pretendía llevarse la televisión, el microondas y estaba desmontando la lavadora cuando lo pillaron in fraganti.

El martes mi cuñada durmió con una silla haciendo palanca en la manivela de la puerta de entrada. El miércoles, ya tenía allí a mi hermano para hacerle compañía y obligar al administrador a que se hiciera cargo del cambio de cerradura de la puerta. 

Si las barbas de tu vecino ves cortar...

Cuentan mis hermanos que en una ocasión mi padre regresó a casa con una mejilla inflamada por un puñetazo. Mi padre era un tipo muy pacífico y aquello era un novedad. Dos hombres lo pillaron desprevenido y le dieron unos golpes cuando volvía a casa. Más tarde se sospechó, aunque nunca se supo con la suficiente seguridad como para denunciar la agresión, que habían sido el cocinero y uno de los pinches de la base, ambos civiles. Para aquellas dos personas mi padre se merecía un castigo físico por prohibirles que saquearan con regularidad la despensa de la cocina, que se llevaran litros y litros de aceite, cajas de mantequilla, botellas de vino, cartones de huevos... 

Creo que éste es el único delito que no han descubierto en la Base Aérea de Getafe. Cualquier otro imaginable, en el que intervenga apropiarse del dinero de todos, el que con tanto sudor ganamos y con tanta amargura soltamos al fisco; se ha descubierto en el recinto militar de Madrid. Es inevitable recordar al teniente Luis Gonzalo Segura, y desear que otro juez o jueza, con dos pares de narices, investigue los delitos denunciados y que tantos visos de realidad tienen. 

lunes, 1 de septiembre de 2014

Dios mío, ¿pero qué han hecho?

A menudo me pregunto si nuestros gobernantes (del Ayuntamiento, la Junta, el Senado o las Cortes) son sádicos, estultos (tontos del culo, para quien no entienda un término tan cursi y no tenga ganas de mirarlo en la RAE) o nos la tienen jurada a nosotros, los ciudadanos, e intentan amargarnos la vida haciéndonosla poco a poco más molesta e incómoda. En Granada lo último ha sido la LAC (Línea de Alta Capacidad). Autobuses mastodónticos que recorren el centro de la ciudad, como si se tratara de un tiovivo, repartiendo a usuarios por diferentes paradas para que tomen otros autobuses y lleguen finalmente a su destino. ¿Quién habrá defecado tan pésima idea? O mejor dicho: ¿de dónde habrán robado esta idea, que puede ser eficaz en ciudades grandes y ramificadas, pero que resulta ridícula, incompetente e incómoda en una tan pequeña y compacta como Granada? 



La LAC lleva funcionando desde principio de verano (julio), pero hasta hoy no he tenido que enfrentarme a ella. Esta mañana me llamó Guille informándome de la muerte del padre de uno de sus compañeros del equipo de fútbol sala. Quería que me acercara al tanatorio, que está junto al cementerio de San José, pasada la Alhambra, para que le diera el pésame (Guille es muy cumplido). Terminé de las cosas de la mañana poco antes de las doce. Como los rayos de sol caían en vertical y el termómetro de la farmacia marcaba 35ºC, decidí ir en autobús, faltando a mi costumbre de caminar. Hay un trecho, pasado el bosque de la Alhambra, que es un completo erial de asfalto y hormigón, sin una sola sombra. 

Mi Odisea: voy hasta la parada que hay junto a El Corte Inglés. Me percato que no está el cartel del nº 13. Una señora muy amable me informa: tengo que coger uno de los nuevos autobuses, uno de esos grandotes, y bajarme junto a la estatua de Isabel la Católica (¡Virgen del amor hermoso!!! ¡Un transbordo en un trayecto tan corto!!!). Y allí esperar el autobús que lleva al cementerio. Espero cinco minutos y el autobús grandonte no llegó (aunque en teoría la espera no pasa de tres minutos). Decido caminar hasta Isabel la Católica (diez minutos a paso ligero). Diez minutos de espera en vano. El autobús que llevaba al cementerio no llegaba. Como soy de mucho caminar y poca paciencia, decidí subir a pie. Un paseo de 20 minutos. Los diez primeros, muy agradables, los diez últimos, un infierno (por el calor). 

Quince minutos esperando en vano (la suma de los dos autobuses), la obligación de hacer el recorrido a pie (o en taxi o en coche) y una deshidratación; de momento, es lo único que me ha proporcionado la Línea de Alta Capacidad. Y eso que hoy era un día más o menos normal. Aún con el horario de verano (no intenté viajar en una hora punta). Los niños todavía no van al colegio; tampoco los universitarios tienen que desplazarse hasta las facultades. Dios nos coja confesados cuando necesitemos viajar en autobús un día laboral y lectivo que esté lloviendo o haya una huelga (porque el recorrido de la LAC es el mismo que suelen hacer los manifestantes en Granada). 

La LAC también me ha proporcionado un cabreo por saber que tenemos el ayuntamiento lleno de inútiles. Es incomprensible que en un desplazamiento tan habitual como del centro a la Alhambra o al cementerio (hay algunos hoteles por la zona), obliguen a un trasbordo (doble espera y, en caso de no poder coger el autobús en menos de una hora, doble importe); que en una ciudad pequeña hagan circular autobuses gigantescos (que, irán vacíos la mayoría de sus trayectos o la periodicidad terminará dilatándose) y que esos autobuses de los que dependen los periféricos, pasen por calles tan conflictivas para el tráfico como Reyes Católicos (que suele ser un embudo).