lunes, 18 de febrero de 2013

Por los viejos tiempos, cuando aún teníamos sueños

Acabo de llegar del Colegio de Arquitectos. Un compañero de la facultad, que ya estaba allí cuando yo empecé y aún seguía allí cuando terminé, y que se obstinaba en llamarme Reme, aunque casi a diario le corregía su error, me ha pedido diez euros para comprar leche a su hija. Un puñetazo en el estómago habría sido menos doloroso. 

Polvo de estrellas


Cuando no está Guille me vuelvo perezosa para las comidas. Si no me olvido de hacer la compra, cosa que ocurre casi siempre, dándome cuenta a la hora de comer; me da pereza prepararme algo complicado para almorzar, y aún más, para cenar. Esta noche -la del domingo- en la nevera me quedaba un mísero envase de chorizo (sí, yo también me he acordado del gobierno y de la casa real... pero no van por ahí los tiros); así que me preparé un enorme bocadillo en dos rebanadas de pan de molde, con las rodajitas perfectamente colocadas en su interior. Cuando casi me atraganté con un trozo de ternilla, me pregunté: ¿harán esto también con carne de caballo? El envase asegura que la carne es de cerdo, pero añade que también tiene tocino, sin especificar el bicho, sal, agua y un porrón de E-(número). Espero que la carne de caballo, perro, gato e incluso conejo (animalitos, son tan monos y tan breves sus placeres, que me da pena hincarles el diente) no estén camuflada en algunas de esas E-(número). 

Uno de los últimos trabajo que hice antes de que colapsara el estudio de arquitectura en el trabajaba en Barcelona, fue certificar que las instalaciones de una fábrica de grasa animal cumplía con lo que exigía la normativa. ¡Virgen del amor hermoso! La de porquerías que somos capaces de tragarnos sin saberlo. En lugar de una nave donde se fabricara algo para el consumo humano, parecía el harem de Jack El Destripador. Cualquier trocito de animal imaginable que no terminara en las carnicerías, acababa allí. Durante más de un año intenté no comer nada que tuviera grasa animal; es decir, prácticamente no tomaba ningún alimento elaborado industrialmente. Ahora me limito a no mirar las etiquetas. 

Un compañero que se percató de mi manía me sugirió que pensara que lo que comía era polvo de estrellas. Lo empeoró, porque eso me hizo recordar a una de las enfermas de oncología a las que hice compañía mientras fue gili-voluntaria en el San Cecilio de Granada. La mujer, para aumentar sus glóbulos rojos, debía, literalmente, comer arcilla. Mi compañero no consiguió que aumentara mi dieta, pero sí que me preguntara que cuántos de los átomos que componen mi cuerpo habían pertenecido antes a Mozart o a Gandhi o a Hitler.... o aun cerdito (oing-oing).

viernes, 15 de febrero de 2013

Sumas y restas

Aaaaaaaah, menudo cabreo tengo hoy. A principio de año a mi hermano le solicitaron la documentación de la casa que se compró en Cúllar y que suele desgravar en Hacienda. Hoy la ha llevado. Todos los recibos y documentación está a nombre de mi cuñada, con quien no está casado. Por ese hecho, por no poder demostrar que está viviendo allí (al no tener recibos a su nombre) le van a multar y a quitar todo lo desgravado desde 2012 a 2006 que fue cuando compró la casa. 

Hace poco estuvimos haciendo cuentas: todo lo que habíamos pagado hasta entonces a Hacienda, siendo autónomos, y todo lo que hemos recibido. Teniendo en cuenta que el tipo de seguro que tenemos no nos proporciona ni paro, ni seguro médico y que solemos utilizar la autopista cuando vamos a Barcelona (nos cuesta unos 44 €); las cuentas salen bastante desfavorables a favor del fisco. Hemos pagado mucho más de lo que hemos recibido o de lo que recibiremos en el futuro porque tampoco será el Estado quien nos pague la pensión cuando nos jubilemos: nos hemos tenido que hacer un plan de pensiones dependiente del Colegio de Arquitectos. 

Pagamos un 20% de lo ganado al fisco y nos retienen un 21%. Las cuentas no nos salen. Cabrean mucho las matemáticas cuando este gobierno actual se ha inventado una amnistía fiscal para salvar el trasero a quienes han estado defraudando durante años enormes cantidades de dinero, quienes, no sólo no serán multados, si no que recibirán la recompensa de una rebaja fiscal. 

Hoy, si pudiera, me apeaba de este maldito país gobernado por chorizos.  

sábado, 9 de febrero de 2013

La amputación

Ocurrió hace exactamente una semana, cuando la luz que se filtraba por las rendijas de la persiana aún era las de las farolas de la calle. Guille dormía y yo hacía mentalmente la lista de la compra. Mi reacción fue un repullo por la sorpresa al escuchar inesperadamente el estruendo, en mitad de la madrugada, del tenue zumbido que Guille tiene como tono de llamadas en su móvil. Tuvo que sonar tres veces antes de que lo cogiera. El primer zumbido, el que me alertó; el segundo, el que me hizo comprender que nuestra monotonía iba a ser amputada de cuajo; el tercero, el que me hizo reaccionar y apresurarme a cogerlo para que no  despertara a Guille, porque aún quedaba una mínima esperanza que al darle al Contestar, escuchara una voz  con acento extranjero diciendo: Ya.com. Le habla Elisenda. ¿Es usted el titular de la línea? Esperanza vana: era mi suegra. El padre de Guille estaba hospitalizado. En aquel momento no supo decirnos qué le ocurría, le estaban haciendo pruebas. Para todos ellos, mi suegra, sus hermanos, el propio Guille, su padre es el no biológico. Sólo yo hago la distinción entre uno y otro.

Medio día más tarde, estábamos ante una madre de Guille extraña, como si de señora se hubiera convertido en indigente. Bajo el abrigo asomaba su camisón, sin medias, zapatillas de casa, despeinada, sin maquillar. Ella, que es incapaz de salir de casa si su vestido tiene una insignificante arruga... Enternecía la fragilidad de ese otro aspecto de la personalidad de la madre de Guille.

Mi suegra atañó a Guille el que todo se solucionara favorablemente. Apenas llegamos, nos informaron que pasaban a mi suegro de la cuidados intensivos a una habitación normal. No hemos llegado a saber qué ocurrió con exactitud. Salió después de cenar a comprar cigarrillos a un minimarket que hay a dos manzanas de su edificio (suelen cenar a las 21:00), así que serían las 22:00 como muy tarde. A las 2:30  de la madrugada, una ambulancia lo recogió inconsciente y con una brecha en la cabeza a 200 metros de su casa, pero en dirección contraria a la que debería haber tomado para comprar los cigarrillos. No llevaba el móvil, pero sí la cartera con el dinero y la documentación. Todo son especulaciones. Sospechamos que salió a comprar los cigarrillos y por agradarle la noche decidió dar un paseo -algo habitual en él-. Se sintió mareado, sacó el móvil para llamar a su mujer y en ese momento se desmayó y dio el golpe en la cabeza, abriéndole la brecha que ha necesitado 12 puntos de satura. Si alguien pasó a su lado, imaginaría que era un indigente que se había echado a dormir en la acera, aunque hacía bastante frío, o un borracho que no ha podido llegar a casa. Entretanto mi suegra se había ido a la cama, convencida de que su marido estaba encerrado en su despacho; hasta que el timbre la despertó a las tres y pico. Era un vecino que trabaja de mosso d'esquadra. Él mismo la llevó al hospital. Y allí estuvo, en la sala  de espera de cuidados intensivos, desde las tres y pico de la madrugada a las seis de tarde, alimentándose exclusivamente de café con leche de máquina.

Por fortuna todo ha salido bien. El miércoles le dieron el alta sin haberle encontrado nada fuera de lo normal en una persona que ronda los 70 años. Algo de colesterol y el consejo de que deje de fumar.

Guille se quedará unos días más; yo volví a mi monotonía cercenada porque estaban hormigonando los forjados más importantes del edificio del Campus de la Salud y la aparejadora, que no ha tenido mucha experiencia a pie de obra y no confía en sí misma, es incapaz de diferenciar un redondo del 25 de otro del 16.

Pero como todo elemento amputado, ahora mi monotonía sólo es algo que existió pero que ya no está. Sigo mi rutina diaria, mientras que en mi imaginación estoy limpiando la capa de polvo que han acumulado los muebles de mi piso de Barcelona en más de un año de ausencia y que la necesidad de ocupar el tiempo en otras cosas los días que estuve allí, me impidió hacerlo.