Mil perdones por no responderos en el blog de Antonio Muñoz Molina. Me daba bastante pudor hacerlo allí (habría sido como comer en plato ajeno).
Muchas gracias a todos los que habéis hecho comentarios sobre las historietas de mi abuela en el blog de AMM (abruma bastante saber que hay más de una persona leyendo mis majaderías). Es increíble que escuchándolas desde que tengo uso de razón hasta que la enfermedad pudo con ella, no haya sido hasta hace muy poco, y principalmente gracias a vosotros, que haya sabido que no eran tan reales como yo creía. Todas ellas tenían fundamento en hechos acontecidos en los dos pueblos donde vivió: La Lantejuela, en Sevilla, y Bobadilla Estación, en Málaga. Ambos son pueblos muy pequeños, minúsculos, pedanías que dependen de otros mayores. Me extrañaba mucho que siendo pueblos tan diminutos, fueran capaces de generar tantas historias. Yo casi siempre he vivido en lugares mucho más grandes, y pensaba que ni remotamente habían acontecido a mi alrededor tantas cosas como en su entorno inmediato, hasta que en el bloque donde vivo en Barcelona, detuvieron a un chaval por tráfico de droga: un hecho acontecido a 12 metros bajo mis pies, y para mí no pasaba de ser una aséptica noticia periodística. Supongo que si hubiera ocurrido en uno de los dos pueblos de mi abuela, donde no existen secretos y todos se conocen, el mismo hecho habría generado una de sus historias, al no sólo saber de la detención, si no también de las razones por las que se había corrompido el chaval.
Escribo por necesidad. Si no lo hago regularmente, me olvido de la grafía de las palabras. Podría recurrir a los dictados para disléxicos, como hice durante toda mi infancia (La vaca Paca saca baba de la lata de alpaca), pero es mucho más divertido ir por libre y escribir la primera majadería que se me ocurra. También es importante saber que existe la posibilidad que alguien me pueda leer, en caso contrario, me vuelvo negligente.
Así que gracias, muchas gracias, porque me ayudáis a no ser una analfabeta funcional.
Escribo por necesidad. Si no lo hago regularmente, me olvido de la grafía de las palabras. Podría recurrir a los dictados para disléxicos, como hice durante toda mi infancia (La vaca Paca saca baba de la lata de alpaca), pero es mucho más divertido ir por libre y escribir la primera majadería que se me ocurra. También es importante saber que existe la posibilidad que alguien me pueda leer, en caso contrario, me vuelvo negligente.
Así que gracias, muchas gracias, porque me ayudáis a no ser una analfabeta funcional.