viernes, 29 de junio de 2012

Entre fantasmas

Mi madre es una persona bastante racional. Aunque parezca una contradicción, es creyente, por superstición y por necesidad (se niega a admitir la posibilidad de no volver a encontrarse con mi padre). 

Un ejemplo. Poco antes de nacer yo. Mi familia vivía en unos pabellones militares de Málaga. En el portal del edificio había una garita con un soldado constantemente de guardia por amenaza terrorista (supongo que terminas cogiendo miedo si cada vez que sales o entras de la calle te recuerdan que estás en peligro). Llaman al timbre y sale mi padre. En el suelo había un paquete del tamaño de una caja de zapatos envuelto en papel de estraza, con unos cables saliendo por un lateral y emitiendo un sospechosos tic-tac. La reacción de mi padre fue inmediata. Cerrar la puerta y gritar a mi madre y mis hermanos que se refugiaran en la ducha mientras él arrancaba un colchón de la cama para protegerlos. Pero mi madre fue tras él y quiso saber qué le asustaba tanto. Le explicó y ella sacó conclusiones:  zapatos nuevos comprados aquella misma mañana a mis hermanos, recordar que había pensado que debía poner pilas nuevas al reloj de la cocina porque no escuchaba el estridente tic-tac -aunque no levantó la cabeza- y, sobre todo, el que mi hermano mayor, adolescente, estaba pasando una época difícil, su época Unabomber. Al menos no llegaron a llamar a los artificieros (que era lo que él buscaba con aquella broma pesada: quería ver funcionar los robots que acababa de adquirir el gobierno español -como si le hubieran dejado quedarse-). 

Cuando murió mi padre, mi madre lo pasó muy mal. El dolor se manifiesta de formas diferentes en cada persona. Mientras que a mis hermanos les encanta recordar anécdotas y momentos vividos con él, a mi madre, si se le menciona, se pone la mano en la sien (como si le clavaran un punzón) y sale de la habitación o nos obliga a cambiar de tema. Por eso me ha parecido muy extraño que lo mencionara esta mañana, cuando la llamé por teléfono. Me dijo que quería hablar con él (tardé en comprender). Tuvo que desmigarme la historia. En Telecinco, en el programa interminable que suele ver, sale una médium, supuestamente muy buena que contacta con gente famosa muerta. Dice que quiere ir a Bendorm e intentar hablar con ella. Le he sugerido mi opinión, pero no se lo he dicho abiertamente. Si quiere ir, la acompañaré incluso; me da miedo que vaya sola y se tope de repente con la decepción.

¿Cómo se permite a una caradura que juegue de esa forma con los sentimientos de las personas cuando más débiles están? Supongo que la médium putativa tranquilizará su conciencia mintiéndose, asegurándose que beneficia a las personas al hacer que crean que sus familiares aún están entre nosotros.¡Cuánta crueldad!!! Y si las mentiras no la tranquilizan, lo hará el dinero (las entradas a sus espectáculos oscilan entre los 50 y 90 euros ). 

miércoles, 27 de junio de 2012

El bufido de la locomotora

¡Menudo cabreo tengo! Echo humo por las narices como si fuera una locomotora de vapor. Me acabo de enterar que la sanidad pública dejará de cubrir una medicina que suelo utilizar para lubricar los ojos. Mis ojos no producen lágrimas de forma natural y desde que tengo uso de razón, he necesitado utilizar diferentes gotas para evitar que se resequen. Los síntomas de un ojo no lubricado son quemazón y escozor (como si estuviera constantemente bañado por el líquido que sueltan las cebollas) además de fotofobia. Métodos naturales (como sugiere Ana Mato): baños con suero fisiológico. Pero mientras que las gotas te permiten una "autonomía" de unas cuatro horas, con el suero, al menos en mi caso, no llega a la media hora. 

No utilizar el lubricante: a partir de la cuarta hora, quemazón y escozor, imposibilidad de mantener abiertos los ojos; a partir de las 24 horas, conjuntivitis; en menos de una semana, formación de llagas con pérdida de visión; en menos de un mes, pérdida del ojo. Por supuesto no conozco estos datos por experiencia (de momento, por fortuna, sólo he llegado hasta la conjuntivitis); me lo explicó un oftamólogo que pensaba que yo no me tomaba demasiado en serio el problema de no tener lágrimas . Pero, por lo visto, la sanidad pública se puede permitir el lujo de la pérdida de la visión de sus pacientes. 

El botecito cuesta unos 11 euros. En invierno necesito uno cada dos meses, en verano uno cada tres semanas aproximadamente. No suelo acudir a la farmacia con la receta, lo compro directamente. En este momento puedo hacerlo sin ningún problema, sin que signifique un menoscabo en mi economía mensual. Pero, ¿qué ocurriría si yo fuera pensionista o estuviera en paro? (Ojo, no es que entre en el co-pago, es que lo eliminan directamente de los medicamentos subvencionados). 

lunes, 25 de junio de 2012

El sueño de los justos

Me costó identificarlo porque siempre lo he visto con traje y perfectamente afeitado. Colocaba propaganda de una tienda de quesos y jamones en los parabrisas de los coches. Cuando me di cuenta de quién era, casi grito por la frustración porque acababa de regresar de tener una conversación de besugos con el sujeto que lo ha sustituido en el banco. Era el encargado de dar las hipotecas en La General. Pero parece que al fundirse dos o tres cajas de ahorros han hecho reajustes de plantillas y este señor -el que repartía propaganda- lo han echado. No sé qué varemos habrán utilizado para decidir quién se queda y quién se marcha, pero sin duda, la inteligencia y los conocimientos no los han tenido en cuenta, y de haberlo hecho, habrán contado como puntos negativos. Durante más de quince minutos he intentado hacerle comprender a  su sustituto que quería saber con qué cantidad de dinero necesitaba contar un cliente mutuo si el constructor le ha dado un presupuesto cerrado de 42.500 €. El propio banco suele hacer una tasación de la futura edificación y da un 80% de ese valor. Ni siquiera estaba pidiendo la tasación -documentación que suelen proporcionarlo sin impedimento si saben que estás relacionado en la construcción de forma directa. Sólo quería saber qué cantidad necesita tener mi cliente... uf, no ha habido forma. El sustituto se obstinaba en asegurar que ese dato él no lo tenía y que no había forma de saberlo. (Aaaaaaaaah, qué frustrante!!!!). 

Hemos tomado una cerveza en La Rosquilla y me ha dejado desahogarme a gusto (creo que incluso ha disfrutado cuando se me escapó un par de veces la palabra mentecato e inepto refiriéndome a su compañero, por el cabreo -por lo general soy muy respetuosa con la falta de inteligencia de los demás porque sé que la mía tampoco está muy allá). 

Asegura que no está tan mal como aparenta. Estuvo deprimido durante unos días, cuando le informaron del despido poco antes de hacerse efectivo. Pero que ya está bien, incluso mejor que antes. Que cuando se ocupaba de las hipotecas, le pesaban sobre su conciencia como losas conocer todas y cada una de las historias de la gente que no podía hacer frente a los pagos y perdían todo. Asegura que ahora puede dormir sin somníferos. 

jueves, 21 de junio de 2012

El paseo de la durmiente

Todos, menos Manuela la pescadera, estaban deseando que La Prima Chica se muriera. El apodo de la La Prima Chica disfrazaba una vejez que, en una familia cuya esperanza de vida no llegaba al medio siglo, se consideraba toda una desfachatez. A sus 80 años la pobre mujer (pobre por la infelicidad, no por su situación económica) podría haberse recreado durante sus largos paseos matutinos con el recuerdo de sus 11 hermanos -ya difuntos- si un derrame cerebral no la hubiera convertido en un objeto casi inanimado, arrumbado en una silla de ruedas, que se limitaba a mirar el vacío, engullir lo que se le ponía en la boca y excretar líquidos y sólidos por todos los orificios de su cuerpo. Sus cincuenta y muchos sobrinos-nietos, única familia que le quedaba, habían contratado para su cuidado a Manuela, una santurrona de escasa inteligencia que por una miseria no se separaba de La Prima Chica ni un instante. Aquel era su primer trabajo y quería hacerlo bien. (El sobrenombre de Pescadera lo justificaba el tufo a pescado que desprendía). 

La única exigencia que buscaban en la persona que cuidase de La Prima Chica era unas entendederas escasas. Temían que alguien inteligente se pudiera ganar la confianza de la anciana, si se recuperaba de su estado vegetativo, y le hiciera cambiar el testamento. Llevaban tantos años esperando que les parecía muy injusto que esto ocurriera. Los herederos eran muchos (más de cincuenta), pero la herencia también era cuantiosa. El cortijo Las Tórtolas en Alcaudete, muchas tierras de secano, olivos y una casa enorme en el pueblo. Si en una familia con un enfermo los vecinos se suelen interesar por la mejoría del desdichado, en esta ocasión, quien preguntaba lo hacía queriendo saber si veían cercano el final de la mujer, pero siempre eran caras largas y una negativa después de un profundo suspiro. Y lo peor, desde que Manuela se hizo cargo de la enferma, es que incluso había recuperado el color en las flácidas mejillas porque todas las mañanas, hiciera sol o lloviera, Manuela solía sacarla a dar un largo paseo. Tenían la esperanza de que pillara frío y se muriera de una pulmonía, esa era la única razón por la que no impidieron las salidas. 

El día 18 de julio en el pueblo había fiesta. Carrera de burros, misa, elección de la reina de la fiesta, baile, concurso de pasteles, fuegos artificiales... A Manuela y a la enferma se las vio en casi todos los eventos, incluido en las barquillas, donde la mujer subió mientras La Prima Chica le sujetaba la manzana de caramelo a medio mordisquear. Cuando ya se retiraban y unas vecinas se acercaron a saludar a la enferma, Manuela les pidió que no hablaran muy alto porque se acaba de quedar dormida. Y realmente parecía estarlo, tan profundamente, que ni los cohetes que explotaban por encima de sus cabezas ni la música de la orquesta que pasaba por la calle, consiguieron alterarla. 

Es de madrugada cuando se suelen cocer las tragedias; pero esta ocurrió a última hora de la tarde; tal vez porque sólo para Manuela fue un evento trágico. Salió de la casa gritando, exigiendo ayuda, pidiendo que se avisara al médico con urgencia porque a La Prima Chica le ocurría algo muy raro. No tuvo que esperar mucho porque, siendo fiesta y estando casi toda la gente aún en la calle, la noticia corrió como la pólvora y el médico del pueblo fue prácticamente arrastrado hasta la casa de la enferma. Llegó y aún masticaba el pincho de tortilla que acababa de meterse en la boca cuando lo avisaron, con la servilleta del bar colgado al cuello y un eructo de cerveza mal disimulado entre las frases que tuvo que emitir al interesarse por los síntomas que presentaba su paciente. Una falta completa de apetito, en realidad no había comido nada desde el día anterior; le había salido un sarpullido rojo oscuro en las nalgas y los pies; y estaba en plan cabezón: no quería tumbarse. El doctor también pudo constatar que la paciente estaba a temperatura ambiente, que su respiración era inexistente y el corazón no le latía. Lo que Manuela pensó que era testarudez de la enferma por alguna razón que no llegaba a comprender, en realidad sólo era rigor mortis. La pobre mujer llevaba más de doce horas muerta; pero a Manuela le faltó inteligencia para notarlo.

De la herencia tan ansiada, los herederos sólo pudieron repartirse lo sacado por la venta de la casa del pueblo. La Prima Chica quiso recompensar a quien la estuviera cuidando en sus últimos momentos, y  tanto el cortijo como las tierras y los olivos quedaron con la carga de ser usufructo de esa persona hasta el día de su muerte... y de momento Manuela, a sus setenta y muchos años, disfruta de una salud excelente. 

(Otra de las historias de mi abuela)

miércoles, 20 de junio de 2012

Carroña

El hombre no es un lobo para el hombre, es una hiena -al menos en tiempos de crisis-. Esta mañana he recibido la llamada de un antiguo contacto de Cemosa -la empresa que nos lleva la seguridad estructural en dos de los edificios que estamos haciendo- de donde había sido despedido. Desde el principio fue una llamada extraña. Pensé que pretendía poner a parir a sus antiguos jefes para desahogarse. Pero me equivoqué. Al cabo de un rato estaba halagándolos, contando lo mucho que había aprendido con ellos, el reto que había significado conocer día a día las nuevas normativas que entran en vigor, etc etc. Entonces pensé que se aburría por estar en paro y necesitaba hablar con alguien. Cuando pensaba en le cuadro que tienen mis hermanos colgado en la oficina "En el bar de la esquina hay un lugar para ti. Aquí estamos trabajando", este señor sacó a colación la estructura que él había revisado y dado el visto bueno después de una pequeña rectificación. Habló de estructura caótica, de cargas excesivas, de coeficientes de seguridad fuera de la normativa del CTE... A medida que iba hablando se me iba quedando cara de panolis porque esa estructura la calculé yo. Ni siquiera le refuté lo que exponía. Pensé que tenía que repasarla detenidamente. Hasta que se ofreció a recalcularla por 500 € (¡manda huevos!). Cuando le recordé que él mismo le había dado el visto bueno, aseguró que la estructura no estaba mal, pero que se podría mejorar, quitándole, por ejemplo, hierro en la planta sótano -3 (¡manda huevos³!), precisamente la planta que tenemos de almacén y donde está instalada la incineradora que pesa, ella solita, más de tres toneladas, con una superficie de repercusión bastante pequeña. Me he quedado como un soufflé que se ha enfriado demasiado rápido. Si ya se ha empezado a vilipendiar a los propios compañeros para intentar robarles el trabajo, ¿a dónde vamos a llegar?

martes, 19 de junio de 2012

La anestesia roja

Esta mañana me he recorrido casi toda Granada yendo de obra en obra. Zona más pudiente (Cuesta Escoriaza), zona más moderna (Campus de la Salud), zona más pobre (Almanjayar) y la zona más normal, que es donde vivo, casi en el centro de la ciudad. Plot, plot, plot en los balcones han crecido banderas de España como si fueran champiñones después de una tormenta en otoño. Plot, plot, plot... Banderas con un toro negro, banderas con el escudo de la democracia, banderas con el aguilucho de la dictadura, banderas desvaídas, banderas con el emblemático ¡A por ellos!, banderas gigantescas que esconden toda la barandilla de un balcón en L, banderines... incluso banderas dibujadas en un papel, donde se adivina la tierna ignorancia y torpeza de un niño (franja amarilla - franja roja - franja amarilla). Cuanto más nos separemos del centro, más banderas se ven en los balcones. Pero no creo que se deba a que los de clases más pudientes les guste menos el fútbol que a los más pobres. Sólo sospecho que se debe a la costumbre de la contención en la demostración de los sentimientos. 

Me gustan los días que hay partido de España. La casa se llena con los amigos de Guille. Mi hermano le ha dejado una TV gigante -parece una pantalla de cine-. Esos días se va al supermercado con el carro de la compra y vuelve con cerveza y bolsas de patatas para alimentar a un regimiento. Parecen un puñado de críos chicos que se han quedado sin vigilancia. Saltan, gritan al árbitro como sino existiera el impedimento de la distancia, sufren, se muerden los nudillos, sudan, se abrazan sin pudor cuando España mete un gol, maldicen y se defecan de palabra hasta en la madre del tío que plantó el césped... Durante dos horas y pico no existe para ellos crisis ni problemas. Son completamente felices, como si la alegría los anestesiara. Pero no es malo que esto ocurra. Como todas las anestesias los efectos son momentáneos y por desgracia demasiado pronto se vuelve a la realidad. 

Plot... mis vecinos de patio han colocado en su azotea una bandera... Ahora vengo, voy a los chinos... plot.

domingo, 17 de junio de 2012

Carta a mi yo desmemoriada (consecuencia de Todos los días de mi vida)


Me gusta que Guille me utilice de almohada, aunque en el estudio patera de Granada -no tenemos aire acondicionado aquí- hace un calor capaz de secar un cactus. Si abrimos todas las ventanas, dan a las cuatro fachadas, entra un aire caliente y denso que juega con las cortinas y evapora el sudor, dando una fugaz sensación de fresco. 

Por lo general Guille es como esas muñecas con contrapesos en los ojos que los cierran en cuanto las tumbas. Se queda KO y sólo despierta si comienza a babear por tener la boca abierta. Suele hacerlo antes de que la baba me moje el muslo (es considerado incluso cuando está inconsciente). 

Hoy tenía puesta una de las películas que Guille clasifica de exclusivamente mías. Todos los días de mi vida. Un matrimonio joven que se aman tienen un accidente de tráfico. Ella se golpea la cabeza y cuando recupera la consciencia, no puede recordar lo ocurrido en los cinco últimos años. Tampoco a su marido, a quien ha conocido en ese periodo. Está basado en hechos reales. Cuando terminó la película, Guille me sorprendió con el comentario: eso te puede pasar a ti. Y me temo que tiene razón. Mi yo de hace cinco años seguro que repudiaba  a mi yo actual.  Así que he decidido escribirme a mí misma una carta por si alguna vez me ocurre lo que a la mujer de la película. Aunque mi yo de hace cinco años seguro que es incapaz de leer estas líneas porque desde entonces he aprendido muchas palabras que antes no conocía. 

Querida Queca: 

Pídele a Guille que te bese (ya comprenderás) y si no recuerdas, finge que no es así (seguro que no te arrepientes).

Ah, te encanta leer a Javier Marías, acababas de empezar el Ulises y, a pesar de lo que te diga Pere (tu confidente en asuntos de Guille) sólo escuchas música clásica ... (por si cuela).


viernes, 15 de junio de 2012

Siguiendo la senda del miedo


Fachada principal de mi colegio María Inmaculada - Antequera

Durante un tiempo, algunas semanas -o puede que sólo fueran días, el tiempo en la infancia se dilata- pensé ser monja. Ya era atea -lo llevaba siendo desde los seis años- y por supuesto ni Dios ni ninguna creencia espiritual intervino. En realidad sólo fue un exceso de sentido común. Mis hermanos me decían que era tan fea que nadie me querría cuando fuera mayor y mi tío Fermín, de instinto excesivamente protector, intentaba cercenar de mi mente, antes de que se incoara, la idea de estudiar una carrera. Fea y capacitada sólo para tener trabajos precarios... En el colegio veía a monjas que no eran profesoras, cuya labor parecía fácil: regar macetas, limpiar, cocinar... eran cosas que yo podía hacer sin dificultad. Me pareció aceptable ese futuro: trabajo seguro, protección y riesgo nulo de ser despedida (inocente de mí, aún desconocía la importancia del sexo). 

Me sacaron la idea de la cabeza un poco entre todos. Potato, un amigo de mis hermanos, uno de esos moteros que parecen preñados de cerveza, un Ángel del Infierno escapado de una película norteamericana, prometió casarse conmigo si no encontraba a nadie mejor y mis hermanos me hicieron ver inconvenientes en los que yo no me había fijado: misa diaria, uniforme, hacer caso a la madre superiora, no poder salir con mis amigas... Me pregunto cuántos religiosos sin vocación habrán esparcidos por conventos y monasterios, atrapados en las redes de Dios sólo por el miedo que da un futuro incierto.

miércoles, 13 de junio de 2012

Libro plúmbeo

El viernes de hace dos semanas acompañé a Guille al dentista. Él llegó de casa, yo había tenido que ir a última hora a una obra por un problema de ocupas y llegué directamente a la clínica dental. 

Hay costumbres que tengo y que creo que él desconoce; pero es muy perspicaz, se da cuenta de todo. Aquí, en Granada, conservo muy pocos libros. Se ha ofrecido a colocar una estantería, pero prefiero que no lo haga, que todo siga siendo provisional, porque si terminamos acomodándonos, temo que nunca volveremos a casa. Los libros que tengo en esta ciudad, están amontonados en una mesa. Parecen en desorden, pero cada uno ocupa su preciso lugar. Tres grupos: los ya leídos, los que quiero leer inmediatamente y los que pueden esperar para ser leídos.

Guille tenía cita a las seis, pero el dentista desencajó la mandíbula del paciente que iba delante de él y la cosa se retrasó un poco (una hora). A mi segundo bostezo recordó que había cogido un libro para mí del montón "leer inmediatamente". Nocturna de Guillermo del Toro y Chuck Hogan. Lo seleccionó porque nos suele gustar el cine de Guillermo del Toro. 

El comienzo es muy prometedor: un avión aterriza en el aeropuerto sin dar señales de que algo va mal. Cuando todo está preparado para que los pasajeros desembarquen, nadie lo hace. Casi todos están muertos sin muestras de violencia. Como si la muerte les hubiera llegado en un instante, de forma fulminante, sin sufrir. Desde el primer momento sospechas qué ocurre y ruegas "Por favor, por favor, no me decepciones". Pero sí, sólo es otro libro de vampiros. Estas novelas, que únicamente tienen la historia para atraparnos y sorprendernos, no se pueden permitir el lujo de no ser originales. Diferente sería si la hubiera escrito, por ejemplo, Justo Navarro; con él lo importante no es lo que cuenta, si no cómo lo cuenta. 

martes, 12 de junio de 2012

El hilo rojo

Hay una leyenda china que dice que entre dos o más personas que están destinadas a estar juntas existe un hilo rojo que puede tensarse más o menos, pero jamás romperse. 

Mañana es la onomástica de mi tita-madrina. La llamo así aunque no es mi tita, ni mi madrina. No somos familia. Durante un tiempo, unos meses, fue novia de mi hermano mayor. Un día especialmente caótico llego de visita a casa y desde entonces nos adoptó, se apoderó un poco de todos nosotros, de mí principalmente. Me gustaba porque ella era diferente a los adultos que conocía. Si quería un Cola-cao, me enseñaba a hacerlo; si llegaba la hora de acostarme y la cama aún estaba sin hacer, me ayudaba a hacerla; si había tortilla de tagarninas, abría el frigorífico y me permitía comer otra cosa (en una ocasión le pregunté por qué lo hacía: ¿Tú me has visto comer alguna vez lasaña o has visto a tu hermano comer queso?). Era tan arisca como todos nosotros. Podíamos estar separados más de medio año y a la vuelta nada de besos y abrazos. Pero era capaz de hacerse 20 km en moto bajo la lluvia para llevarme al internado la ropa interior limpia que había olvidado echar en la bolsa o dejar de asistir a un concierto por cuidar a cualquiera de mis hermanos enfermo. Ella me enseñó a encender cerillas, a ponerme latas de refresco frías en las quemaduras, a hacer trenzas francesas, a pegar botones, a mostrarme indiferente ante quien intenta molestarme, a darle una segunda oportunidad a un escritor que me ha aburrido...

lunes, 11 de junio de 2012

Mi boda sin mí

Las bodas ajenas hacen que una recuerde la propia, aunque todos los recuerdos que tengo del día que me casé con Guille son robados al centenar largo de fotografías que guardamos perfectamente clasificadas por tiempo gracias a la madre y la hermana de Guille o del vídeo, que sólo hemos visto en una ocasión.

Cuando Guille y yo decidimos casarnos pensamos en algo sencillo, muy sencillo. El padre no biológico de Guille, su madre, mi madre y mi hermano mayor, nadie más. Los juzgados de Barcelona cualquier día entre semana, firmar papeleo y, a lo sumo, un almuerzo en cualquier restaurante que nos cogiera de camino a casa (la boda de mi hermano mediano no fue muy diferente). Pero todo se desmadró en el preciso momento que nuestras madres, que sólo se habían visto en una ocasión, se pusieron en contacto y decidieron hacerse cargo de todo... y nosotros se lo permitimos. Por fortuna no vieron la boda a la que asistí el sábado, de haberlo hecho, seguro que nos obligan a hacer el recorrido de la iglesia al restaurante en calesa y hubieran buscado una vaquilla para que la torearan los invitados. 

Exceptuando los detalles de la vaquilla y la calesa, la boda de mi antigua compañera de piso fue convencional: un vestido incómodo que la obligaba a tirar hacia arriba del escote palabra de honor constantemente -aunque se lo habían pegado con pegamento-, adornos  florales en la iglesia por valor de unos 500 euros que no vieron ni la mitad de los invitados, zapatos incómodos que le hicieron rozaduras, un maquillaje excesivo que la hacía parecer una caricatura de ella misma o una figura de cera con una sonrisa estática...

Es curioso que de mi boda lo que más recuerde sean los días previos, cuando tenía casi todas las noches pesadillas con el vestido de boda -culpa de las compañeras de trabajo que se obstinaban en contarme "lo que le había pasado a una prima suya". Desde que tenía la menstruación y no me daba cuenta (veía con toda claridad el blanco inmaculado de la tela cubierto de rojo) a que llegaba la hora de la boda y en taller de costura aún no habían terminado con los arreglos.

En nuestra mesa había más compañeras con las que compartí el piso de estudiantes y con las que no me había encontrado desde que, dejar de ser estudiantes, nos separó. El verme día a día delante del espejo me miente y hace creer que el tiempo ha pasado mucho más rápido para mis antiguas compañeras. Las recordaba como niñatas de adolescencia tardía y se me aparecieron como señoras maduras. Tres de las cinco ya están separadas y con nuevas parejas estables. Antes de irnos cada una por nuestro lado, nos hicimos la promesa de seguir en contacto, y en ese momento -sospecho que tanto ellas como yo- teníamos el firme propósito de cumplirla, pero ahora sé que no lo haré porque sólo tenemos en común un momento del pasado y recordar constantemente los mismo hechos -la mayoría no felices- resulta demasiado tedioso.

domingo, 10 de junio de 2012

Quien a hierro mata... a piedra muere

Doña Natalia contaba a todo el que quería oírla que su hijo había tenido que emigrar a otro pueblo por culpa de las malas artes de la descocada de su sobrina Liliana Lucía. Lililú era menuda y bonita. Le gustaba ser admirada y solía vestir en consecuencia. Hubo un tiempo en el que una falda demasiado corta o un escote pronunciado eran eximentes ante una violación (ella se lo ha buscado... es lo que estaba pidiendo a gritos... de qué se queja ahora si es lo todos sabemos que quería que le hicieran...). Para muchos Efraín sólo había actuado con su prima como un "machote". Ni siquiera hubo juicio. ¿A quién iba a creer un juez? ¿A un hombre temeroso de Dios que iba todas las mañanas a misa, con una novia que presumía de estar intacta y unos padres que ponían la mano en el fuego por la integridad de su hijo; o a una chiquilla locuela con fama de haber mantenido relaciones con la mitad de los hombres del pueblo?

Podría haberse ido al pueblo de al lado, pero emigró a uno del norte. Lo suficientemente lejos para que las noticias sólo llegaran sesgadas, en un sentido y en otro. Las malas lenguas aseguraban que se fue tan lejos para intentar deshacerse de la novia, quien fue muy agraciada durante la adolescencia, pero que había ido ganando kilos, largos vellos faciales oscuros que no depilaba y un poco de mala uva con el paso de los diez años que llevaban de relación.

Exceptuando las interminables cartas que Efraín escribía a sus padres, las noticias que llegaban de él al pueblo eran por medio de Paco el ferroviario. Al parecer le iba bastante bien. Había comprado dos docenas de gallinas ponedoras y ya se le conocía en la comarca como Efraín el huevero. Eran famosos sus huevos, más grandes que los de las demás granjas y casi todos con dos yemas. Los de una de sus gallinas eran excepcionales, del tamaño de los que ponen las avestruces, con tres e incluso cuatro yemas, según contaban. Pero esos huevos nunca los vendían. Los solía regalar a las niñas que acompañaban a sus madres a la granja. Se apreciaban tanto que raro era que se acercara alguien a comprar huevos sin la compañía de una linda criatura.

Fue una pareja de la Guardia Civil la encargada de informarle de la muerte de Efraín a sus padres. Durante días corrió el rumor de que había sido asesinado. Murió aplastado bajo el peso de una roca enorme. Razones para que alguien quisiera verlo muerto, había más de una, aunque las más recurrentes en la boca de la gente eran la envidia y el que hubiera hecho a otra chica del norte lo que hizo con su prima. Hasta que Paco el ferroviario no volvió de su viaje semanal, los rumores, que ya comenzaban a ser dignos de mentes desequilibradas y muy apartados de la realidad, no cesaron.

La casa que alquiló Efraín se conocía como El viejo molino. Hasta poco antes de llegar él, se había utilizado como tal, y aún quedaban vestigios: enormes piedras de molino, algunas rotas, otras desgastadas e incluso había alguna intacta. Con la fama y los clientes, también llegaron los robos y la necesidad de hacer más resistente el gallinero; los dos albañiles que se contrataron para ello, utilizaron las piedras de molino para levantar las paredes. La muerte de Efraín se produjo muy pocos días después de quedar concluido el nuevo gallinero, cuando aún estaba fresco el mortero bastardo, principalmente por culpa de la lluvia que no cesaba de caer.  Había sido una muerte lenta. Una de las enormes piedras de molino cayó sobre él, aplastándole de cintura para abajo. La mano derecha había quedado atrapada bajo el cuerpo, pero con la izquierda, libre, intentó excavar  para liberarse, sin conseguir profundizar más allá de los pocos centímetros que ocupaban los excrementos de las gallinas. En un principio se pensó que había sido un asesinato porque no parecía existir fuerza humana, ni de la naturaleza, capaz de mover una de aquellas piedras, firmemente ancladas al terreno. Cuando consiguieron levantar la que había aplastado a Efraín, comprendieron. Había habido una segunda victima. Una gallina que había corrido la misma suerte que quien la tenía insertada en parte de su anatomía. La Guardia Civil concluyó que lo ocurrido había sido un accidente producido por la embestidas de deseo de una mole humana de casi dos metros de altura y 100 kilos de peso.

Aunque las famosas gallinas ponedoras se escaparon por el agujero que dejó la piedra de molino, y se vieron rondando por las cercanías del pueblo, nadie las cogió.

(Por supuesto mi abuela nunca me contó con todo detalle esta historia, ella se limitaba a decirme que Efraín le "hacía cosas malas a las gallinas, cosas que daban mucho asco". Desde que conozco esta historia, no como huevos que tengan más de una yema). 

sábado, 9 de junio de 2012

Todos los días se aprende algo nuevo...

... (aunque también es verdad que nada hay nuevo bajo el sol, así que esto es para quien no lo sepa, por supuesto)...

¿Cómo bajarse fácilmente un archivo de los que están colgados en youtube? 

1º El navegador que mejor está preparado para ello es el Mozilla Firefox


2º Se selecciona Herramientas / complementos 


3º De la lista que salen, seleccionar Extensiones, y dentro de esta seleccionar DownloadHelper. Instalar.


4º Ir a Youtube y seleccionar el vídeo o archivo deseado (ojo, cuidado con los copyright). A la izquierda nos habrá salido un icono nuevo (tres pelotillas de colorines) seleccionar la opción apropiada (por lo general "Descarga rápida")... en pocos minutos el archivo se habrá guardado en nuestro pc



Espero que lo disfrutéis (a mí me toca el martirio de un bodorrio ahora... ay, madre). 


viernes, 8 de junio de 2012

Bien está lo que bien acaba

Mi cuñada se lamenta. Dice que debemos de creer que ella es una calamidad (en realidad sólo pensábamos que se dejó toda la buena suerte en Londres); asegura que ella no suele ser así (y la  creemos, porque, en caso contrario, las crónicas diarias de mi hermano serían interminables y por lo general se reducen a un simple "Bieeeeeen, todo bieeeeeeen"). Hoy al mediodía volvieron para despedirse. Mi hermano mediano también vino para acompañarlos al aeropuerto de Málaga (el de Granada lleva el camino del cierre definitivo) y para traerle a Guille una TV (no, a mi hermano mediano no le gusta el fútbol, por eso es él quien los acompañaba al aeropuerto. Ahora tengo la casa llena de los amigos de Guille que juegan con él al fútbol sala. Polonia - Grecia. Animan a Grecia, sólo porque han empatado a uno aunque tienen un jugador menos, injustamente, al parecer, por culpa del árbitro que es español). 

La mala suerte de mi cuñada, realmente, no es tal. Si analizamos detenidamente lo que ha ocurrido... el robo fue sin violencia directa (demasiado rápido para pasar miedo). Y lo robado fue insignificante. La multa que le pusieron cuando los pararon por la ventanilla rota la pagará mi otro hermano, el dueño del coche. Y las cucarachas que la asustaron en el portal de mi casa, fueron muy consideradas con ella. Se limitaron a corretear, mientras que dos días después, cuando quise asegurarme de que no había quedado ninguna bajo los maceteros que hay junto a la puerta, en prevención de su vuelta, las muy cabr.... echaron a volar cuando intenté convertir a una en un sello. Se metió bajo mi falda (ole y ole -menudo baile de san Vito me pegué). Imaginas la repugnancia reducida a un plano horizontal a la altura de los zapatos y de repente se convierte en un algo tridimensional, capaz de alcanzar la boca -puuuuuuuag- y da aún más asco.

martes, 5 de junio de 2012

Gregor Samsa y familia

Nunca, hasta ayer por la  tarde, pensé que era posible que alguien rompiera vidrios con su voz (o sus gritos). Pero mejor empezar por el principio.... Mi cuñada, la gafe (ayer se confirmó que lo es -pobre, con lo que deseo que se lo pase bien aquí-) continúa en casa. Ayer por la tarde, después de comer y de la preceptiva siesta, fuimos de compras (dice que las mujeres españolas somos muy elegantes (eing!!!)). Blanko, Zara, El Corte Inglés... aunque las tiendas que más le gustaron fueron las regentadas por asiáticos. Terminó comprándose media docena de pantalones -todos iguales- pero de diferente color (dice que allí no los encuentra, que los colores son muy monótonos (eing!!!)). Al menos fue feliz durante las compras y durante la merienda. Flor y Nata, tiramisú: casi se pone blanca de placer.

En el bajo de mi bloque vive una señora con el síndrome de Diógenes. La comunidad aceptó que le renovaran el alquiler con la condición de que al menos una vez al mes uno de los hijos de esta señora se ocupe de limpiar el piso y tirar la basura que acumula. Ayer tocaba limpieza. Fue como si hubiéramos estado sincronizados. Subíamos, la puerta del bajo estaba abierta y el hijo de la mujer intentaba levantar un microondas viejo arrumbado en mitad del pasillo del piso (un trasto demasiado pesado para la poquita cosa que es el vástago). En cuanto consiguió levantarlo unos centímetros, una docena de cucarachas -puede que fueran ocho o veinte, demasiadas rápidas para contabilizarlas con exactitud- escaparon en todas direcciones, algunas hacia nosotras. Eran enormes, seis o siete centímetros de dianas móviles y crujientes bajo las suelas de los zapatos. El hijo de la señora del bajo debe de estar tan acostumbrado a éstas y otras alimañas que ni se inmuto, aunque una de las cucarachas le recorrió los brazos antes de caer al suelo (yo habría tirado el microondas). Mientras, mi cuñada estaba paralizada. Tardó unos segundos en reaccionar, y quienes nos quedamos paralizados entonces fuimos el chaval y yo. Gritó. Un grito interminable, ensordecedor, doloroso, que seguramente habría hecho añicos un vidrio de haber habido alguno cerca.

¡Menuda impresión se va a llevar de España mi cuñada!!! (Racistas, ladrones y sucios). Por fortuna no es la primera vez que viene. 

domingo, 3 de junio de 2012

Las apariencias engañan

Mi hermano pequeño (en realidad es 10 años mayor que yo, pero de los tres que tengo, es el menor) ha venido a pasar unos días que tenía libres (que le han obligado a tomarse porque si no tendrían que haberle pagado horas extras). Vive en Londres. Como sabía de hace semanas que le iban a dar estas vacaciones, consiguió vuelos baratos y que su mujer cambiara guardias e hiciera sustituciones para que pudiera acompañarlo (es enfermera, especializada en cardiología -allí tienen especialidad las enfermeras-). Llegaron el jueves y de momento ha sido un viaje algo gafado. No contabilizo entre las desdichas el que dos policías los llamaran cuando ya salían del aeropuerto he hicieran abrir el equipaje a mi hermano. Eso es algo que suele ocurrirle por su aspecto (piel morena, pelo rizado, ojos marrones y barba incipiente), aunque siempre en vuelos que salen de Europa.   

Primero fueron a Loja a ver a mi hermano mediano. Mis cuñadas no se tragan mutuamente, pero aceptaron el encuentro porque mis hermanos hacía meses que no se veían (se denominan mutuamente engreída y racista). El ambiente fue un pelín tenso, pero la línea de lo que esperaban. 

Siguiente visita: casa de mi madre. Mi hermano mediano les había prestado un trasto que guardan para enseñar a mi sobrina a conducir, cuando llegue la hora. Un coche con la tecnología bruta de Rusia y que debería haber pasado la ITV hace tiempo, pero nadie se preocupó de ese detalle porque era un coche que no salía de la cochera. Cuando estaban próximos al pueblo de mi madre, por una carretera secundaria, mi cuñada -era quien conducía- se distrajo hablando con mi hermano -seguramente estaría poniendo verde a mi otra cuñada, pero ese detalle no lo han querido contar- cuando de repente le vino una furgoneta de frente. Por fortuna furgoneta y coche frenaron  a tiempo para impedir el trastazo. Mi cuñada es muy buena insultando en español, aunque tuvo que parar casi antes de empezar a soltar improperios, al darse cuenta que se había distraído y cambiado de carril (es curioso, esto mismo le ha ocurrido a Pere en Tokio). La visita a casa de mi madre fue tranquila. 

El viernes al mediodía salieron para Almería. Pernotaron en un hotel. Ningún problema, hasta el sábado por la tarde, cuando ya volvían y decidieron parar en un kebat para cenar algo y evitarnos molestias (éramos su próximo destino). Se habían dejado la radio colocada y sobre el asiento del copiloto, mi cuñada dejó una bolsita con un par de tampones usados y algún otro sin usar. Ellos comían en una terraza, en la acera y el coche estaba aparcado a diez metros. Dicen que fue tan rápido que ni siquiera vieron quién lo había hecho. Le rompieron el cristal del copiloto y se llevaron la bolsa de los tampones de mi cuñada y la carcasa exterior de la radio (es uno de esos  aparatos anti vandálicos). Quitaron lo mejor que pudieron los vidrios del asiento, pero aún así, mi cuñada llegó con todos los muslos como la espaldas de un cristo. Asegura que notaba que algo le raspaba la piel (vestía unos pantalones cortos), pero no fue consciente de los arañazos y cortes hasta llegar a nuestra casa. Ni siquiera cuando la policía los paró. Ventanilla rota + señora de color (¿no lo he mencionado? mi cuñada es negra, muy, muy negra) + señor con aspecto árabe = robo. Les cayó una multa por no haber pasado la ITV.

Yo, que amo esta tierra, me siento directamente culpable de que mi cuñada no se lo esté pasando bien. 

sábado, 2 de junio de 2012

Recuerdos del futuro

Durante dos semanas he creído que estaba embarazada. Me ha ocurrido en más ocasiones. Debería estar escarmentada. Al menos no se lo conté de inmediato a Guille. Sólo habría servido para que se llevara una decepción más. Era una falsa alarma. El calor me quita el apetito. Un cambio de temperatura demasiado rápido. Paso días completos alimentada sólo con sandía. El cuerpo es sabio y sabe regularse ante una carencia. Así que durante dos semanas no he tenido menstruación por el simple hecho de que apenas comía. 

Aún no he aprendido a no pensar en la posible criatura. Imagino cómo sería. Desde el primer momento a su adolescencia. Sexo: femenino. Una niña pequeñita, diminuta, minúscula al nacer, capaz de caber en dos palmas abiertas. Ojos marrones, a la fuerza por  la herencia recibida. Pelo  rubio, como el que yo tuve en mi primera infancia, aunque ahora es moreno (castaño oscuro, para ser exactos). Pero no quiero que se parezca a mí. Soy demasiado arisca y llena de defectos como para desear verme reflejada en ella. Soy capaz de imaginar mil vicisitudes, y da pavor. Me aterra la posibilidad de que se me caiga al suelo o de que sea incapaz de mantenerla alejada de las drogas o alguien pueda decidir hacerle daño... Aterra la idea de traer a este a un ser humano. Recuerdo las palabras de mi madre cuando estaba con la depresión: Hubiera preferido no haber nacido. A este mundo sólo venimos a sufrir. Pero para mí es diferente. Sé de mi existencia tan limitada. Que esta vida es como uno de esos libros que gustan tanto, a los que se llega al final sin darse cuenta y demasiado pronto. Pero yo sí me alegro de enfrentarme a los problemas que se presenten porque sin carbón, no habría Reyes Magos.