jueves, 31 de mayo de 2012

Cero de tres

En el pueblo de mi abuela los hombre parecían más propensos a enamorarse de la dote de las chicas que de su físico o su forma de ser. Si no hubiera sido así, puede que Ludovica María, la hija del alcalde, hubiera tenido a lo sumo un pretendiente -en lugar de una docena-, lo que a la larga habría sido mucho más beneficioso para ella. Tener tanto hombre rondando su ventana, la volvió engreída, se creía una beldad,  hasta el extremo de querer denunciar por tongo al jurado del certamen de belleza de  Écija, un pueblo cercano, al que se presentó y ni siquiera (con toda justicia) quedó finalista. En los de su pueblo siempre ganaba, que para algo su padre era parte del juzgado y sabía imponerse. El rosto de Ludovica María habría resultado insulso, e incluso tolerable a la vista, de no ser por sus paletas, las cuales siempre estaban omnipresentes, aún teniendo la boca cerrada. La extraña costumbre en una adulta de mantener el dedo pulgar en su boca durante horas, había hecho que la dentadura se le deformara, corvándose hacia el exterior.  Con la boca cerrada, las paletas aparecían entre los labios, más como un arma defensiva que como los de un roedor.

De todos los pretendientes, a los que se les permitía rondar la ventana de Ludovica, pero no entrar en la casa (qué comportamiento más extraño tenían a mediados del siglo pasado), el que más agradaba al padre era Agapito (quien luego sería conocido como el semental de sandias) el único que, literalmente, tenía dónde caerse muerto (la madre de Agapito llevaba pagando mensualmente, desde el día que nació, un seguro que se haría cargo del entierro de su hijo cuando muriera, siempre que no tuviera recibos sin pagar). Ludovica, sin embargo, hasta el día de la patrona del pueblo, mostró preferencia por Antonio, el hijo del cabrero. La mala fama de rebelde lo hacía atractivo a los ojos de la muchacha. Pero el día de la patrona, fiesta en el pueblo, todo cambió. Ludovica se enamoró por primera vez, o puede que sólo se encaprichara.   Su atención se posó en uno de los dos únicos hombres de los que no era lícito enamorarse (aunque en el pueblo de mi abuela estaban muy asilvestrados, el incesto no estaba bien visto -pero no se había enamorado de su propio padre-). Desde ese día Ludovica sentía que el corazón se le aceraba ante la sola presencia de un crucifijo, como si quisiera salírsele del pecho. Se volvió una autentica beata, de misa y confesión diaria. A veces los desasosiegos de su alma no quedaban satisfechos con la misa de la mañana y tenía que volver por la tarde. Don Fabricio, el sacerdote que sustituía a don Daniel desde el día de la patrona, pensó que Ludovica era una muchacha muy piadosa que estaba destinada a servir a Dios en un futuro inmediato, por eso le prestó más atención que a otras, atención especial que Ludovica erró al juzgar. Todos en el pueblo sabían qué ocurría, aunque pensaban que don Fabricio no se enteraba de la misa ni la mitad, por eso fue una sorpresa cuando corrió como la pólvora la noticia de que Ludovica estaba embarazada y el sacerdote había aceptado casarse con ella. El compromiso existió durante dos días y medio -lo mismo que el supuesto embarazo-. En cuanto el superior de don Fabricio llegó desde Sevilla al pueblo, y hubo interrogatorio, se descubrió la inocencia -casi idiotez en realidad- del sacerdote. Nadie le había explicado a aquel desdichado que para que una mujer se quede embarazada se necesita algo más que un beso y algunos tocamientos por encima de la ropa.

El sacerdote fue trasladado a otro pueblo, y Ludovica, con la reputación mancillada, se quedó sin moscardones que revolotearan alrededor de su ventana. 

miércoles, 30 de mayo de 2012

Con la Iglesia hemos dado, Sancho

Que vivimos en un país laico, es sólo una fantasía, una falsedad que se hace evidente cuando entramos en cualquier edificio público y miramos alrededor (no es extraño encontrar crucifijos o estampas de santos y vírgenes pegados a las paredes, o figuritas de San Pancracio en alguna mesa). Nada tiene de malo hacer alarde de las propias creencias, siempre que éstas no estén íntimamente ligadas al trabajo que se desempeña.

Ayer nos llegó el recibo del IBI (Impuestos sobre Bienes Inmuebles). Ha subido bastante respecto al año pasado. Casi se ha igualado con lo que pagamos en Barcelona por el piso. A nosotros, los ciudadanos normales y corrientes se nos estruja (hay que tener en cuenta que en Granada el paro ronda el 20%); sin embargo a la Iglesia Católica no se le exige que pague el mismo impuesto por cualquier edificio que esté relacionada con ella. Edificios que no tienen ningún beneficio para los feligreses y que sólo sirven para el lucro de esta institución.

Hay una parte de la Iglesia demasiado apegada a lo material, al atesoramiento de bienes. Bastante separada del Nuevo Testamento (¿no recordarán el pasaje de Jesús arrojando a latigazos a los mercaderes del templo?). La tía de nuestra aparejadora de Barcelona es monja. Recibió unas tierras como herencia cuando murieron sus padres. Hizo testamento donde dividía las tierras en tres partes iguales: una para la Iglesia, una para nuestra aparejadora y otra para su hermano. Al negarse a rehacer el testamento con sólo la Iglesia como beneficiaria, fue invitada a dejar su trabajo como profesora en un colegio religioso.

Ahora, gracias a la detención de uno de los mayordomos del Papa (su principal delito parece ser haber difundido que había una conspiración para matar al Papa -cuántos trapos sucios tiene la Iglesia-) nos enteramos que el Papa tiene cuatro señoras seglares para que le limpien y cuiden el apartamento donde vive. Otro de los defectos de la Iglesia: la separación de papeles en la sociedad dependiendo del sexo. A las mujeres se les impone papeles secundarios, de meras criadas, apartadas de toda responsabilidad. En cualquier empresa la marginación de un trabajador dependiendo del sexo sería delito; sin embargo, nadie pone en duda que la Iglesia tiene derecho a hacerlo.

Molestarían menos los privilegios que se le proporciona a la Iglesia si no se nos impusiera su ética errónea.


martes, 29 de mayo de 2012

Sé bueno... miénteme

Todas las mañanas invariablemente me llegan noticias negativas tipo: empresa constructora que ha quebrado, aparejador que ha dejado la profesión por falta de trabajo (por lo general dejan colgadas multitud de obras), clientes que no pueden seguir con sus construcciones por falta de dinero... (me he vuelto insensible a las lágrimas ajenas). El desastre de hoy ya se ha producido: un edificio pequeño, de tres apartamentos (auto construido,donde vivirán un padre y sus dos hijos), que se había paralizado por la falta de solvencia del promotor, hoy ya se podía reanudar, pero se lo han encontrado lleno de ocupas (¡la madre que los parió! Eso, como poco, implica nueva pintura y sustituir las puertas de seguridad que han sido forzadas... y esperar una eternidad a que los ocupas sean desalojados). Esta situación extenúa. 

Cuando fui voluntaria en la sección oncológica del Hospital Universitario de Granada, había una señora que llevaba mucho tiempo luchando contra un cáncer de mama. Un día le pidió al médico que le mintiera, que le dijera que se había curado; y el médico lo hizo. Me gustaría decir que a partir de ese día la mujer mejoró, pero no es así; sin embargo, mientras duró la ficción, hizo muchas cosas de las que se había privado hasta entonces por miedo, como pasear por los jardines del hospital o comer pasteles (tenía pavor a los azúcares refinados por lo que había leído). 

Hoy me gustaría que me hicieran como a aquella señora, que me mintieran, que me dijeran que todo va bien, porque agota permanecer constantemente al borde del abismo.

lunes, 28 de mayo de 2012

La coraza de Tarzán

¡AaaaaaaAaaaaaaAaaaaaaaaah resaca! 

Estos días es muy fácil encontrarse por Granada con un pitufo verde, una faraona barbuda, supermán con el paquete de un gigante o un romano con pololos de encaje... y todo ello sin tomar ninguna sustancia estupefaciente o alucinógena. Es la época de las bodas, y de las despedidas de solteros y solteras. Al desdichado o la desdichada futura víctima (cónyuge), la disfrazan y pasean por la ciudad en busca de alcohol y sexo frustrado, rodeado por acólitos identificados por camisetas iguales u alguna otra prenda o accesorio que los convierte en manada. 

Mi despedida de soltera no fue convencional. Si no llega a ser por la felpa con el velo de novia (tuve que abdicar en algo al final) hubiéramos parecido un grupo de amigas nutrido que salen de copas un fin de semana. Acabamos en el Arenas de Barcelona. Bailando (dando saltos) en el centro de un grupo de magníficas drag queen.

Fue mi cuñada quien se ocupó de preparar la despedida. Me advirtió, cuando quiso conocer las restricciones, que todo lo que no viviera en aquel momento sería algo que habría perdido para siempre (es agradable perderse que a una le metan un dedo en el ojo).

Este domingo por la tarde estuve en una despedida de soltera (la más convencional imaginable).  De una compañera de piso durante la carrera (de las muchas que tuve, creo que con la única que entablé amistad). Por supuesto se la disfrazó: de diablesa; por supuesto llevábamos camisetas identificables (Primera convención de soltería (1/6) de Alicia G. -con foto de su careto-); por supuesto hubo intento de acabar con todo el alcohol de la ciudad (yo iba como conductora); y, por supuesto, al final hubo un boy. Se había intentado que fuera "elegante" (un camarero vestido con un taparrabos tipo Tarzán que se limitara a servir copas en la casa de la madrina de la boda a la docena y media que habíamos quedado después de recogerse las más madrugadoras). Pero para entonces la mayoría de las chicas (algunas ya tiñen canas) eran cócteles molotov bípedos, que habrían echado a arder si  alguien hubiera encendido cerca una cerilla. Ahorraré detalles. Sólo diré que al señor disfrazado de Tarzán se le humilló en más de un aspecto; pero cuando todas sucumbieron finalmente (a alcohol y el cansancio) y lo incité a hablar y quejar con un "vaya noche, ¿no?", se limitó a asegurar que había sido divertida.

Puede que sea una pazguata, una ingenua que tiene en demasiada valía la dignidad propia y ajena, o puede que simplemente el alcohol dé otra perspectiva a los hechos.

(Aunque lo del alcohol... cuando llegué a casa, mientras Guille desayunaba su café con leche y una tostada de jamón, me tomé tres Heiniken -cantidad sobrada para que deje de tener un razonamiento coherente- y tanto antes como después, me seguía parecieron extraño y bárbaro que una señora cuelgue cascabeles del miembro viril de un desconocido o le ponga un collar de perro). 

miércoles, 23 de mayo de 2012

Rojo sobre rojo

Contaba mi abuela que en el cortijo donde vivían, apartado del pueblo, escondido entre los olivos, apenas se percataron de la Guerra Civil. Ni siquiera sufrieron los años de hambre de la posguerra. La única diferencia que ella percibió durante el conflicto fue que en mucho, mucho tiempo, a los niños del cortijo no los dejaron pisar el pueblo, ni siquiera para ir al colegio. Al principio, cuando la situación parecía temporal, únicamente dejaron que las vacaciones de verano se prolongaran; pero los meses pasaban y si un día la cosa tenía perspectivas de una pronta solución, de inmediato se comprendía que había sido un espejismo. En cuanto pasaron las fiestas navideñas, doña Dolores Caballero, la matriarca de la familia, quiso acabar con la ociosidad y las gamberradas de los niños. Al principio intentó ser ella misma quien les enseñara lo más elemental. A escribir, leer y algo de matemáticas; pero, aunque era una mujer de gran paciencia, entre su excesiva sinceridad y su incapacidad para comprender que los demás discurrían de forma muy distinta a la suya; como profesora se debía calificar de pésima. Raro era el día que no terminaba con toda la prole llorando a moco tendido. Iba a darse por vencida, a aceptar que hasta el final de la guerra los niños serían pequeños salvajes -resultaba peligroso que alguien se desplazara con regularidad del pueblo al cortijo y volviera cuando había caído la noche-. Pero tuvo suerte. A su puerta llamó el hijo del cartero del pueblo. El padre se había quedado sin trabajo (lo habían sustituido por un herido de guerra que a duras penas conseguía leer una dirección completa) y el hijo buscaba cualquier ocupación que le permitiera ganar algo de comida para llevarle a sus padres. Aceptó quedarse a pasar las noches entre semana en el cortijo. El viernes le pagarían (en comida, el dinero ya no tenía mucho valor) y él regresaría a pasar el fin de semana en la casa de los padres. Si el muchacho hubiera tenido un futuro, éste habría sido prometedor porque se le daba bien cualquier cosa que se propusiera. Mi abuela se enamoró de él. Su boca era enorme, como la de un sapo; la nariz parecía constantemente aplastada contra un cristal, una pelotilla de carne que apenas sobresalía del rostro; y los ojos estaban tan protegidos por los párpados que no eran más que dos rasguños. En conjunto era feo, pero mi abuela tenía la edad en la que las niñas comienzan a fijarse en el sexo contrario, y con todos los demás hombres de su alrededor, más o menos cultos, tenía una relación consanguínea. Los fines de semana, sin él pululando por allí, sin la obligación de obedecer lo que él impusiera, ni la posibilidad de verlo y escucharlo, se le hacían interminables. El último fin de semana del mes de octubre, sí fue realmente eterno. El hijo del cartero no volvió del pueblo. El martes tampoco apareció y antes de comenzar a oscurecer, Dolores mandó a uno de los aperos a preguntar a los padres o a buscarlo por los caminos -por si había sufrido un accidente-. Cuando el apero volvió, a mi abuela y al resto de los niños se les dijo que el hijo del cartero había encontrado un trabajo mejor y no volvería a ser su profesor. Durante la cena la matriarca lloró y mi abuela pensó que era de frustración.

Tuvieron que pasar dos años, regresar al pueblo prohibido, para que mi abuela conociera la verdad que le habían ocultado para proteger su inocencia. Al cartero y su hijo los sacaron de la cama una noche de sábado para darles el "paseíllo". Se les acusaba de rojos (y es posible que lo fueran) pero su delito, en realidad, sólo era haber heredado unas tierras junto a las del terrateniente del pueblo. Aunque nunca propuso comprarlas, las quería para vallar todo el terreno. En La Lantejuela, el pueblo de mi abuela, hubo una auténtica caza de brujas. Era suficiente una acusación para ser considerado culpable. Cualquiera podía convertirte en asesino sin mancharse las manos de sangre.

Cuentan, y no sé si es un inocente acto de venganza contra el verdugo, que cuando estaban cerca de la tapia del cementerio, el hijo no pudo evitar defecarse en los pantalones por el miedo, provocando risas y burlas crueles a uno de sus guardianes. Las burlas eran tan inhumanas que al padre le resultaron insoportables. Con una rapidez que no dejó tiempo de reacción a ninguno de los cinco soldados que los custodiaban, el hombre metió la mano en los pantalones de su hijo y recogió con la mano lo que tanto hilaridad provocaba al guardián, quien fue forzosamente silenciado por el nauseabundo sabor del miedo. Poco importa si la anécdota escatológica salió de la realidad o de la imaginación de quien no soportaba las injusticias. Lo que sí está confirmado es que a padre e hijo los asesinaron codo con codo, sin otra razón que el egoísmo de quien salió impune. 

martes, 22 de mayo de 2012

Yo propongo

Hoy hay huelga en la enseñanza por los recortes. Creo que sería una utopía proponer que los ministros se recorten los sueldos y las comodidades (nada de coches oficiales, por ejemplo) para cubrir ese hueco. Los recortes parecen que son inevitables, así que, yo propongo:

-Que todo lo que sea susceptible de ser memorizado (como los ríos, conjunciones, tabla de multiplicar...)  se haga mediante juegos de ordenador (los niños ya disponen de ordenadores, los juegos existen y suelen estar libres de copyright). Un mismo profesor se puede ocupar de dos o tres clases a la vez, con lo que los otros profesores quedan libres para dar clase de materias que necesitan una explicación más pormenorizada, a un número menor de alumnos que los fijados por el actual gobierno. 

-Que los centros puedan alquilar sus aulas y escenarios durante las horas no lectivas. Sería buena solución para los grupos musicales noveles y los autónomos sin espacio independiente donde trabajar. Y los colegios podrían sacarse una pasta.

-Que las prácticas de empresa obligatorias en casi todas las universidades se pudieran hacer en las escuelas como profesores especializados, cada uno en su campo (ejemplo: un arquitecto como profesor de dibujo, un traductor como profesor de idiomas... un abogado como profesor de teatro). 

Mi imaginación es escasa. Y tú, ¿qué propones?

lunes, 21 de mayo de 2012

A un paso de la eterna inexistencia

Un terremoto de grado 5.9 en la escala Richter se puede considerar sólo de importancia moderada, capaz de asustar a las personas pero no de producir daños materiales y, por lo tanto, físicos (al menos físicos derivados de la fuerza de gravedad por derrumbe de los edificios -los infartos por el miedo es algo que ninguna buena construcción pueden evitar). Cinco punto nueve es la intensidad del terremoto que se produjo ayer en el norte de Italia; sin embargo, las imágenes que vemos en los periódicos y las noticias son de edificios derrumbados y de un contador que ya alcanza el número de siete víctimas mortales. Esto puede tener dos explicaciones: o que el terremoto fuera muy superficial y la aceleración sísmica se viera multiplicada por este hecho (como ocurrió en Lorca), o que el terremoto fuera de larga duración. En cualquiera de los casos, si los edificios hubieran sido sismorresistentes, no habrían sucumbido. 

¿Cómo podemos saber si el edificio donde nos encontramos es seguro frente a un terremoto de intensidad moderada? (Hoy estoy en plan pedagógico). Es importante conocer el año de edificación. Se puede averiguar en la oficina virtual del catastro. Si fue construido después de 1998 por ley debía cumplir la normativa sismorresistente. Si es posterior a 2002, la ley se hace aún más restrictiva y dura, por lo que el edificio debe tener mejor comportamiento frente a un terremoto. Pero, ¿y si es anterior a estas fechas? No se debe temer de antemano que el edificio se vaya a derrumbar durante un sismo.

La estructura más desfavorable son las que utilizan como elementos portantes los muros de ladrillo. Paredes muy gruesas sobre las que se apoyan los forjados. Cuando un edificio de este tipo se derrumba, deja una montaña de ladrillos sueltos. La mayoría de las construcciones que se han caído en el norte de Italia por el terremoto son de este tipo. (Ve a la ventana, no mires al exterior, mira el ancho total donde está incrustado el marco: si tiene más de 40 cm, mala señal -hazte beat@ y si sientes un terremoto estando en el interior del edificio, ponte a rezar-. Ahora sal a la escalera. ¿La losa de escalera tiene forma de bóveda? Muy mala, mala, mala señal. Durante un terremoto será como una castillo de naipes frente a un vendaval ).

De las estructuras estándar que se suele construir hoy día, las más favorables son las que están formadas por pórticos de hormigón armado arriostrados en sus cuatro sentidos y lo más simétricas posible. (Mira a tu alrededor. ¿Ves algún pilar? Buena señal. ¿Ves tacones en las paredes y cuando los golpeas suenan a sólido -a muy sólido-? Buena señal, seguramente estés en un edificio con una estructura resistente. Ahora mira el techo. ¿Hay vigas descolgadas? Eso también es buena señal porque las vigas de descuelgue suelen tener mejor comportamiento que las planas. Aunque si ves un techo completamente raso es posible que estés bajo un falso techo de escayola -si no tienen rejillas de ventilación le suele salir grietas que recorre la habitación de parte a parte-. Cuartos de baño, aseos, cocinas y pasillos suelen tener falsos techos, las habitaciones que están climatizadas por conductos, también. Un falso techo no suele matarte, pero sí hace pupa, así que si no tienes un casco a mano, conviene evitar esos lugares durante un sismo).

En España "somos la leche". La normativa sismorresistente que tenemos es muy buena. Las estructuras diseñadas y ejecutadas con ella suelen soportar terremotos superiores a los esperados en cada zona; pero esta normativa no se complementa con la obligatoriedad de tener otros elementos constructivos seguros (como los antepechos de las terrazas, las dobles paredes, las plaquetas que se suelen poner en los revestimientos... ). Es lo que ocurrió en Lorca. La mayoría de las personas que murieron fue por culpa de elementos constructivos que se desprendieron durante las sacudidas.

Sólo tenemos la vida. Somos seres irrepetibles. Un instante de conciencia en mitad de la eternidad. Pero parece que no le damos la suficiente importancia. Preferimos ahorrar unos euros en una tela de gallinero o una pletinas, y tener fe en que lo probable nunca ocurrirá, a, simplemente, protegernos.

sábado, 19 de mayo de 2012

Las historias perdidas

Durante mis años escolares y en el instituto, apenas recuerdo haber estudiado más de un párrafo que tratara de la Guerra Civil Española. Un párrafo complemente aséptico e inocuo. Las únicas historias directas que conocía de esta guerra eran las contadas por mi abuela que, sospecho, estaban aliñadas con un poco de su imaginación para hacerlas más interesantes. Cuando íbamos caminando por Lantejuela, su pueblo, señalaba una casa y decía: al que vivía ahí lo mataron porque su mujer tenía un vestido rojo con el que iba a misa; señalaba otra casa y afirmaba: al padre y al hijo de ahí se los llevaron una noche sólo porque habían tenido un problema de lindes con el terrateniente del pueblo, nunca volvieron. 

Ayer Antonio Muñoz Molina escribía en su blog: "Piensa uno engañosamente que donde está la historia es en los libros, en la clausura del pasado. Pero aparece en el presente, como la punta de un hilo que lleva en línea recta a lo que parecía mucho más lejano" (qué tío más brillante, qué placer es leer cuanto escribe). Esta mañana, cuando hablaba por teléfono con mi madre mientras hacía cola en el supermercado le pregunté si recordaba a alguien de la familia que hubiera estado en la Guerra Civil y ella, faltando a su costumbre (no le gusta mencionar ni recordar a los que han muerto) hizo memoria. Su padre estuvo en la guerra. Se lo llevaron por su quinta, sirvió durante 18 meses y volvió sin heridas. Dice que no recuerda que hablara de la guerra, pero que siempre que iban a ver una película bélica al cine, musitaba: "En la guerra de verdad no está tan claro quién es tu enemigo. Disparas al que te dispara y puedes estar matando a tu propio compañero".


Mi abuelo materno

Uno de mis bisabuelos también estuvo en la guerra y fue herido... por el frío. Era militar de profesión, en Artillería. Estaba destinado en Sevilla y fue trasladado a Jaca. Debía impedir que la gente cruzara la frontera con Francia en uno u otro sentido. En cuanto comenzó a hacer frío solicitaron prendas de abrigo, pero las infraestructuras funcionaban como es de esperar en tiempos de guerra y los suministros no llegaron nunca. Mi bisabuelo no superó la primera helada fuerte. Los dedos de uno de sus pies se congelaron y para cuando lo pudieron trasladar a un hospital, ya era demasiado tarde: tuvieron que amputárselos; una operación que fue la primera de una serie de fracasos. Al terminar la guerra tenía un muñón a la altura de la rodilla. 


Mi bisabuelo es el que está sentado


El nombre de Miguel ha perdurado en la familia hasta el día de hoy

Mis hilos con el pasado están rotos. Son historias cercenadas que ni mi madre ni mis tíos saben completar. Son historias perdidas.

viernes, 18 de mayo de 2012

La niña que pensaba en rebanadas de pan

Apenas llevo unas páginas de La Realidad Oculta, de Brian Greene, un libro que explica de forma bastante accesible los universos paralelos. A mí, en este momento, me parece una realidad tan admisible como la existencia de Dios; pero tengo la mente abierta y las neuronas en funcionamiento para que me hagan comprender que es algo real y no una fantasía. 

Extrapolo mi ignorancia a la del ciudadano medio de cuando se creía que la tierra era plana: un disco flotando en mitad de un océano enorme. También a mí me parecería una locura imaginar que la tierra es una esfera y nosotros estamos sobre ella porque la costumbre me hace pensar en la fuerza de la gravedad universal y externa al propio planeta. Pero en cuanto se comprende que la misma tierra atrae a todo lo que está sobre ella (y cuanto se le acerca) la verdad se convierte en irrefutable.

Cuando era pequeña tenía conocimiento de los universos paralelos porque a mi hermano mayor le gustaban las películas de ciencia ficción y yo solía ser su lapa. Después de la muerte de mi padre me comí mucho el tarro. Me gustaba pensar que cada uno de nosotros tenía un universo paralelo lleno de actores secundarios. En cada uno de esos universos paralelos, el dueño no moría nunca, era inmortal. Me agradaba pensar que mi padre estaría en su universo  rodeado de duplicados de sus hijos.

En otras ocasiones, en lugar de la típica imagen de las rebanadas de universo compartiendo el mismo espacio, pero diferente tiempo, imaginaba que los universos paralelos eran como matrioskas, esas muñecas rusas que una grande encierra otra más pequeña, y así hasta la media docena o más. Pero en mi imaginación cada universo encerraba infinitos: cada átomo constituía un nuevo universo.

La idea de la muerte sólo aterra porque hay ciento de preguntas que se quedarán sin respuesta.

Ahora, al menos en este universo, me voy con Guille a la terraza, a cenar fruta y jamón, e intentar fijarme en el cielo e ignorar el mamotreto verde del Hotel San Antón. En el universo de mi padre, tal vez esté estofando las codornices que mi marido Lorenzo (mi casi primer novio) ha cazado para relajarse de la frustrante instrucción a los nuevos reclutas. 

jueves, 17 de mayo de 2012

Dibujando estelas de barco en el cielo

Algunos días parecen más negros que otros. Acabo de volver de la calle, de hacer unas compras en el supermercado. En la cola de la caja había una chica que lloriqueaba por teléfono (se quejaba sólo): llevaba sin trabajar dos meses. 

Estos días por la calle va un señor del ayuntamiento con una especie de aspiradora (en realidad escupe aire) para sacar la porquería que hay bajo los coches. El trasto hace un ruido ensordecedor. 

Chica llorona + señor con maquina infernal + un ápice de imaginación = posible trabajo para todos. El trabajo público no cualificado, ¿no podría ser rotatorio? ¿Qué es preferible, que una persona trabaje todos los meses del año y otra ninguna o que ambas personas trabajen seis meses al año? Por supuesto, es una situación muy precaria para ambos trabajadores, pero ¿cuántos parados de larga duración no estarían dispuesto a aceptarlo?


Alguien ha robado el suelo del pozo

Los Colegios de Arquitectos de Granada y Málaga alquilan el espacio que ahora ya no ocupan porque han tenido que reducir su plantilla al máximo. El Colegio de Aparejadores de Granada está en números rojos y aseguran que tendrán que cerrarlo (¿cómo se podrá visar la documentación si lo cierran?). 

Hace dos meses y medio que no entra en ninguno de los estudios nuevos trabajos (ni en el de Málaga, ni en el de Granada ni en el de Barcelona). 

Tenemos visados, pero no retirados de los colegios, siete proyectos porque los clientes no tienen dinero para pagarnos. Dos de ellos ya sabemos que jamás se realizarán (dependían de hipotecas que no se han concedido). 

Habrá que hacer trabajar a la imaginación....


El ladrón zote

El proyecto de una vivienda se divide, por lo general, en tres fases para su pago. La primera, en la que se hace el proyecto básico, se paga un 30% del total, la de ejecución, en la que se paga hasta el 70 % del total (un 40%) y cuando el edificio está construido, se realiza el final de obras en el que se paga el 30% restante. Aunque últimamente, según me informan mis compañeros, han optado por solicitar el pago del 100% del proyecto cuando retiran la documentación del colegio. 

Un suceso ocurrido por estas fechas el año pasado en el Colegio de Arquitectos de Jaén. Mi compañero: un arquitecto de la escuela antigua, de unos cincuenta y bastantes años; la elegancia personificada: con gemelos y horquilla para la corbata, tan repeinado con gomina que suele parecer que una vaca le ha dado un enorme lametón por toda la cabeza. 

El cliente: un señor de Alcaudete (un pueblo de Jaén). Un chaval en realidad. Él y la novia se habían hecho una vivienda unifamiliar para poder casarse. Desde el principio se había quejado por lo caro que era el proyecto. Al entregársele el final de obra debía abonar el 30% del total del proyecto más una penalización por haberse excedido en la edificabilidad. Aún así, la cantidad ascendía a 1000 euros únicamente (pagadas las tasas del colegio y los seguros, apenas queda nada por el trabajo realizado -las cosas son así ahora-). 

Los hechos. El cliente se había obcecado. Aseguraba que estaba pagando 1.000 euros "por un papel". Cuando comprendió que si hacía enfadar al arquitecto no conseguiría tan fácilmente el documento que necesitaba, se moderó. Quedaron en el Colegio de Arquitectos. En cuanto tuvo el arquitecto el final de obra en sus manos, el cliente le dio un puñetazo, rompiéndole las gafas y la nariz y dejándolo más aturdido por lo inesperado que dolorido.  Por supuesto el ladrón fue atrapado y denunciado (¿dónde pretendía ir? ¡ pobre infeliz!). En el ayuntamiento, a pesar de la denuncia, habían aceptado el documento de final de obras, y le habían dado el permiso de primera ocupación (amiguismo).

Ayer llegaron a un acuerdo. El cliente debía pagar lo que había quedado pendiente, nada más. Creo que no peco de compañerismo si considero que el acuerdo ha sido bastante injusto. Pero es lo que tiene esta crisis: es excusa para que los chorizos, los de guante blanco y los burdos y salvajes como éste, salgan impunes o bastante bien parados de sus acciones.

martes, 15 de mayo de 2012

El buen hijo

A doña Encarna le aterraba el mundo exterior. La edad la había ido haciendo cobarde. A sus cincuenta y pocos años, dependía por completo de su hijo para sobrevivir porque no salía a la calle a no ser que fuera completamente imprescindible. En un año había cruzado el umbral de su puerta en tres ocasiones: dos para ir al médico y una, a la casa de la vecina, cuando Rafaelito, el hijo, estuvo con gripe durante una semana completa y se quedaron sin víveres. El pavor que sentía doña Encarna por el exterior era irracional. El desencadenante fue completamente ridículo. Un par de testigos de Jehová habían llamado a su puerta. Uno de ellos tenía un parecido razonable con Norman Bates. El instinto de conservación de doña Encarna fue más rápido que su pensamiento y su propia mano olvidada en una de las jambas, y cerró la puerta ante las narices de quienes sólo querían hablar de Dios. Un torrente de sangre, tres falanges rotas y un profundo dolor que hizo que se desmayara, fueron las consecuencias inmediatas de tan brusca e inesperada reacción; y a largo plazo, las consecuencias fueron una historia tergiversada donde era atacada por dos locos en su propia casa, tener que dejar temporalmente los estudios de medicina el hijo y su clausura voluntaria entre las paredes de su hogar.

Rafaelito incitaba la conmiseración de todos en el pueblo. La madre comenzó robándole el futuro al obligarlo a dejar los estudios, y terminó robándole el presente. Si el chaval se aventuraba a salir un rato de la casa, a su vuelta siempre se encontraba con una pequeña catástrofe que sólo podría haberse evitado si él hubiera estado presente. Tres meses bastaron para que el muchacho pareciera un fantasma que deambulaba de su casa al supermercado y viceversa, dos más y ya lo hacía musitando una letanía: "Mi madre está muy mala. Le duele el corazón. Es culpa mía porque sufrió mucho cuando me dio a luz".

Algunos aseguraron que lo habían visto venir; pero nadie dio la voz de alarma. Ni cuando el perro y el gato de la familia murieron con un día de diferencia (imaginaron, los que necesitan explicaciones para todo, que algún vecino los habría envenenado por despecho), ni cuando Rafaelito hizo una compra tan extraña que incluso la cajera, acostumbrada a las mayores extravagancias, no pudo evitar preguntar. "Es para que mi madre se sienta mejor".  Un hacha, un gato hidráulico pequeño, mucho plástico, una botella de whisky, unas tijeras para podar...La cajera supuso que estaría arreglando el jardín para hacer una fiesta.

La cajera supo que sus conclusiones habían sido erróneas dos días después; cuando, de madrugada, un grito arrojó del sueño a los durmientes, heló la sangre en las venas a los insomnes e interrumpió a quienes en esos momentos fornicaban. El grito no parecía humano. Se avivaba a ratos y luego se convertía en un quejido apagado, como de animal moribundo. El sufrimiento de quien gritaba duró mucho menos de lo que tardaron en llegar los municipales. Aunque en la casa de doña Encarna se había hecho el silencio, nadie quiso entrar. En el pueblo, por experiencias anteriores, se había aprendido a tener miedo y respeto a los locos. Y Rafaelito sin duda lo estaba. Cuando los municipales sacaron al muchacho se hizo entre la concurrencia que se había ido apelotonando atraídos por la curiosidad, un silencio sepulcral, tan profundo que algunos que estuvieron en la primera fila aseguran que se oía los latidos del corazón que Rafael llevaba en sus manos.

(Otra de las historias de mi abuela)

lunes, 14 de mayo de 2012

La sombra del franquismo es alargada

Pere ha vuelto a Japón por trabajo. Ha habido un pequeño terremoto en la zona donde está, en el sur, en una especie de isla separada de la principal. Me escribe el nombre de la zona con caracteres japoneses y soy incapaz de reproducirlos. Me manda enlaces de música que le gusta mucho (el vídeo no está disponible en su región) y que aquí no sólo son una novedad, si no que seguirán siendo desconocidos cuando se hayan convertido en clásicos para los asiáticos.


Me informa que tiene algunos días libres porque se macha un grupo de empresarios catalanes y debe esperar a otro grupo que llegará en menos de una semana. Me da una retahíla de los grupos musicales a cuyos conciertos le gustaría ir, pero la mayoría, coreanos, tienen a algún miembro haciendo la mili. Pere debería estar durmiendo ya, pero le da miedo que otro terremoto lo despierte. No le tranquiliza nada saber que yo en ningún lugar me sentiría más segura que donde él está si tuviera que sufrir una sacudida fuerte. (El edificio donde vivo ahora no es sismorresistente). No le hablo de la licuación del terreno. Eso le asustaría aún más.

Sabe que Guille no hizo la mili porque fue objetor de conciencia. Hay montones de cosas de Guille que aún no sé. Pere se libró por, según él, el ramalazo que tiene. Lo exagera al decirlo. Asegura que se presentó al examen médico con ropa interior de encaje -me río, aunque sospecho que sólo es una exageración-. Le encontraron un soplo en el corazón del que no ha vuelto a tener noticias. Mis hermanos hicieron la mili a la fuerza. No hace tanto que abolieron esa obligación tan injusta. Tienen entre 40 y 45 años. Pere de repente se pone serio. "Vivimos en un país cojonudo, pero no queremos darnos cuenta. Nos da vergüenza admitirlo por culpa del franquismo que nos obliga a menospreciar todo lo que tenga tufo a patria o nación... esperemos que los hijos de puta que gobiernan ahora no lo manden todo a la mierda". Contabiliza: matrimonios gays, no tener que defender la nación a la fuerza, sanidad -al menos hasta hoy- gratis y para todos, enseñanza infantil obligatoria y gratuita -al menos hasta ahora-....

Miyazaki (he recurrido al google Earth) 

domingo, 13 de mayo de 2012

La macro economía vista desde el otro lado del espejo de Alicia

¡Pero qué listos son! ¿Cómo no admirarlos? Parece que estos señores son erráticos en sus decisiones, en sus actuaciones algo burdas, donde hoy dicen digo, dijeron Diego, pero eso es sólo una estratagema para tener desequilibrada a la oposición. ¿Cómo podrán criticarlos si realmente no saben qué están haciendo? Pero vayamos por pasos. ¿Qué propósito puede tener el co-pago de las medicinas? Imaginad al pensionista que se encuentra ante la disyuntiva de comprarse un filetón para estar bien alimentado o las medicinas que necesita para tener buena salud. Si escoge la medicina, la mala alimentación hará que su salud empeore y termine causando baja (causar baja eufemismo de guiñarla). Si escoge el filetón, la enfermedad será la causante de la baja. ¿No es brillante? ¿No es sorprendente? En ambos casos, escoja lo que escoja el pensionista, siempre gana el estado.  Los que pagamos impuestos deberíamos estar muy felices por esta medida.

¿Y los recortes en educación? Las clases con más alumnos permite el ahorro de energía. Una misma bombilla ilumina a más niños, y al estar más apretaditos, necesitarán menos calefacción. Deberían incluso pensar en que los niños vayan a hacer pis de dos en dos. Sería un gran ahorro de agua. Los verdes deberían estar muy felices con esta medida.

¿Y las ayudas a los bancos? Hay que  pensar que si el gobierno se gasta el dinero que recorta en otras materias en ayudar a los bancos, al final no quedará ni un céntimo para gastarlo en armamento. ¿Habrá nación más pacífica que la nuestra? Los pacifistas deberían estar saltando de alegría.

Recortes en la cultura. Antes que nada habría que cerrar todas las bibliotecas del país. Si cualquier hijo de vecino quiere ir al fútbol, el menda se paga religiosamente su entrada. ¿No es injusto que a quien quiera leer se le dé los libros gratis? ¿No deberíamos ser todos iguales ante el estado? Si a una persona le subvencionan sus caprichos, no sería justo que se los subvencionaran a todos? Además, así los escritores ganarían más pasta y serían más productivos. ¿No deberían gritar un enorme Gracias los amantes de la literatura?

Este gobierno se está desviviendo por los asalariados, los verdes, los pacifistas y los amantes de la cultura. No es comprensible que, a su vez, sean los más vocingleros. 

(Espero que se note la ironía)

La justa intervención del escritor

De los escritores que me gustan mucho procuro saber lo mínimo, por temor a que conocer algo de su pasado o presente me merme el placer que siento al abrir alguno de sus libros. Es posible que disfrutara de los libros de Juan Manuel de Prada si supiera algo menos de su persona. Pero con Justo Navarro, de repente, siento la necesidad de investigar, saber algo más de un escritor que se convierte en personaje en sus libros. ¿Qué discurre por su mente? ¿Por qué ha escogido un personaje tan incómodo como Ezra Pound para convertir en novela parte de su vida, ignorada por la mayoría? Ezra Pound fue lo que se puede calificar sin rubor de un gran hijo de puta. Pero Justo Navarro con su novela nos siembra una duda razonable: ¿no podría ser un espía? 

Este es uno de esos libros que se disfruta sobre todo cuando se "rumia", y me doy cuenta de que no lo he disfrutado lo suficiente por mi casi completo desconocimiento en los hechos históricos durante la Segunda Guerra Mundial. 




viernes, 11 de mayo de 2012

Odio que me digas que me quieres

Qué ciudad más rara es ésta. Ayer era invierno, hoy verano, sin transición, sin unos días de templanza para que el cuerpo se vaya adaptando. Manga larga y chaqueta un día, y al siguiente manga corta y los pies atrapados en un calzado semejante a una sauna porque aún no ha dado tiempo a adquirir unas sandalias. Sufro una especie de yet lag por culpa del cambio súbito de la temperatura y por que hoy ha sido un día muy extraño. Guille se quedó en la cama hasta tarde (las siete y media de la madrugada es tarde para él, a veces se levanta cuando yo me acuesto, coincidimos a posta para desayunar-cenar). Cuando le pregunté, me dijo que simplemente estaba muy cansado, pero de repente preguntó: Sabes que te quiero, ¿verdad? Le dolía el brazo izquierdo, la espalda y el cuello. No me pondré melodramática, no quiero recordar el miedo súbito ni las horas interminables en urgencias. Por fortuna no siempre es lo que parece. Se trata sólo de un nervio pinzado que están tratando con calmantes y relajantes musculares. Siempre me ocurre lo mismo: después de uno de estos miedos que casi me paralizan, siento como si todo discurriera a cámara lenta. 

miércoles, 9 de mayo de 2012

Game over

Han sido necesarios tres meses con pérdidas para convencer a mi cuñada que el restaurante que regenta en Loja es inviable. Continuaba abierta por inercia. La costumbre de levantarse temprano, ir al mercado, preparar los menús... Cuatro personas al paro y ella, que era autónoma, a hacerse cargo de las obligaciones fiscales del último trimestre, sin derecho a prestaciones. ¡Qué injusto! Recuerdo los días previos a la inauguración, la urgencia por encontrar el detalle que hiciera especial comer o cenar entre aquellas paredes que ella hizo pintar de color ocre claro sólo porque le recordaba a su infancia feliz. Supo adaptarse cuando comenzó la crisis. Las servilletas y manteles de hilo fueron sustituidos por otros de papel y los menús se hicieron económicos: comidas caseras, dos platos, más bebida y postre por 8 euros. Es capaz de recordar que el último fin de semana sólo entraron dos clientes a comer.

Paradójicamente, en la retorcida mente de mi cuñada el culpable del fracaso del restaurante es sólo y exclusivamente Zapatero. El gravamen de la herencia recibida, asegura, con un argumento tan manido, copiado de los políticos que ahora nos gobiernan, que ya agota y encorajina escucharlo. Es como si el arte de los políticos estuviera exclusivamente en eludir responsabilidades. 

Si mi cuñada viera la situación con perspectiva, y no estuviera tan obcecada, comprendería que la gente, con el cambio de gobierno, siente que ha quemado sus últimas naves. Tenían esperanzas que el rumbo del país cambiara, que de la noche al día la crisis desapareciera y quien está deseando trabajar, se pudiera deslomar haciéndolo; pero todo ha ido a peor porque ya ni siquiera queda esperanza. No hay salida.

A los pájaros les gustan mis neuronas

Creo que esta mañana tengo la cabeza llena de pájaros que picotean en mi cerebro. Se están comiendo todas las ideas positivas. Se acaban de engullir sin dejar rastro, la idea de que la valentía tiene su recompensa.


Ampliación del Museo del Prado - Madrid - Moneo (Ganador del premio Príncipe de Asturias de  Bellas Artes 2012)



Casa Danzante - Praga - Frank Gehry (candidato al Principe de Asturias de Bellas Artes 2012)

En fin, sin comentarios. 



martes, 8 de mayo de 2012

La sinrazón desde el otro lado de la barrera

¿A quién le gusta los toros de la gente que conozco? A mi madre le gustaban -en mi familia siempre hemos estado algo asilvestrados-. La recuerdo planchando ante la TV las tardes de los fines de semana, y yo bajo la tabla de planchar, pegada a sus pies. Si el toro corneaba al torero, era capaz de chillar como si la herida se la hubieran infringido a ella. Podía reconocer a todas las primeras figuras, sabía de dónde era cada uno, recordaba fechas importantes de corridas memorables. Dejó de gustarle los toros sin razón aparente. Ahora lo ha sustituido por las carreras de motos. 

El psicólogo ayudante de mi tío Fermín. Era uno de sus ex alumnos. No sé cómo terminó siendo su ayudante porque mi tío, bastante dado al alago merecido -dice que hay que dar a conocer lo bueno que tiene cada persona porque es posible que aludido no lo sepa-, jamás le ha dedicado una palabra amable. A veces creo que lo tiene como un espécimen de investigación, para conocer los daños neuronales de un cerebro emponzoñado por el mercurio. Cuando este señor era un niño, estaba jugando con un termómetro delante del plato de sopa. El termómetro se rompió y el mercurio cayó en la comida -o al menos eso asegura él-. Para que su madre no le regañara se la comió.  Pensó que el mercurio, al ser un metal pesado, se quedaría en el fondo del plato. La bolita plateada no apareció por ninguna parte y él creyó durante semanas que iba a morir envenenado. 
La última vez que fui a ver a mi tío a su despacho de la facultad -ahora ya está jubilado-, me entretuvo su ayudante mientras lo esperaba. Me contó con todo detalle la última corrida de toros a  la que había asistido, incluido la curación de uno de los toros a los que indultaron. El veterinario tuvo que sanear la parte donde el animal había sido picado varias veces. El agujero que quedó en el animal era lo suficientemente grande para que cupiese el brazo de un adulto, hasta el codo. 

A Carlos, mi último ex novio. Me enteré que le gustaban los toros bastante meses después de haber comenzado a salir, y porque pagó las entradas con la cuenta conjunta que teníamos. 

Cercanos, que lo sepa directamente, creo que no conozco a nadie más que le guste los toros. ¿Qué tienen en común estas personas? Las tres son conservadoras; pensaba que no era un dato relevante, pero puede que esté equivocada. 

En Sangre y Arena Hemingway teme que se acabe la fiesta porque han obligado a los caballos a ir protegidos y ya no se verá en la plaza el continuo destripe. La fiesta continuó. ¿Por qué no inventan alguna forma para salvar a los toros? Para evitar que mueran en el ruedo. Pero sospecho que esta solución tan sencilla sólo haría infelices a todos.

Jugando a Sherlock Holmes

Los personajes: A, B y C. A y B eran compañeras de piso. C era compañero de clase de A. B y C están liados.




Los hechos: El Personaje B llega al piso a las dos de la madrugada después de haber estado fuera todo el día, desde las cinco y media. Trabaja en un bar, dos horas por la mañana sirviendo desayunos y las horas que sean necesarias por la noche. En el piso se encuentra con A y con C. Las demás compañeras del piso se han marchado a casa porque es jueves y finales de curso -las semanas se acortan para que la gente pueda preparar los exámenes-. El Personaje C exige ser recompensado por la larga espera con sexo, pero el Personaje B alega que tiene que trabajar. Debe preparar la maqueta de una ladera. Despliega toda la parafernalia sobre la cama para empezar a hacerla. Entre tanto el Personaje A se muestra indignada por cómo es tratado el Personaje C. A y B no se tragan. B sugiere a A que vaya a excretar sus ideas a otra parte, sale de la habitación y, supuestamente, es la última vez que la ve con vida. 

El Personaje C asegura que cuando se marchó a casa, después de haberse convertido ante los ojos del Personaje A en un mártir por tener que sufrir la dictadura de B, su amada estaba viva. Entró para darle un beso de buenas noches, pero había caído rendida por el cansancio. Pensó en meterla en la cama, estaba tumbada en el suelo, con todos los materiales de la maqueta desperdigados. Imaginó que al cabo de cinco minuto se despertaría y seguiría trabajando, como solía hacer; así que la dejó tal como la había encontrado. 

Por la mañana el Personaje B estaba como la mojama, bajo un charco de sangre. ¿Quién la mató? ¿El novio frustrado? ¿La compañera de piso despechada? ¿Ambos? ... ¿Ninguno?

Ahora Sherlock Holmes sería capaz de deducir por nimiedades que el novio quería a B, que la compañera de piso se quedó dormida en cuanto el Personaje C se fue a casa y no despertaría hasta la mañana siguiente, y, sobre todo, que ninguno individualmente, ni juntos, eran capaces de semejante acto. Tampoco había indicios de que alguien hubiera entrado en el piso durante la noche, así que... descartado lo más probable, lo que queda es la solución. Nadie asesinó a B. Había dormido rodeada por cuchillas, cúteres, tijeras y todo objeto afilado y peligroso imaginable. El cansancio y el corte accidental con una cuchilla muy afilada permitió que siguiera durmiendo sin que el dolor la despertara. 

En realidad B no murió. Tenía la costumbre de dormir engurruñida, en posición decúbito supino, y eso evitó que se desangrara. Pero la muerte hace la historia menos melodramática. Sobrevivir habría obligado a B a compartir techo -y/o cama- con quien podría quererla ver muerta.

domingo, 6 de mayo de 2012

Dos paralelas convergentes

(Nota informativa: Mis opiniones literarias tienen el mismo interés que la ventosidad de una hormiga para el enriquecimiento del metano del planeta).

Estoy leyendo El Espía, de Justo Navarro. La lectura avanza rápidamente, sin apenas darme cuenta. Es lo que ocurre con los libros que gustan, aunque este, al menos para mí, no es uno de los mejores de Justo Navarro. Demasiados datos condensados. Se echa en falta un respiro, un alto en el conglomerado de hechos históricos, donde el personaje se humanice un poco. Pero en ese caso, tal vez nos demos cuenta cuál es la realidad de la novela, donde se narra la vida de Ezra Pound durante la Segunda Guerra Mundial. Admirador de Mussolini,  antisemita y aplaudidor de las ideas de Hitler, en todo momento queda ambiguo si el poeta es un ser patético cuya sensibilidad sólo le sirve para reflejarla de forma artificial en el papel o en realidad fue un agente doble, aunque EEUU lo acusó de alta traición.

Me es inevitable encontrar paralelismos con La Noche de los Tiempos de Antonio Muñoz Molina. A pesar de tratar una de la Segunda Guerra Mundial -la de Justo Navarro- y la otra la Guerra Civil Española, en ambos el personaje principal se encuentra inmersos en una situación de monotonía rota por culpa de la guerra.

Tampoco la novela de Antonio Muñoz Molina ha sido una de las que más ha gustado del autor. La gente prefiere Sefarad o El Jinete Polaco. Yo me inclino por Plenilunio (creo que la leí en el momento adecuado y con la edad adecuada). Y, no por ir contra la mayoría, sino, creo, un poco influenciada por la profesión del personaje principal, La Noche de los Tiempos también puedo considerarla una de mis favoritas. La gente se queja de su extensión. Cuatrocientas o quinientas páginas (no recuerdo bien) para contar la huida de Ignacio Abel: de su esposa cornuda y melodramática, de la guerra civil, de la familia política; dejando atrás dos hijos y yendo en busca de la amante que escapó en cuanto pudo de la guerra. ¿Pero qué importa la extensión de los libros de AMM si cada una de sus frases son como trozos de sandía en verano?

Ahora shhhhhhhh, que voy a seguir leyendo

jueves, 3 de mayo de 2012

Ya no somos los que fuimos

Dame un chavico con gracia o 20 € con mala follá (es la frase que se suele colocar al pie de las cruces). Hoy es esa celebración. Desde primera hora de la mañana han estado haciendo pruebas de sonido en una cercana. No la veo, sólo la intuyo desde mi azotea. Conocí la fiesta de Las Cruces bastante tarde, cuando estaba en la carrera. Con anterioridad había vivido en Granada de forma intermitente, pero coincidió que todos esos tres de mayo estaba en el internado. Ahora ya no se parece a la fiesta que yo recuerdo. Si el Día del Trabajo coincidía con el viernes, la juerga se podía prolongar hasta el lunes por la mañana. Era una fiesta gremial y de alcohol, donde se traspasaban las fronteras de la razón muy a menudo. A mí el único alcohol que me afectaba era el que corría por las venas ajenas. Cualquier bebida taponada con corcho me sabía a medicina (desde muy pequeña me daban vino Málaga Virgen para que, supuestamente, me abriera el apetito).

Ahora recapacito y no comprendo por qué me parecía divertido. Íbamos en peregrinación de cruz en cruz y de barra en barra hasta que terminabas sosteniendo la cabeza de alguno para que vomitara. Dormías muy poco, y siempre donde te alcanzara el cansancio o encontrabas un lugar cómodo para hacerlo. Si compartías cama, nunca era de forma inocente. La única transición que había entre la fiesta y las clases era una ducha.

Luego me fui a Barcelona y cuando he vuelto, la fiesta de Las Cruces ya no se parece en nada a lo que fue. Ya no hay barras junto a las cruces ni en cada esquina. La marea humana que veías recorrer las calles del Albayzín o el Realejo, ahora se reduce a un regato que termina agotado antes de la madrugada. Es como si fuéramos actores de una película de Almodóvar que se ha colado en el plató de Tim Burton por error.

No creo que disfrutara de la fiesta tal como era antes (o al menos como yo me la tomaba); pero tampoco disfruto ésta que se parece bastante a un triste paseo de apatía más incitado por la curiosidad (por los patios donde suelen estar instaladas y que por lo general permanecen cerrados al común de los mortales) que por diversión.

martes, 1 de mayo de 2012

Quit pro quo

El cortijo de la Virgen Negra está a las afueras del pueblo natal de mi madre, donde mi abuela vivió casi toda su vida, en la provincia de Sevilla. La última reforma importante que ha sufrido el edificio data de la mitad del siglo pasado, debido a un incendio que lo dejó bastante maltrecho. Ahora vuelve a estar maltrecho, pero el culpable es el paso del tiempo y nadie parece querer o poder hacer algo por remediarlo. Lo más probable es que ya ni siquiera tenga dueño, por que, ¿a quién pertenece los bienes que deja un difunto sin descendencia?

El dueño del cortijo tuvo una única hija (si no estuviera mal visto criticar a los difuntos, ahora cabría añadir "por fortuna" o "gracias a Dios"). Era una hija muy mimada y querida que tuvo todo lo mejor que puede pagar el dinero. Pero estudiar en los mejores colegios de España y poder gastarse todo lo que quisiera en adornos y afeites, no había servido de nada. La belleza de su rostro era paradigma del dicho: "La cara es el reflejo del alma". Y ella era fea, muy fea, tanto que ni siquiera la enorme herencia de Aniceta, nombre de la chica, había tentado a un desdichado que a cambio de una vida regalada fingiera quererla. Al cumplir los 25 ya suponían que se iba a quedar para vestir santos; pero apareció un pretendiente cuando ya nadie lo esperaba. Las malas lenguas aseguran que pagado por el padre y sin más pretensiones que la cortejara durante unas semanas porque Aniceta había llorado durante dos días seguidos por no tener novio. El padre sabía que la personalidad de su hija mantendría a raya a cualquiera que quisiera aprovecharse de su herencia. Era bastante zote, entendía todo al revés, era perezosa, engreída, soberbia y sin ningún don o habilidad conocida. Pero el noviazgo siguió adelante con el beneplácito del padre quien, como todos a excepción de Aniceta, sabía que el único cariño que tenía Rogelio, el novio, era hacia los billetes. A pesar de la buena voluntad del novio, las peleas, por el carácter de Aniceta, eran constantes. En media docenas de veces Rogelio intentó escapar y otra media docena de veces el padre consiguió persuadirlo con nuevas tierras para la dote de la hija, un coche, ropa hecha a medida... e incluso un tractor, que sería el primero, y durante mucho tiempo el único, que se viera en la comarca.

La desgracia ocurrió la noche antes de la boda. Dicen que Aniceta intentó planchar el velo que era de material sintético y que en cuanto acercó la plancha demasiado caliente a la tela todo ardió. No hubo investigación. Los hechos parecían evidentes y a nadie se le ocurrió pensar aún que las cosas habían sucedido de forma diferente a como los indicios indicaban. El entierro se celebró al día siguiente. Algunos invitados no se habían enterado de la desgracia. Jamás se vio tal procesión de gente tan bien vestida camino del cementerio.

De Rogelio se comenzó a sospechar de inmediato porque utilizó los billetes del viaje del bodas, supuestamente para poder olvidar la desgracia, y cuando volvió, se mudó a la casa que habría sido de la pareja y en las tierras de la dote se escuchaba el ronroneo del motor del tractor. Tales sospechas, de la intervención directa de Rogelio en la muerte de la novia, se cercenaron con su muerte dos meses y medio después del incendio. Murió aplastado por el tractor. Inexplicablemente había volcado en un terreno completamente llano. La única heredera de Rogelio, quien se llevó todo lo sacado al padre de Aniceta, era la criada de su madre, con quien llevaba casado más de tres años. Desde que se supo este detalle, en el pueblo la duda razonable se convirtió en una evidencia.

(Otra de las historias de mi abuela).